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Intensa jornada en la ENAH alrededor de la vida y obra del arqueólogo y académico

Honran a Enrique Nalda; generoso, consecuente y de izquierda

Comandante del FMLN lo reconoce como un héroe desconocido

Sus armas fueron la inteligencia, sus métodos de trabajo, pero sobre todo su corazón deseoso de un mundo mejor

Foto
Al centro, Rebeca Panameño, viuda de Enrique Nalda, ayer, durante su intervención en el homenaje al arqueólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. La acompañan María Isabel Campos y María Teresa FrancoFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Viernes 15 de abril de 2011, p. 4

Además de académico y funcionario, el arqueólogo Enrique Nalda, fallecido el 14 de abril del año pasado, fue un activista de izquierda que llevó sus convicciones a la lucha durante la revolución en El Salvador, y esa es una de las facetas desconocidas del investigador cuya vida y obra fueron recordadas y celebradas este jueves durante un homenaje efectuado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).

En este acto se ha hablado y se hablará de Enrique como arqueólogo y de su incidencia en los diferentes aspectos de esta disciplina, pero yo quisiera que conocieran una faceta de su vida muy importante y que poca gente conoció: su militancia política de izquierda. Así comenzó el texto de Rebeca Panameño, viuda de Enrique Nalda.

La responsable del archivo de fotografía de La Jornada también leyó un mensaje enviado por el comandante Leo Cabral, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) con motivo del homenaje.

De Enrique Nalda como profesor, funcionario, investigador, fundador de la revista Arqueología Mexicana, su método de trabajo, o sus enseñanzas hablaron en la mañana sus colegas o amigos Teresa Franco, María Nieves Noriega, Enrique Vela, Javier López Camacho y Adriana Velázquez, mientras Miguel Echegaray, secretario técnico del INAH, habló en representación del titular del instituto, Alfonso de Maria y Campos. El homenaje concluyó por la tarde.

Nieto e hijo de comunistas

Enrique Nalda, aseveró Rebeca Panameño, nació en la localidad española de Logroño, en plena Guerra Civil. Su abuelo Pedro, quien participó en la guerra de Cuba, fue uno de los fundadores del Partido Comunista de Logroño, y su padre un combatiente de la República española que tuvo que exiliarse en México después de estar en un campo de concentración en Francia. Enrique fue pues, nieto de rojo e hijo de rojo.

El arqueólogo llegó a México en 1946 y aquí entabló contacto con militantes de izquierda venezolanos, lo cual lo llevó a formar y madurar sus ideas revolucionarias.

En 1968 ingresó a la ENAH y en 1977 conoció a los líderes de la Resistencia Nacional (RN), una de las cinco que conformaron en 1981 el FMLN, y bajo la más estricta clandestinidad decidió incorporarse a la lucha de El Salvador.

Su papel dentro de la revolución salvadoreña fue desde la organización de la logística para permitir la movilización de los comandantes a lo largo de la frontera, hasta el establecimiento de correos humanos para transportar dinero e información; fue analista de la dirección de la Resistencia Nacional y asesoró a integrantes del comité negociador de la guerrilla salvadoreña.

La negociación del FMLN con el gobierno salvadoreño culminó con la firma de los acuerdos de paz en Chapultepec, acto al que fue invitado por la guerrilla como un reconocimiento a su valiosa colaboración, que también incluyó acciones de organización. Por ejemplo, fue el encargado de ingresar a El Salvador, de manera clandestina, a los principales comandantes de la RN, organizaba las reuniones clandestinas del FMLN y de una amplia red de colaboradores en México.

Enrique Nalda proporcionaba identidades falsas a muchos combatientes, les daba documentación y los capacitaba como empleados de su compañía de ingenieros con conocimientos que les permitían ingresar a El Salvador como representantes de una empresa mexicana, narró Rebeca Panameño, y añadió que no pocas veces el arqueólogo puso en peligro su vida.

Enrique no sólo fue un gran arqueólogo, un gran maestro, un excelente funcionario, un exitoso ingeniero. Él fue, ante todo, un gran ser humano, generoso, consecuente con sus ideas de izquierda, dispuesto a defender y luchar por lo que creía a costa de lo que fuera.

Propiciador de hazañas

En su mensaje, Leo Cabral, comandante del FMLN, reconoció en Enrique Nalda a uno de esos héroes desconocidos que hicieron posibles las hazañas de un pueblo en armas, enfrentado a una dictadura militar que se sostuvo apoyada y sostenida por el mayor imperio que ha conocido el mundo.

Se distinguió, añade la carta, como un verdadero soldado, como un combatiente silencioso que formó parte de ese enorme contingente que construyó el tejido humano, que desbordando fronteras llevó la lucha del pueblo salvadoreño a dimensiones inimaginables para quienes habitamos este pequeño rincón del planeta.

Las armas de Enrique Nalda, arqueólogo revolucionario, fueron su inteligencia, sus métodos de trabajo, pero sobre todo su corazón deseoso de un mundo mejor.