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La música de Bach, esa extraña belleza
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La pianista Simonne Dinnerstein, en imágens tomadas del cuadernillo del álbum
 
Periódico La Jornada
Sábado 2 de abril de 2011, p. a16

Hay quienes escuchan a Bach creyendo que se trata de tan sólo una música de geometrías perfectas, formas y estructuras aritméticas, ecuaciones matemáticas, de la misma manera que hay quienes observan el óleo El matrimonio Arnolfini, de Jan van Eyck, creyendo que se trata solamente de un prodigio de composición y simbolismo.

Ambas miradas, sopesa la pianista Simonne Dinnerstein, se pierden del disfrute proverbial de la belleza.

Ese óleo del pintor flamenco, al igual que la música toda de Bach, son las favoritas de Simonne Dinnerstein, y lo pone en práctica a través de su nuevo, contundente disco titulado de manera tan cabal como provocativa: Bach, A Strange Beauty.

Con el término Esa extraña belleza, esta bella maestra define la música de Bach apoyándose en un aserto de Francis Bacon, quien sostenía que no existe belleza de excelencia que no contenga algo de extraño en sus proporciones.

La manera como interpreta Bach al piano demuestra esta lectura tan novedosa como acertada y acerada: la apariencia de la música de ese autor fundacional es la de todo aquello que tiene que ver con patrones establecidos, simetrías y lógica pura. Pero si uno escucha con atención, Bach en realidad está cambiando, de manera asombrosa y sorpresiva, esos patrones, esas simetrías y esa lógica, para conducirnos a la belleza verdadera: la que se gesta en el instante.

Eso crea el misterio, la magia, la irresistible fragancia de lo inesperado, esa sensación de extranjería, de desapego y, por tanto, de contacto directo con lo divino. He ahí, con la perfección que le aporta su cabalidad de proporciones geométricas, su impoluta sección áurea, sus series elocuentes de Fibonacci, su aparente perfección amaridada con su evidente variante hacia la extraña belleza, una definición nueva, verdaderamente aportadora, de esa piedra de toque de la cultura de Occidente que es la música de Bach.

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El matrimonio Arnolfini, óleo de Jan van Eyck
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La pianista Simonne Dinnerstein, en imágens tomadas del cuadernillo del álbum

El disco alterna obras para piano solo con piezas para piano y orquesta. Junto a la pianista están sentados músicos de primer nivel mundial, los integrantes de la Kammerorchester Staatskapelle Berlin. No hay director a la batuta, de manera que Simone Diennerstein guía a todos a través de los intersticios, recovecos, las variantes inimaginables a partir de una manera cabal de entender la música de Bach.

La hermosa Simonne es referente en el Disquero: www.jornada.unam.mx/2008/04/12/index.php?section=disquero&article=a24n1dis, su disco debut y arrasador, además de: www.jornada.unam.mx/2008/11/22/index.php?section=cultura&article=a19n1dis.

En el cuadernillo de este nuevo disco se incluyen sus conceptos alrededor de su manera de interpretar a Bach, además de emparentar la música con la pintura, deleite que proviene del oficio de su padre, el pintor Simon Dinnerstein, con quien comparte el gusto por el cuadro de Van Eyck, y quien gestó un tríptico pictórico en el mismo momento en que ella, su hija Simone, se gestaba en el vientre materno.

Eso, la música de Bach es gineceo magnífico. Pureza natal. Una extraña belleza que se nos apropia.

Y mueve cortinas.

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