Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 6 de marzo de 2011 Num: 835

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Tres poemas
Lefteris Poulios

Educación y lectura en México: una década perdida
Juan Domingo Argüelles

El humor no es cosa de risa
Enrique Héctor González

El humor: vivir la gracia
Ricardo Guzmán Wolffer

El observatorio de Tonantzintla
Norma Ávila Jiménez

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Manuel Stephens

Danza en la pantalla

De manera inusual dos películas en que la danza es el tema central compartieron la cartelera de los cines mexicanos: Burlesque (con el desafortunado título Noches de encanto, para Latinoamérica) y Black Swan (que no requería del artículo en el título, El cisne negro, si se hubiera atendido a cómo se nombra al personaje entre bailarines y coreógrafos). Cada uno en su género, ambos filmes revelan las posibilidades dramáticas de la danza en la cinematografía.

Burlesque (2010), dirigida y escrita por Steve Antin y protagonizada por la estrella de culto Cher, Christina Aguilera, Stanley Tucci y Alan Cumming, desarrolla una trama sin mayores complicaciones que incluso puede describirse como inocua: Ali (Aguilera) es una joven de un pequeño pueblo y aspira a ser cantante; tras haber ahorrado lo suficiente viaja a Los Ángeles donde espera hacer su carrera: ahí se topa con un club nocturno llamado Burlesque, en el que encontrará el glamour, la vivacidad y energía a la que aspira como artista. La cantante y bailarina encuentra obstáculos para que Tess (Cher), la dueña del club, la considere para el espectáculo. Luego de un sabotaje de la que era la bailarina principal, Ali salva el espectáculo sorprendiendo con su extraordinaria voz y se convertirá en la heroína que logra que club Burlesque no sea clausurado.

El argumento es sumamente sencillo e incluso predecible, con elementos clásicos como el de la chica que emigra del campo a la ciudad donde se encumbra y una historia de amor inesperada. Sin embargo, el trabajo coreográfico y vocal son espectaculares y reflejan influencias –con la debida distancia– de Cabaret (1972) y All That Jazz (1979), obras maestras de Bob Fosse. Cabaret cuenta la historia de Sally Bowles (Liza Minelli, artista del club) y otros personajes durante la época de fortalecimiento y brutalidad del nacionalsocialismo, y el fin de la alegre y “decadente” vida de Berlín. Además de los guiños coreográficos a la obra de Fosse, el personaje Alexis (Cumming) es una referencia directa al inolvidable maestro de ceremonias (Joel Gray) y el solo interpretado por Aguilera recuerda al de Minelli.

Burlesque es un film que no aporta una visión crítica en ningún sentido y no llega a las profundidades que Fosse, pero, diseñada como entretenimiento, cumple cabalmente con su cometido con espléndidos números musicales que se suceden uno tras otro.

Black Swan, dirigida por Darren Aronofsky y estelarizada por Natalie Portman, Mila Kunis, Vincent Cassel y Barbara Hershey, es un thriller psicológico que entreteje una renovada versión de la historia de El lago de los cisnes con la paulatina pérdida de la cordura de su protagonista.

El ballet original cuenta la historia de amor entre Odette, quien ha sido condenada a ser un cisne –blanco– durante el día por el malvado mago Von Rotbar, y el príncipe Sigfrido. La maldición sólo podrá ser rota por el amor y fidelidad de un hombre. Von Rotbar interviene en la relación haciendo aparecer a su hija Odile –el cisne negro– como si fuera Odette. Los finales son modificados según los intereses de los coreógrafos que han montado la obra.


El cisne negro

En Black Swan, el coreógrafo (Cassel) está produciendo una nueva versión en la que los “cisnes” son hermanas. El simbolismo de los colores blanco-negro y el carácter que esto implica son evidentes: Odile hará lo posible para evitar el amor de su hermana con el príncipe, lo que propulsará el suicidio de Odette. Más allá de la trama–en la que no se aclara el papel de Von Rotbar en el asunto, por ejemplo–, lo que importa es la caída al vacío de Nina (Portman), quien ha sido elegida para representar ambos papeles, tal cual se hace en las versiones tradicionales.

Nina tiene una madre que alguna vez fue bailarina y que está viviendo una realización propia a través de la exitosa carrera de su hija; conoce a Lily (Kunis) con quien establece una peculiar amistad, pero quien implica una amenaza para conservar su papel; el coreógrafo le exige en demasía para que adopte la personalidad de Odile y no sólo la de Odette. Estas circunstancias, entre otras, hacen que la personalidad esquizo-paranoide de Nina entre en una espiral en picada, de la que los espectadores sólo son conscientes hacia el final del filme.

Black Swan expone los enfermizos límites a los que se puede llegar en la búsqueda de un ideal; de hecho las últimas palabras de Nina son:  “Fue perfecto”. Una película oscura e indeleble sobre el oficio dancístico de concierto.