Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 23 de enero de 2011 Num: 829

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Los sueños
Alejandro Rosen

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

Mandela: libertad
y humanismo

Leandro Arellano

Manuel Ulacia,
poeta del tiempo

Raúl Olvera

Claude Lefort: la democracia, negación
del totalitarismo

Sergio Ortiz Leroux

Leer para escribir la vida
Luis Enrique Flores entrevista con Mónica Lavín

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Manuel Stephens

A Chorus Line

La cantante, bailarina, actriz, productora y todo lo que se pueda sumar, Madonna, ha protagonizado dos documentales sobre el proceso de montaje de sus espectáculos y giras: Truth or Dare de 1991 (en español En la cama con Madonna) y I’m Going to Tell You a Secret de 2005 (Les contaré un secreto). Este último fue dirigido por Jonas Akerlund y fue nominado a los premios Grammy como video musical de larga duración. La “reina del pop” se ha distinguido por ser una innovadora en varias áreas –recordemos, por ejemplo, el libro de arte Sex y sus dieciséis libros de cuentos para niños–, de igual manera es una performer completísima y camaleónica.

Antes de incursionar en la música, Madonna inició su formación como bailarina en la Universidad de Michigan (en donde, como dato curioso, estudió Duane Cochran, pianista solista de la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México y coreógrafo del grupo Aksenti, así que en algún momento compartieron el campus).

En I’m Going to Tell You a Secret, cuando el espectador ve la escena de las audiciones de bailarines para el Re-Invention Tour (Gira re-invención), tras un proceso agotador no todos son favorecidos con integrarse a la compañía (pienso también en la enorme frustración de los intérpretes del que sería el último espectáculo de Michael Jackson, quienes no llegaron a dar una sola función por la inesperada y controvertida muerte del cantante, de los mejores bailarines de la historia). Uno de los bailarines se sume en el llanto por la decepción de no haber sido aceptado. Madonna se percata de esto y hace un comentario en el sentido de que –me parece y parafraseo–, la vida de los bailarines es “miserable”.

Por supuesto, la cantante se refiere a la altísima demanda física y la encarnizada competencia que se da en lugares como Broadway y con artistas de su talla. Si mal no recuerdo, el bailarín es finalmente recuperado para participar. La tensión de las audiciones más las pocas oportunidades de integrarse a una obra de alto nivel y de producción es una situación a la que tienen que enfrentarse cotidianamente los bailarines en Nueva York.

La compañía ocesa ha realizado una encomiable labor para revivir el teatro musical en nuestro país. Con sede en el Centro Cultural Telmex, lo que implica tener un espacio a disposición permanente, esto les ha brindado seguridad y permitido seguir produciendo desde 1997.

A Chorus Line (1975, La línea del coro), ha sido un suceso de crítica y público desde su estreno. De la autoría del también bailarín y coreógrafo Michael Bennett, el personaje director de la obra genera un proceso de introspección en los personajes que están audicionando para un nuevo espectáculo para el que quiere un elenco armónico, incluso a nivel personal y psicológico. Bennett grabó horas de pláticas sobre las experiencias de sus colegas, logrando caracterizar a los personajes desde la postura que asumen en “la línea”, con lo que el espectáculo está estructurado como una serie de monólogos que alternan con los números danzados y cantados.

La producción es del más alto nivel: orquesta en vivo, un diseño de iluminación calculado y efectivo de principio a fin. Lo único que hay que objetar es lo plano en el tono siempre gritado y falsamente agresivo del actor que interpreta al director de la obra, que además se magnifica con el uso del micrófono, lo que resulta sumamente molesto.

Asimismo, los bailarines sobresalen más por su calidad vocal en el canto. Con destacadas excepciones, éstos se muestran débiles en las coreografías que requieren de un desempeño técnico, sobre todo en las combinaciones de ballet (rodillas dobladas, pies flojos, pocas extensiones y saltos). Afortunadamente, estas combinaciones son las menos y, por el contrario, brillan en las coreografías basadas más en el estilo. Las coreografías de Bennett comparten elementos con las de Bob Fosse y Jerome Robbins, pero se acercan más a este último.

En las últimas escenas un bailarín se lesiona durante el ensayo, lo que provoca una discusión, revisión de conciencia y de la fragilidad que permea una profesión como la danza: “lo que hacemos por amor” la conclusión. La emblemática escena final con toda la compañía con trajes dorados y sombreros es inolvidable.

A Chorus Line, ganadora de numerosos premios, entre ellos nueve Tonys y el Pulitzer al mejor teatro, con 6.6 millones de espectadores sólo en su temporada inaugural, es una oportunidad de ver lo mejor de un clásico universal de la comedia musical en México.