Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 23 de enero de 2011 Num: 829

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Los sueños
Alejandro Rosen

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

Mandela: libertad
y humanismo

Leandro Arellano

Manuel Ulacia,
poeta del tiempo

Raúl Olvera

Claude Lefort: la democracia, negación
del totalitarismo

Sergio Ortiz Leroux

Leer para escribir la vida
Luis Enrique Flores entrevista con Mónica Lavín

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Hugo Gutiérrez Vega

La poesía griega contemporánea (IX DE X)

Dice Livaditis: “Tal vez habría escrito las cartas más bellas, modelos de sinceridad y estilo, si mi amigo Jacobo hubiera decidido morirse. Pero desafortunadamente, este detestable compañero vivió durante muchos años. ¿Cómo puedes hacer así una carrera?// Hasta que un día, milagrosamente, se murió. Regresé del cementerio a toda prisa, listo para sumergirme en el trabajo, pero al entrar en la habitación me quedé estupefacto: sobre la mesa encontré una carta de Jacobo que leí llorando. Era magnífica.// El bruto se me había adelantado ¿o era yo acaso el muerto?”

Ahora los jóvenes griegos se entusiasman con la poesía de Livaditis. No la memorizan porque su música es difícil y alejada de los modelos más populares. Su tono dulce, su manejo de las contradicciones, el autosarcasmo sin concesiones y la ironía son sus constantes. No la memorizan, pero la leen, la comentan y forma parte de sus vidas. ¿Qué más puede pedir el poeta?

“Para qué necesito la imaginación, pensaba. Todos los días los periódicos dicen tantas cosas inquietantes... Desde entonces estoy tranquilo, me lavo los dientes en la noche y tomo mi somnífero con un poco de leche, como lo ordenó el médico.// Y en la mañana, fresco y descansado, doblo mi sábana como después de una ejecución.”

Nikos Karouzos, otro de los poetas más leídos por las nuevas generaciones, nació en 1926 y murió en 1991. Estudió derecho pero se dedicó a la corrección de pruebas y a la traducción. Excéntrico y autodestructivo, su vida se fue apagando poco a poco en las calles de Atenas mientras su soledad crecía todas las noches.

Karouzos es un poeta bien arraigado en la tradición griega, la mitología y los grandes arquetipos. Moderniza a su manera ese rico caudal y así demuestra su permanente validez. Al mismo tiempo, es el poeta de la Atenas de la segunda mitad del siglo pasado, el que recoge todas las contradicciones de la vida urbana y da testimonio de los cambios, pero, sobre todo, de lo que no cambia en la vida de la ciudad: “Tenía un amor/ se perdió/ lo cercaron pasiones del tiempo/ y sin embargo algún día/ creo que nos reuniremos en lo alto/ en el polvo del éter./ Tiene una flor en el cabello/ son de pesadillas sus ojos y arrastran./ Pero yo con la fuerza del inocente/ a los peligros/ asciendo./ Tenía un amor/ ahora viaja lejos/ y se llenó la luna de aves amarillas./ Tiene una flor/ y trae/ sueños a mi sueño en ruinas.”

Karouzos conoció las madrugadas enfermas de la ciudad y, entre callejas sucias y horribles edificios, vio, en la primera, luz, el perfil solemne de la Acrópolis. Poeta humano, demasiado humano, entregó a su ciudad un amor doloroso, irremediable: “Atenas espectral en el alba de invierno/ quién pesará nuestro dolor/ días/ noches/ horas lluviosas/ cuando nos cerraba el silencio como viejas ventanas/ sin los árboles/ sin un beso de mujer/ días/ noches/ horas lluviosas...// Espero el aliento que abre la vista/ el poeta florece/ no persigue las palabras/ tiene como la flor un destino/ es el involuntario/ viene la lluvia humedece la tierra el sol/ vendrá y la noche vendrá y el día/ y siempre la luz.”

Karouzos, como muchos poetas de su generación, vive la nostalgia de la serenidad que manaba de las fuentes del pensamiento filosófico de la Grecia clásica. Estuvo, además, cerca de los neoplatónicos, especialmente de Gemistos Pleton, que, desde las torres de Mistrás y viendo hacia Florencia y Bolonia, intentaron recuperar la serenidad de la mente filosófica.

(Continuará)

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