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Las transformaciones han de ser obra de los excluidos

Las privatizaciones desmantelan al Estado y lo hacen inviable

En La crisis de las utopías recorre los fracasos y decepciones de los procesos revolucionarios del siglo pasado en escenarios donde fue actor y testigo de primera línea. Lejos de ser un libro del desencanto, reivindica la necesidad de derrotar el orden neoliberal

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En lo único que cree hoy la clase en el poder es en la eficacia de lo privado. Por eso, una de las demandas importantes de la oposición es la lucha por la recuperación de lo público, señala el escritorFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Jueves 2 de diciembre de 2010, p. 18

Las utopías –aun cuando siempre queden a medias o fracasen, como ocurrió con los modelos de ese tipo del siglo XX, son el motor que alienta los avances de la historia; son el horizonte que tienen los hombres de cualquier época. Y en estos tiempos, la posibilidad de las utopías se ha desplazado a América del Sur y se mantiene viva en Cuba, según la tesis desarrollada por el intelectual Víctor Flores Olea en su más reciente obra, La crisis de las utopías.

En entrevista, el autor habla de la revolución cubana y de lo que, según intuye a partir de las recientes Reflexiones de Fidel Castro, es una autocrítica del dirigente retirado al haber creído que el socialismo podría construirse en un lapso tan breve como el de una vida humana.

Habla también de Venezuela, donde se desarrolla un proceso demasiado personalista y donde no basta con decretar el socialismo del siglo XXI para lograrlo. Y de México, donde un gran movimiento opositor ciudadano reivindica la utopía de rescatar el espacio público de una visión de Estado que ha desmantelado todo, en aras del espacio privado como única realidad posible.

Se refiere, a propósito del enigma que representa China para el mundo, a lo que describe como la traición de las ideas originarias del socialismo chino, que hoy es un modelo capitalista conducido por el partido único, comunista, donde subsisten todas las contradicciones derivadas de la explotación del trabajo humano y la práctica de clases sociales con diferencias abismales.

El grueso del nuevo ensayo de Flores Olea –politólogo, diplomático, promotor cultural y fotógrafo, entre las muchas ocupaciones de su fructífera trayectoria– recorre los fracasos y decepciones de los procesos revolucionarios del siglo pasado, en escenarios donde fue actor y testigo de primera línea: director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la crítica primera mitad de los años 70; embajador ante la Unión Soviética y la UNESCO; subsecretario de Relaciones Exteriores durante el brillante periodo de la diplomacia mexicana bajo la dirección de Jorge Castañeda de la Rosa.

Sin embargo, no es un libro del desencanto. Por el contrario, concluye reivindicando la indispensable necesidad del ser humano del siglo XXI de concebir nuevas utopías para derrotar el orden neoliberal que pretende imponerse como única realidad posible. En la actualidad, el camino de las transformaciones parece ser diferente (...) Las transformaciones han de ser obra de la intervención de todos los explotados, marginados y excluidos de la sociedad nacional y su globalización, que desbordan por mucho los límites del proletariado clásico (...) En ese horizonte son sin duda posibles las utopías concretas.

La revisión histórica de Flores Olea, que empieza con Marx, Lukacs y Gramsci, culmina con un repaso crítico de las ideas del Foro Social Mundial y su premisa otro mundo es posible, pasa por la alternativa que hoy representa el BRIC (el frente de potencias medias Brasil-Rusia-India-China) como opción ante el desplome del Movimiento No Alineado y desemboca incluso, en el caso de México, en el levantamiento zapatista de 1994.

Más allá del lapso histórico de una vida humana

En este gran trazo del escritor de 78 años (cuyas aportaciones al pensamiento de la izquierda incluyen en los años 60 las traducciones de obras clave de Charles Bettelheim y Frantz Fanon) se aterriza finalmente con un análisis detenido de los procesos bolivarianos de Venezuela y Bolivia. Y de la resistencia de medio siglo de Cuba.

–¿Que lectura hace de la reiterada afirmación de Fidel Castro de que el socialismo en Cuba podría autodestruirse? ¿No ve que arribe a una situación similar a la de China, un partido comunista administrando un modelo capitalista?

–Siento que a Fidel, en su interior profundo, le ha surgido la tremenda duda: si su equivocación no fue pensar que podría lograr la consolidación de un socialismo en un tiempo histórico muy breve –el lapso de una vida humana– tan sólo con el hecho de abolir la propiedad privada. Los comunistas cubanos hoy están viendo que lograr su utopía es un proceso mucho más complicado: cambio de educación, de cultura, de valores, de convicciones. Hay un sentimiento de autocrítica. Lo bueno es que hay correcciones como las que se están haciendo, al volver a empresas privadas como algo normal, entendiendo que los hombres pueden hacerse cargo de sus propias necesidades sociales.

–Y el proceso chavista de Venezuela ¿perdurará, a pesar de que parece la revolución de un solo hombre?

–Sí, es un régimen demasiado personalista. No basta decir: hágase la revolución del siglo XXI. Lo puede dejar planteado como una aspiración, pero implica una revolución mucho más profunda, de toda la sociedad.

“Ése ha sido el principal punto flaco de las revoluciones actuales, no percibir que se trata de procesos históricos mucho más amplios. Pero tampoco hay que perder de vista que en América Latina estos procesos están bajo el asedio constante de Estados Unidos, el cual no se olvida de que aquí tiene a la mano la opción militar. América Latina está en las cuentas de reserva del capitalismo estadunidense, con los yacimientos petrolíferos y acuíferos del continente. Para eso se han abierto nuevas bases militares y se moviliza la Cuarta Flota.

No hay que olvidar que aquella famosa frase de Hillary Clinton al hablar de la insurgencia del crimen organizado fue pronunciada por la secretaria de Estado de Estados Unidos. Eso nunca es casual, es una frase muy trabajada desde los sistemas de planificación y análisis de su gobierno, empezando por el Pentágono. Sin duda el concepto está en su ruta de prospectivas para la desarticulación del Estado mexicano mediante una intervención de tipo armado. No es una discusión meramente teórica. Lo mismo cuando hablan de un Estado fallido. No son frases de intelectuales ni ocurrencias de algún funcionario.

–¿Cómo se sitúa México en ese mapa?

–El gobierno mexicano ha renunciado a todos los mecanismos que puede tener el Estado para enfrentar una situación así. A eso responden las privatizaciones del agua, la electricidad, el petróleo. Todo esto desmantela al Estado y lo hace inviable. En lo único en lo que cree hoy la clase en el poder es en la eficacia de lo privado. Por eso, una de las reivindicaciones importantes de la oposición es la lucha por la recuperación de lo público.

–¿Dónde se ubica esa oposición, en qué fuerzas políticas?

–No quiero ponerle nombre propio. Las transformaciones latinoamericanas son obra de movimientos populares, no de partidos. Cuando hablo de oposición hablo de muchos variados sectores sociales que repudian la forma como el gobierno se ha doblegado ante los intereses privados. Pero por supuesto que Andrés Manuel López Obrador significa una punta de lanza y quizá en un momento electoral pueda implicar la suma de muchos sectores que ahora no se reconocen lopezobradoristas.

La crisis de las utopías, publicado por la editorial Anthropos de la Universidad Pública de Navarra, se presenta este jueves 2 de diciembre al mediodía en la Torre II de Humanidades de la UNAM.