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Una vida por el arte de México

A mis 90 años ya no debo pedir para volver a empezar, expresa a La Jornada

Al pueblo se le debe dar cultura bien hecha: Guillermina Bravo

Nuestro colegio forma intérpretes que pueden bailar 30 años sin estar deteriorados, indica

¿Con qué bailarines conformará el gobierno federal una compañía nacional de danza?, pregunta

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Guillermina Bravo y Sergio Morales leen La Jornada, el jueves, en QuerétaroFoto Mónica Mateos
Enviada
Periódico La Jornada
Sábado 13 de noviembre de 2010, p. 2

Querétaro, Qro., 12 de noviembre. Sin asomo de duda, con voz de roble, Guillermina Bravo, a unas horas de cumplir 90 años de edad, afirma: No sé exactamente qué fue lo que me enamoró de la danza, pero sí sé que hubo una maestra básica en mi vida llamada Waldeen, quien me dio la visión más clara de lo que podía hacerse y decirse con esta disciplina. Pero el porqué de la entrega, del pacto sellado que tengo con la danza, está difícil saberlo.

Sonríe de manera tenue. Por un momento su mirada se vuelve al pasado, tratando de hurgar, quizá, en la infancia en su natal Chacaltianguis, para descubrir aquel primer instante en que Terpsícore la atrapó: Creo que es por los genes. Debo haber tenido algún bisabuelo danzante en Veracruz, ¿verdad?

La entrevista con La Jornada se desarrolla en el Colegio Nacional de Danza Contemporánea, en su oficina de siempre, que en realidad es una mesa con ruedas y cuatro sillas colocadas en uno de los pasillos de la escuela, a petición de ella.

Ahí es donde le gusta trabajar, dice el maestro Miguel Añorve, uno de sus más cercanos colaboradores, cofundador de la institución que desde 1991 ha visto egresar a muchos de los mejores bailarines que ha tenido y tiene México.

Ahí es donde, luego de revisar los diarios y las felicitaciones que le han llegado los recientes días, la maestra Bravo indica a la reportera qué silla debe ocupar: Ahí, para que pueda verte a los ojos: a los periodistas me gusta hablarles siempre de frente.

El mercado de la televisión

Y es ella, la maga, la hechicera, el roble de la danza nacional, quien inicia la conversación: “Ya dije todo lo que he tenido que decir en mi vida, ¿de qué quieres que hable?, ¿qué quieres saber de mí?

–De todo lo que significa para usted su profesión, de lo generosa que ha sido.

–Lo comparto contigo encantada, pero ahorita no tengo más qué problemas: ¿qué vamos a contar? Tengo uno que quisiera que supiera la gente: a mis 90 años ya no debo estar pidiendo para volver a empezar, ¿comprendes?, y las autoridades que están en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y en el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) no saben eso, o no quieren saberlo. Pienso que no lo saben.

“A los 90 años necesitaba morirme, cuando yo quiera morirme, pero a gusto, sabiendo que aquí hay una escuela como no existe otra en México, porque es un colegio de especialización, tiene todas las materias de un bachillerato de humanidades, se imparten varios tipos de técnicas, a la par de su técnica medular que ha sido siempre la Graham, pero no para hacer la carrera básicamente en esa técnica.

“La especialización con la que nosotros construimos los cuerpos de los estudiantes es muy importante para el país, porque los bailarines que salen de aquí, que llegan a licenciarse, son bailarines que pueden bailar 30 años sin estar deteriorados, no como los formados en meses o dos añitos que en poco tiempo ya no pueden seguir bailando.

No es posible que se cierre esto, no hago sino preguntarme si hay qué comer, si no hay, cuántos maestros son, cómo se les paga. Cortan (el presupuesto) sin darme aviso antes.

–¿Cuándo empezó esta crisis?

–Al cambiar las autoridades. Habíamos estado bien hasta Saúl Juárez (director del INBA de 2002 a 2006), no se había cortado nada. Este dinero yo lo vengo trabajando hace 60 años. No creas que lo pido así nada más. Trabajé 20 años sin ningún recurso del estado, no había becas, absolutamente nada. Después de 20 o 25 años empecé a tener un poco, y otro poco, y otro poco, y así, año con año, mejorando. Me parece que esta mal distribuido (el presupuesto).

–Existe un proyecto del gobierno federal para conformar una compañía nacional de danza contemporánea.

–¡Ojalá la hagan!, pero muy bien hecha. ¿Cómo la van a hacer? ¿Con qué bailarines? ¿Con qué técnicas? ¿Con qué espíritu? Eso es lo más difícil de encontrar. ¿Para bailar cualquier cosa o van a hacerla con un camino? ¿O con varios, pero serios? ¿Qué mercado está? El de la televisión. No podemos competir con eso.

Mira, hay dos culturas: la que va de Televisa hacia tal lado y la nuestra que va hacia el otro lado. Lo cual no quiere decir que no podamos llegar al pueblo. Cuando se le puede dar al pueblo nuestra cultura la acepta perfectamente, si se le da bien hecha.

De la mano de Waldeen

Guillermina Nicolasa Bravo Canales nació el 13 de noviembre de 1920 en la cálida y húmeda región del Papaloapan, en Chacaltianguis, Veracruz, entre el olor de artesanías de madera y la música de danzoneros.

A mediados de los años 30 del siglo pasado fue discípula de Nellie y Gloria Campobello, entre otros ilustres mentores. Pero fue en 1939 cuando conoció a la ya le-

gendaria Waldeen (Dallas, Texas, 1913-Cuernavaca, Morelos, 1993), quien la enganchó de lleno a la danza. Al año siguiente, su participación en la obra La Coronela, realizada por su querida maestra, fue un parteaguas en su vida.

A partir de entonces llenó los escenarios con ese brillo de perfección que, una década después, la llevaría a fundar el Ballet Nacional de México (1948), en colaboración con Josefina Lavalle, para recorrer el mundo con un solo fin: mostrar que en el país era posible la excelencia dancística.

Sus primeras coreografías fueron catalogadas por los críticos de nacionalistas, luego vinieron los temas sociales, los mágico-rituales tomados de mitos indígenas, composiciones para solistas, piezas sobre el amor y la muerte, sin olvidar las propuestas didácticas.

Con el apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de México, Bravo fundó en 1970 el Seminario de Danza Contemporánea y Experimentación Coreográfica. Impartió cursos y conferencias en el país y el extranjero. Es autora de 57 coreografías y entre las más memorables figuran: El paraíso de los ahogados (1960), Juego de pelota (1968), Sobre la violencia (1989) y Entre dioses y hombres (1991).

El enorme trabajo que ha realizado durante décadas cristalizó con la apertura hace 19 años del Colegio Nacional de Danza Contemporánea, con sede en Querétaro, donde se imparte, además del bachillerato en humanidades, una licenciatura con cinco especialidades: ejecutante de danza, docencia, coreografía, investigación y producción escénica.

Es en esa escuela, donde preparan las obras que presentarán en sus instalaciones este sábado y domingo en honor de Bravo, donde la maestra acepta, después de mucho pedírselo, hablar con La Jornada.

Los alumnos, antes de entrar a sus clases, pasan a saludarla: ¿Ves?, vengo nada más a que me den besos, dice la coreógrafa con un guiño cómplice, mientras hace a un lado su inseparable cajetilla de cigarros. Da un sorbo a su café expreso. Suena el rumor de la máquina de oxígeno que utiliza de manera permanente.

Celebración en su escuela

Con un dejo de desilusión explica que ha rechazado peticiones de entrevistas, porque no le gusta darlas por teléfono y son varios los medios que así se lo solicitaron: ¿Por qué no vienen? Ya saben que aquí estoy. Ahora ya no quiero hablar con nadie. En el colegio estoy tres o cuatro horas, quizá cinco, pues tengo un grupo de colaboradores que se encargan de todo. Luego, en mi casa, con mi música, mis libros, mi televisión. Así me la paso entre las dos cosas.

–¿Cómo va a festejar su cumpleaños? ¿Va a ir a las celebraciones que le preparan sus estudiantes y colaboradores?

–Es que no puedo. No puedo estar mucho tiempo sin el respirador ni caminando. Me tengo que apoyar todo el tiempo en un brazo fuerte o en dos, porque caminar sola me es difícil, me veo mal. Entonces prefiero ir con dos brazos fuertes. Ya veremos.

–Se ve usted espléndida.

–Estoy viejitita, y estoy deprimida por todo esto. Pero ojalá se solucione, para no tener que convertir el colegio en un cuartel, porque es lo que harían con los salones. Pero no pasará.

–¿Cuántas compañías de danza contemporánea han salido de su colegio?

–Tres. Una es como un laboratorio. Por eso se trata de una escuela costosa porque, mira, vienen a las audiciones 35 jóvenes, de los cuales se quedan 25 porque los demás no tienen ritmo o coordinación, algo horrible les pasa. Pero se reciben tres, porque cuando acaban el bachillerato, después de tres años, creen que ya saben bailar.

Sí saben bailar, pero cosas sencillas, y se van a algún grupo, no los dejan terminar la carrera. Y como no tienen dinero se van a trabajar. Para ellos es difícil estar en una compañía estudiantil. Algunos de ellos, por ahí, pueden salir premiados con una beca, pero no todos.

–¿Qué le parecieron los festejos del bicentenario?

–No vi ni un insurgente. No aparecieron. Había de todo en esos carros alegóricos, pero no los insurgentes.

–Fue un festejo caro. En las celebraciones se han invertido casi 3 mil millones de pesos.

–¡No puede ser, estás exagerando! ¿Cómo sabes eso?

–El gobierno federal lo informó.

–Pues, además están corrompiendo el gusto del público. Aplaude todo nuestro pueblo. Pobre pueblo. Eso es todo lo que tengo que decirte.