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Hizo eclosión a raíz de la guerra entre cárteles criminales y fuerzas federales en 2006: observadores

Cuernavaca: de ciudad de la eterna primavera, a capital de la violencia

Incertidumbre, el sentir de residentes, vendedores, empresarios inmobiliarios y restauranteros

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El pavor ante la inseguridad ha acabado con la vida nocturna... y la diurna. En restaurantes famosos del centro de Cuernavaca los clientes simplemente no aparecenFoto Carlos Ramos Mamahua
Enviada
Periódico La Jornada
Domingo 17 de octubre de 2010, p. 28

Cuernavaca, Mor., 16 de octubre. Su gente lo dice: Cuernavaca languidece, está enferma. De ser un paraíso, una ciudad con personalidad para quienes la habitan y aquellos que por muchos años la han visita- do por el gusto de disfrutar sus rincones arbolados, el clima, las mariposas blancas y el olor de la guayaba, hoy la capital de Morelos muestra un aspecto muy distinto.

En ese ambiente, al recorrer sus calles puede observarse también un ánimo de depresión social, explicable a partir de una realidad cotidiana y contundente: el miedo, el pavor ante la inseguridad y la violencia.

Los restaurantes que se han abierto en las calles de moda como Plan de Ayala o Río Mayo se ven vacíos; otro tanto ocurre con las cafeterías de los mismos rumbos; sólo al caer la noche hay atisbos de entusiasmo juvenil el cual decae temprano porque aquí se acabó la vida nocturna y ya casi nadie va de antro.

En el centro, la escena no es muy distinta. Las familias salen temprano a pasear con sus hijos al zócalo, al jardín Borda o al parque de Chapultepec, pero todas se recogen a buena hora.

Muchos capitalinos han dejado de venir aquí los fines de semana. Antes se ufanaban de contar con casa en Cuernavaca; hoy un buen número de ellos andan en busca de algún postor al cual vendérsela.

Se trata de las famosas viviendas de descanso que adornan una ciudad donde, paradójicamente, cada día se yerguen más edificaciones habitacionales, mientras los defensores del ambiente alertan sobre la acelerada pérdida de áreas verdes y el agotamiento de los mantos acuíferos de la región.

En casas de todos los estilos en numerosas colonias, sobre todo residenciales, proliferan los letreros de se vende, e igual se ha vuelto común cerrar bajo rejas y contratar vigilancia privada para los fraccionamientos y calles antes de libre tránsito. En muchas mansiones se ha instalado concertina (cable de acero con púas) y cercas electrificadas.

Las explicaciones de por qué hoy Cuernavaca vive en esa situación son variadas y complejas. Si bien todos aquí ponen por delante la violencia incontenible que enfrenta la entidad morelense.

Frente a las repetidas experiencias traumáticas de los años recientes, y con mayor fuerza en los últimos meses, en Cuernavaca el lenguaje popular ha rebautizado sus localizaciones urbanas, y ya es común que al fuereño que pregunta por alguna dirección le den como punto de referencia llegar al puente de los colgados....

Aluden de ese modo al viaducto sobre la avenida Diana, a la altura de Plaza Galerías, donde el 9 de abril y después el 13 de julio de este año, los conductores que por ahí circulaban fueron testigos del espectáculo de dos hombres, en cada una de esas fechas, asesinados y pendiendo de sogas.

Lo prestadores de servicios en la ciudad de la eterna primavera igual que el resto de los cuernavaquenses, se desesperan.

Eduardo Winters, restaurantero y ex presidente de la Canirac en la entidad no vacila: “Cuernavaca, y todo Morelos, están enfermos de violencia, de opacidad. Vivimos entre un tiradero de muertos y de colgados. La gente tiene miedo, ya no sale en las noches. Lo peor es que aquí nadie, ningún nivel de gobierno, convoca o toma la iniciativa para remediar el statu quo”.

Sabe de lo que habla. Entre enero del año pasado y agosto del actual, las ventas en el ramo de alimentos han caído 48 por ciento. (Hay sin embargo quienes ubican ese porcentaje en 70, sobre todo a partir de la sicosis causada por rumores de guerras entre bandas que han llegado a imponer virtuales toques de queda en la ciudad).

Winters es propietario de un acreditado lugar de comida italiana. Y mientras se prepara para recibir a los comensales a partir de las dos de la tarde, este hombre que ha echado raíces en Cuernavaca, lamenta: Aquí ya se acabó la viuda nocturna...y la diurna.

Él, como muchos otros, ubica otro elemento en la debacle de la ciudad: la epidemia de la influenza A/H1N1 registrada a partir de finales de abril de 2009. Desde entonces esto no se ha levantado, apunta categórico.

Ricardo Rubio Robinson, empresario del ramo inmobiliario, coincide con la percepción general: entre las causas del fenómeno que ha deprimido la vida de Cuernavaca están los múltiples crímenes por ajusticiamiento y demás expresiones de la criminalidad. Pero eso, acota apresurado, ocurre hoy en casi cualquier parte del país.

Y apunta insistente: “Se trata de un efecto momentáneo, perecedero, pero –anima con optimismo– cada quien en su actividad productiva debe defenderse lo mejor que pueda”.

No obstante, la realidad no juega en favor de la vivacidad de este corredor de bienes raíces, pues en la entrevista con La Jornada realizada en su oficina del fraccionamiento Tabachines, Rubio Robinson admite una caída de alrededor de 50 por ciento en la demanda de casas y departamentos.

Establece que hoy la oferta de inmuebles es muy alta debido, en primera instancia, a la crisis económica. Cuernavaca ha sido tradicionalmente un destino para invertir y hoy no existen condiciones apropiadas para ello.

En franco contraste está el triste ánimo de vendedores que atienden, por ejemplo, el antojo más elemental del visitante.

Es mediodía de viernes en el zócalo de Cuernavaca. La amable mujer que vende en el quiosco y se esmera con las escamochas (cocteles de fruta) lamenta la baja persistente en sus ingresos. En el mismo sentido se manifiesta el encargado de una cafetería de cadena extranjera ubicada sobre la avenida Río Mayo.

A nosotros nos pagan bonos cuando alcanzamos determinadas metas económicas. Este año ya no las alcanzamos. De hecho, las ventas han sido menores a 2009. Lo medimos a partir de la Semana Santa cuando estuvo muy bajo el consumo, comenta, mientras fuma un cigarrillo en el área descubierta del establecimiento, precisamente a la hora que, en rigor, debería estar muy ocupado con la clientela.

En el horario del almuerzo, ese mismo día, un recorrido por los famosos comederos de Cuernavaca ofrecía la misma estampa. Uno, especializado en comida argentina, apenas tenía tres mesas ocupadas alrededor de las 4 de la tarde. Los parroquianos simplemente no aparecen.

Observadores consideran que el ambiente de violencia y zozobra que vive Cuernavaca y sus alrededores hizo eclosión a raíz de la guerra entre cárteles del crimen organizado y entre éstos y las fuerzas federales a partir de 2006.

Tierra de ajusticiamientos

Los frecuentes enfrentamientos armados, ajusticiamientos, colgados, decapitados, secuestros, incendios a establecimientos comerciales, extorsiones y demás, se han convertido –como en todo el país– en parte de la conversación cotidiana. Ese fenómeno alcanzó su máxima expresión el 15 diciembre de 2009 cuando el narcotraficante Arturo Beltrán Leyva cayó abatido por disparos de la Armada de México en el exclusivo conjunto residencial Altitude.

Desde entonces, dice la gente, aquí no volvió a haber calma. Todos los días se conoce un nuevo hecho, más sangriento, macabro y escabroso que el anterior.

Además, tampoco la capital morelense dispone de personal policiaco suficiente ni de la infraestructura adecuada para brindar tranquilidad a la población. Dos ejemplos: en toda la ciudad hay instaladas 54 cámaras de video. Hasta hace poco sólo operaban 20.

Y para una ciudad de alrededor de 350 mil habitantes, hay apenas 190 agentes de tránsito divididos en tres turnos, funcionan siete patrullas y 16 motocicletas. Dispone a lo sumo de 500 policías municipales, 88 de los cuales, por cierto, fueron despedidos recientemente con el argumento de no haber aprobado los exámenes de confianza.

Los uniformados no están preparados ni disponen de buen armamento, comenta un ex funcionario del gobierno estatal.

Eduardo Winters es más severo: Entre la población hay sicosis. Aquí se protege al crimen organizado, a los invasores de tierras. Cuernavaca está convertida en un espejo de la realidad del país. Lo peor es que no creo que esto vaya a cambiar; por el contrario, tiende a acentuarse.

Conversador incansable, el restaurantero asegura que mucha gente se ha ido de la ciudad. Se trata sobre todo de quienes han vivido malas experiencias como secuestros, robos, extorsiones... aquí, estoy seguro, los malos hábitos terminarán por comerse a los buenos.

Pero los ejemplos cunden: De la escuela de mi hija se fueron el año pasado 20 alumnos pues sus familias dejaron la entidad..., comenta afligida una ama de casa.

Rubio Robinson sin embargo porfía: “No hay que llegar a las medidas drásticas y sí, en todo caso, adquirir mayor conciencia ciudadana. No nos estamos yendo los que queremos a Cuernavaca. El país está pasando por una situación difícil pero esto será pasajero. Aquí hay mucho tesón.

Quizá este no es el mejor momento, pero siempre será bueno para el sector inmobiliario. Pero en definitiva no hay un éxodo, se los puedo asegurar.