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Promesas cumplidas y de las otras
Al micrófono y refiriéndose a lo que –luego de unos diez minutos de discurso y otros diez de retraso– los asistentes a la sala cuatro de la Cineteca Nacional el pasado martes 20 estábamos próximos a presenciar, Dinesh Kumar Jain, embajador de India en México, aseguró que al inminente filme, Perineeta, de 2005 y rebautizado al español Mujer casada, podía considerársele algo así como una obra a caballo entre el cine de entretenimiento y el de autor.
Así dijo el excmo. pero, cinco años antes –es decir, cuando dirigió la película–, el realizador Pradeep Sarkar ya lo había desmentido. O puede que no tanto si, como bien podría suceder, conceptos como “cine de entretenimiento” y “cine de autor” sean en India todavía más relativos, más difusos y estén más confundidos de lo que a veces llegan a estar desde la perspectiva de este Occidente nuestro tan hasta la médula permeado, en primera instancia, de una historia del cine que siempre ha elegido prescindir, para sus consideraciones fundamentales, de lo antes poco y ahora muchísimo que se filma en latitudes orientales del mundo, y en segunda instancia de un aparato crítico-analítico basado, en términos prácticamente absolutos, en cánones y lineamientos teóricos emanados del cine occidental, alimentados de, referidos a, y reforzados por dicha cinematografía.
BREVIARIO BASTANTE BREVE
Para quien lo desconozca: bollywood es la palabra con la que, de un tiempo a esta parte, se ha dado en designar al cine producido en India. Así, genéricamente, aunque en los hechos y como es natural, no toda esa filmografía, tan abundante que ronda el millar de películas al año, posee las mismas características ni está hecha con idéntica intencionalidad. Empero, Bo –por la ciudad de Bombay, que es donde la industria fílmica india mejor ha florecido, y –llywood por la mal llamada Meca del Cine, el sustantivo hace buena síntesis de lo que ofrece la parte mayoritaria de este cine, de lo cual Perineeta pareciera ser un ejemplo inmejorable. A despecho, es preciso insistir, del encomio diplomático que prometió una mixtura compuesta por aquello que, urbi et orbi, puede y debe ser considerado mero pasto masivo para el entretenimiento, más una porción o al menos una pátina de aquello otro que, disquisiciones aparte, cabe identificar como la propuesta creativa, personal de un autor, donde “personal” indica al menos una perceptible voluntad de alejamiento de los lugares comunes, los clichés y los convencionalismos de tratamiento formal que suelen ser el santo y seña de los géneros cinematográficos.
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PROMESA (POR DESGRACIA) CUMPLIDA
Así pues, desde la perspectiva de sus promotores, conocedores y degustadores, puede ser que Perineeta posea, en alguna zona de su pietaje, algo que Todomundo en India tiene a bien considerar fuera del canon bollywoodense, pero lo que este juntapalabras vio no fue sino un muy pobre melodrama romántico –chico conoce chica, crecen, se enamoran, pero su amor vive una y mil dificultades para realizarse–, descerrajado al más puro estilo telenovelesco mexicano, epitelial en lo narrativo, preciosista fotográficamente hablando, cuya mínima nuez anecdótica no debería rebasar los veinte minutos cuando mucho, exactamente como le sucede a cualquier culebrón, hecho en el país que el lector elija.
Al hablar de Bollywood suele decirse, no sin desafecto, que sus filmes consisten precisamente en lo antedicho –trama escueta y más que trillada–, a lo que debe agregarse una cantidad, entre más grande mejor, de canciones y danzas porque, sigue diciendo el detractor, en India no hay película que quiera gozar del favor del público que ose prescindir de dichos elementos, quizá un poco a la manera del peor cine mexicano de la tildada época de oro, en el que los gorgoritos malsuplían al argumento, vaciándole las entrañas, pero bien que llenaban las salas, el ojo y el oído del espectador previamente acostumbrado a recibir precisamente eso.
Cuestión de costumbres, tal vez. Cinco títulos más, incluyendo Seeta y Geeta (1972, Ramesh Sippy), que algunos elevan a la categoría de filme de culto, ofrecen la posibilidad de comprobar si dicha propuesta tiene algo, le dice algo a un público poco habituado a la experimentación y a la sorpresa. Para bien o para mal, y más allá del exotismo que Masdeuno tendrá como imán exclusivo, el bollywoodense es un cine vigente, célebre por más que dicha celebridad sea discutible, pero eso sí, definitivamente exitoso. Algo tendrá.
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