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Por el centenario del artista japonés, se abrirá muestra en el Museo Dolores Olmedo

Kishio Murata buscó la paz y la alegría en la música con colores, dice su viuda
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Sueño de niño, 1992, serigrafía de Kishio Murata incluida en la muestra Construyendo una fantasía, que se inaugurará el 3 en el recinto de avenida México 5843, La Noria, XochimilcoFoto Cortesía del museo
 
Periódico La Jornada
Miércoles 30 de junio de 2010, p. a11

Ante la imposibilidad de dedicarse a la música, profesión mal vista por su padre, un severo militar japonés, Kishio Murata se hizo pintor, disciplina en la que logró consolidarse como uno de los principales exponentes del abstraccionismo de ese país oriental.

Sin embargo, nunca logró o no quiso apartarse de ésa a la que desde edad muy temprana asumía como su vocación natural, la relacionada con el arte sonoro, al extremo de asegurar que, más que pinturas, lo suyo era componer obras musicales con colores.

Ése es el testimonio que compartió ayer Mihoko Ishimatsu, viuda del artista japonés, a propósito de la exposición Construyendo una fantasía, con la que el Museo Dolores Olmedo rendirá homenaje por el centenario de su natalicio.

Integrada por 40 obras al óleo y una en serigrafía, la muestra –cuya inauguración tendrá lugar el 3 de julio– forma parte de la política de ese recinto de dar cuenta del trabajo de artistas de gran talento poco conocidos en México, nacionales o extranjeros, así como de los diferentes movimientos artísticos que han tenido lugar en el país y en diferentes partes del mundo.

Así lo aclaró el director del recinto, Carlos Phillips Olmedo, quien resaltó que el caso de Kishio Murata resulta paradójico, pues no obstante que el pintor radicó en México desde 1964 hasta su muerte, en agosto de 1992, aún es conocido aquí sólo por un reducido núcleo.

La obra del pintor japonés se distingue por desarrollar una abstracción más lírica que geométrica, a partir de la técnica de la transparencia, según describió la directora de colecciones del museo Olmedo, Josefina García Hernández, quien ayudó a seleccionar las piezas para la muestra, todas provenientes de la colección particular de la viuda del artista.

Es decir, tiene que ver más con formas intuitivas; cuenta con una iconografía propia, la cual se repite con frecuencia en sus cuadros, pero se ofrece como un lenguaje cerrado, que para muchos no es comprensible, precisó.

Así es el arte abstracto. En él, el espectador no encuentra objetos reconocibles. No hay limitaciones de la naturaleza o del ser humano. Hay la construcción de nuevos objetos artísticos, pero también hay algo mucho más profundo: la construcción de un arte que nos permite una multiplicidad de significaciones, pues es el espectador el que, a partir de sus propias experiencias vivenciales, le da sentido a la obra.

La naturaleza de la vida

En cuanto a la manera de ser de su esposo, Mihoko Ishimatsu indicó que su vida era la pintura, pues desde que se levantaba hasta que anochecía se la pasaba en su estudio, trabajando.

Incluso lo describió como un ser retraído, poco social, y como testimonio recordó que si algo lo animó a vivir en México fue que aquí no conocía a nadie, lo que explica que el autor no formara parte de una escuela ni haya creado alguna, si bien impartió clases en La Esmeralda durante seis años.

Kishio quiso ser músico desde pequeño, compositor, pero no pudo. Entonces, se abocó a la composición de la música con colores. En ella siempre buscó la paz, la tranquilidad, la alegría; él decía que ése era un regalo que nos había dado Dios, refirió.

Los suyos eran sentimientos budistas, siempre pensó en la naturaleza de la vida. Por eso en sus pinturas, si bien abstractas, buscaba retratar la naturaleza, el espacio, porque para él eso era Dios.

Construyendo una fantasía concluirá exhibición en el Museo Dolores Olmedo el 26 de septiembre.