Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de junio de 2010 Num: 797

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El verdadero patriota argentino
LAURA GARCÍA

La pasión de Concha Urquiza
JAVIER SICILIA

Breve antología
CONCHA URQUIZA

Cine y zapatismo
JUAN PUGA entrevista con ALBERTO CORTÉS

Las güeras, de José Antonio Martínez
INGRID SUCKAER

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Hugo Gutiérrez Vega

LA “MANIPULACIÓN” DE LA OPINIÓN
(V DE X)

Lo que resulta verdaderamente interesante es el estudio de los procedimientos más sutiles instrumentados por los medios que han experimentado un progreso importante en sus formas de manipulación. Los estereotipos fomentados por los medios masivos buscan establecer una jerarquía de valores en la que la sumisión, la indiferencia y la aceptación tácita o expresa de la ideología dominante son reputadas como signos inequívocos de una actitud normal, madura, ecuánime, patriótica, leal y sincera. En cambio, la discrepancia, la disidencia y aun los simples desacuerdos coyunturales, aparecen como síntomas de exhibicionismo, de deseos de singularización, de inmadurez o de excentricidad y, lo que es más grave, como prueba de que quien padece tan graves males es un “traidor al servicio de ideologías exóticas” o un posible huésped del hospital psiquiátrico. Este programa maniqueísta, que se cumple de una manera grotesca, tanto en los países dominados por el orden burgués (y en la desaparecida Unión Soviética) se inscribe, con la fuerza propia de los prejuicios, en la conciencia humana, y tranquiliza a la “mayoría silenciosa” que ve en los dóciles y conformistas a los seres buenos y normales, y en los que ejercen la discrepancia a los malos y perturbadores.

En el caso de los países dependientes, la manipulación adquiere características especialmente complejas. Los controles, que vienen de lejos, buscan la difusión de los modelos de conducta propios de la potencia imperial y proponen planes de crecimiento y desarrollo que se ajustan a la perfección a los patrones en los que se sustenta el sistema imperialista. Los cómplices nacionales se limitan, en la mayor parte de los casos, a difundir la ideología de sus amos, haciendo la necesaria adaptación de los mensajes a las idiosincrasias de sus receptores típicos. Las agencias mundiales del imperialismo estadunidense son los instrumentos principales de este programa uniformador. Será demasiado ingenuo y, por ende, maximalista, afirmar que estas agencias siempre mienten e inventan las noticias. Se puede decir que, salvo en casos excepcionales cuya gravedad coloca el sistema en posición peligrosa, las agencias trasmiten noticias sobre hechos ocurridos. La manipulación está en la forma de presentar la noticia, en la “impregnación” de contenido ideológico que la noticia sufre y en el disfraz de “objetividad limpia y cruda” que adquiere en los laboratorios que convierten al emisor en un ser difuso, en un aparato deshumanizado, sin nacionalidad clara, sin ideología aparente, producto, en suma, de una tecnología milagrosa que funciona al margen y, generalmente, por encima de los hombres que ajustan sus tuercas y accionan sus incontables botones y palancas.

Las primeras víctimas de la manipulación a nivel internacional son algunos periódicos que buscan informar con la mayor veracidad y que, abrumados por el peso y el enorme poder de la maquinaria mundial, procuran refugiar la opinión independiente –o los puntos de vista de sus redactores afiliados a distintas tendencias– en sus páginas editoriales. Resulta sumamente problemático para estos periódicos, enclavados en países dependientes, sujetos a numerosas y variadas presiones, escapar del programa impuesto por la ideología tecnocrática. Sus primeras planas son, a veces, testimonios de una tremenda lucha por encontrar la propia voz en medio de los rumores que llenan el aire de los países que dependen del imperialismo. Estos rumores buscan formar la aldea planetaria de la que habla McLuhan, la “comunidad” creada desde arriba, autoritaria, que obliga a los hombres en su mayoría –y esto es lo más monstruoso– a aceptar con gusto esta obligación de “participar” en lo que Mattelart llama “una superestructura impuesta” por el hermano mayor y sus ayudantes, tanto humanos como cibernéticos.

(Continuará)

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