Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
El más corazonado
JORGE VALDÉS DÍAZ-VÉLEZ
¿Qué sería de nosotros sin Miguel?
ÓSCAR DE PABLO
Las voces y el viento
LUIS GARCÍA MONTERO
Perito en lunas
LUIS MARÍA MARINA
Eterna sombra
MIGUEL HERNÁNDEZ
¿Quién lee a Miguel Hernández?
MARTÍN LÓPEZ-VEGA
Dos poemas
Miguel Hernández en sus tres heridas
FRANCISCO JAVIER DÍEZ DE REVENGA
Llegó con tres heridas...
MIGUEL HERNÁNDEZ
Miguel Hernández, Joan Manuel Serrat: Serrat Hernández
JOCHY HERRERA
Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO
Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA
El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Directorio
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Felipe Garrido
Lágrimas
¿Ahí está todavía? ¿No ibas a tirarla? ¡Te lo ordené!, gritó la intrusa, fúrica, con voz de puerca. Pero, ¿por qué no iba a estar allí? Yo quería verla en ese lugar, cerca de mí. Me gusta abrir los ojos y encontrarme enfrente los ojos de Anacarda, como si estuviera conmigo, a mi lado. Apenas Rubén llegó a mi cuarto sin mirarme, como si yo no estuviera, supe lo que iba a pasar. Cuando llega así yo sé enseguida lo que va a suceder. La intrusa se quedó en la puerta, apoyada en el marco, mirándome sin dejarse ver los hermosos ojos entornados, echando hacia adelante los pechos vencedores, moviendo la cabeza mientras Rubén entraba a la recámara, se deslizaba entre las dos camas, alargaba la mano y se llevaba la fotografía. Primero yo no quise llorar. Ya lo había decidido. Mil veces me dije que nunca volvería a llorar delante de la intrusa. Pero apenas me lo repetí por dentro, para mí, sin mover los labios, se me rodaron las lágrimas y ella me vio. |