Opinión
Ver día anteriorViernes 28 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Remake y auto de fe

P

or mucho tiempo Marcelino Pan y Vino fue la película más taquillera del cine español cuando gobernaba el caudillo por la gracia de Dios. Se convirtió en un clásico del cine infantil y compitió con El último cuplé, la otra película cumbre del franquismo y que consagró a Sarita Montiel. La dirigió Ladislao Vajda en 1954 (Hungría, 1906-1965) y su historia se ubica en Castilla, donde una docena de frailes franciscanos reconstruyen su convento destruido durante la guerra contra la ocupación francesa. A las puertas del recinto un día dejan abandonado a un bebé al que los frailes adoptan y bautizan con el nombre de Marcelino. Se encariñan con él y dejan que haga cuantas travesuras quiere. Es la felicidad del lugar y por eso los frailes se negaron a darlo en adopción.

Lo único que Marcelino tiene prohibido es subir al desván, donde yace una imagen de Cristo crucificado. Pero, curioso como felino, pronto lo hace y descubre la imagen. Al principio le causa terror, pero termina por tenerle compasión y hacerse su amigo: habla con ella, recrea todas sus fantasías y hasta roba de la cocina pan y vino para su nuevo amigo. El niño tuvo así sus apellidos: Marcelino Pan y Vino. Los frailes descubren finalmente que el pequeño se duerme en los brazos de Cristo.

La película recibió elogios sin cuento por la crítica al servicio del franquismo y la Iglesia; tuvo varios premios internacionales y hasta hubo una versión italiana. Su protagonista, el simpático Pablito Calvo, gozó de corta pero merecida gloria por su actuación. Hoy en cambio, a Marcelino Pan y Vino se le encontrarían no pocas connotaciones pederastas, sería un ejemplo de cómo la Iglesia impone su ley e impide que el protagonista lleve una vida normal, con niños de su edad, fuera del convento. En España una película con ese argumento no tendría ya razón de ser, pese a que el franquismo sigue siendo influyente, al grado de llevar ante un tribunal al juez Baltasar Garzón por atreverse a indagar los crímenes del dictador y sus secuaces.

Pero tan ancha es Castilla que llega hasta México, donde ahora se filma el remake de Marcelino Pan y Vino. Ambientada en plena Revolución, con locaciones en el estado de México y Veracruz; es un revolucionario el que intenta quitar el convento a los frailes. El protagonista es Mark Hernández, de cinco años, al que acompañan Jorge Lavat, Alejandro Tommasi y Maya Zapata, entre otros actores. Según Mikel García, uno de los productores del filme: Será una historia llena de dramatismo, adaptada al contexto, el lenguaje y la cultura de México. Esta vez Marcelino tiene una comprensión hacia la muerte. No la enfocamos hacia una película católica, pero sí de acto de fe.

Inexplicablemente, este Marcelino no es parte de los festejos oficiales del centenario de la Revolución.