Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 23 de mayo de 2010 Num: 794

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Diálogo en un cuadro de Magritte
JULIETA PIÑA ROMERO

Dos poemas
ANTONIS DEKAVALES

Los hispanistas rumanos
LEANDRO ARELLANO

José y Andrea Revueltas: de tal palo tal astilla
SONIA PEÑA

Rosalía de Castro, gallega universal
RODOLFO ALONSO

Poemas
ROSALÍA DE CASTRO

Arizona, la xenofobia y la ley
FEBRONIO ZATARAIN

Ley de odio
NATALIA ZAMORANO

Migrantes desaparecidos
AGUSTÍN ESCOBAR LEDESMA

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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Un oaxaqueño en Tijuana

Técnicamente impecable y enriquecida, entre otros aspectos, con la habilidad de Rigoberto Perezcano, su director, tanto para la elección de los actores como para la conducción de los mismos, Norteado (2009), primer largometraje de ficción en el haber de este realizador oaxaqueño, merecía definitivamente ya no se diga mejor suerte, sino cuando menos el trato digno en cartelera que, al parecer, siempre habrá de regateársele o escamoteársele a una producción mexicana. Cancelada en los hechos la posibilidad de dicho trato –a ver para cuándo ley y reglamento cinematográficos que de una buena vez acaben con esta situación–, carteléricamente hablando el filme fue obligado al odioso/injusto/centavero/cuasirracista, pero no por eso menos habitual, período más bien breve de languidecimiento consistente en la programación regañadientésica en salas y horarios que parecerían pensados para desalentar a quien hubiese querido verla, jamás para animarlo o, siquiera, ponérsela fácil.

Quienes tuvieron la suerte de hallarse, todavía programada, la segunda película de Perezcano –la primera es el excelente documental XV en Zaachila, realizado hace siete años–, no pudieron menos que apreciar, de entrada, la constatación de lo que se dice en las primeras líneas del presente texto. La factura de Norteado lo ha hecho merecedor, y no son los únicos, de galardones como la Estrella de Oro del Festival Internacional del Cine de Marrakech, así como una mención especial del jurado, el premio al mejor actor para Harold Torres –en Tesalónica, el protagonista ya había obtenido similar medalla–, y el premio FIPRESCI de la crítica en el Festival Internacional de Cine de Bratislava.

La densidad y la intención del filme arrancan desde el título mismo: en una deliciosa paradoja, “norteado” es como suele decírsele, en México, a todo aquel que ha perdido la brújula, pero no sólo en el sentido meramente geográfico. Estar o andar norteado significa no saber cuál es con precisión el sitio en el que se está, pero también cómo fue que se llegó e incluso cómo salir de ahí, se insiste, no únicamente en el plano físico. El Andrés García de la película, encarnado con elevada verosimilitud por Torres, está norteado en todos sentidos, incluyendo el implícito en el hecho de que la historia tiene lugar en la fronteriza y norteña ciudad de Tijuana. Una Tijuana, por cierto, desprovista del rasgo ahora tristemente distintivo de la balacera sempiterna, el descabezado en un baldío, los levantones y demás, pero no por desdén, insensibilidad o desconocimiento de guionistas y realizador, sino sencillamente porque no es éste un filme que se proponga abordar dicha problemática, como sí lo hacen otras películas cuyas historias también toman asiento en la frontera méxicoestadunidense, mismas que, a su vez, no arrojan luz alguna sobre el tema de la migración con fines laborales, y no por ello resultan “incompletas” o parcialistas.

Proceder de otro modo implicaba el riesgo, parafraseando un conocido refrán, de abarcar mucho y necesariamente apretar poco, amén del potencial tropiezo en algo que, por ejemplo en la narrativa mexicana actual, es un lugar común cada vez más monolítico: dar por cierta una ecuación tipo frontera norte=narcotráfico=violencia=sangre y muerte, en términos tan absolutos que uno acabaría pensando que todos, absolutamente todos los habitantes de aquellas regiones tienen algo directo que ver con la fracasada “guerra contra el narco”.

Sin escamoteos ni edulcoramientos, Norteado da un mentís a la postura narrativa referida en el párrafo anterior. Sus personajes, un oaxaqueño que quiere cruzar al otro lado y que se ve enfrentado a todas las dificultades reales que dicho acto suele conllevar, así como dos mujeres y un hombre oriundos de Baja California, son la gente más de a pie que sea dable imaginar: un aspirante a mojado, una tendera, su joven empleada y un vecino solícito, pretendiente de la tendera y receloso por la presencia, potencialmente amenazante para él, del oaxaqueño.

Como si se hubiera propuesto dramatizar desdramatizando, Perezcano recurre a la levedad, e incluso a un sutil sentido del humor, en la narración de los intentos de García por brincar la barda, entretejidos con los actos de la vida cotidiana que paulatinamente, a la par que el surgimiento de los afectos, va conformando una realidad novedosa para los cuatro, desnorteándolos, por decirlo de algún modo.

Es lamentable que una película así haya gozado de tan poco favor en su paso por la cartelera. Al menos hasta hoy, la Cineteca Nacional exhibe Norteado a las 18 y a las 20 horas, en la sala 6, donde caben sentados ochenta cinéfilos, ni uno más.