Opinión
Ver día anteriorMiércoles 21 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Isocronías

Otra vez Navachiste

C

ampismo, pilates, danzas –árabe, contemporánea, de influencias africanas–, baile popular, poesía, pintura para niños, papiroflexia, taller de teatro infantil, de fabricación (sencilla) de flautas, de grabado, conferencias, escultura, ajedrez, cine, canciones, promoción de la lectura, tambores, performances, tendedero de versos, presentaciones de libros y revistas, taller de caricatura, de retrato…

De pronto, como en broma les dije, ya no parecía tanto festival sino ajetreo cultural –al que nadie, por cierto, estaba obligado, y el cual, exceptuado un conato de bronca que aunque desencadenó adrenalina no pasó a mayores, ocurrió no sólo sin (más) incidentes, sino de manera ordenadísima, aunque eso sí, siempre alegre.

Seguimos hablando de Navachiste, cuyos principales impulsores, Celia Cortés y Antonio Coronado, fuertemente apoyados por Ricardo Baldor y Juan Castañeda (y por muchas más personas, entre ellas los pescadores, las cocineras, los que desde la ciudad de México organizan el viaje ida y vuelta en camión hasta donde se pueda –luego hay que cruzar en panga un trecho de mar–, los diversos artistas, ponentes, etcétera), refrendaron su compromiso, su pasión y paciencia, su atención y soltura, su capacidad de planeación y de respuesta a lo imprevisto. Una edición, la pasada, muy mejorada respecto de la de hace tres años, en la que también tuve la oportunidad, o el privilegio, de participar.

Pero de no desglosarse al menos en parte, el etcétera anotado un poco más arriba sería, injusto con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Sinaloense de Cultura, el ayuntamiento de Guasave, la Universidad Autónoma de Sinaloa y la sección académica de su sindicato, y con la Asociación de Agricultores del Río Sinaloa Poniente, el Grupo Modelo, la Sociedad Rural Tepachoipa, el Molino Hernando De Villafañe y con Reactivos y Productos Químicos, SA.

Desisto, por imposibilidad, de hacer una lista así fuese mínima de creadores e instructores, quienes en los hechos se desenvolvían con la misma camaradería que cualquiera que se imaginara, no creo sinceramente que nadie, solamente público o aprendiz de algo. Navachiste es una comunidad, integrada –ignoro si paradójicamente– por gente siempre participativa pero de pronto contemplativa, de pronto enfiestadísima, de pronto en lo suyo: dormida o en el mar o leyendo o en el regocijo de la pareja o meditando ante los rescoldos de la fogata o con la vista perdida en la sobreabundancia estelar; conformada por una mayoría de jóvenes ávidos de vivir, de sentido, humedecida de sueños, puesta al sereno de sus realizaciones.