jornada
letraese

Número 164
Jueves 4 de marzo
de 2010



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate




La antesala del sueño

Violencia y riesgo para los migrantes centroamericanos en México

En medio del calor de la selva, tras cruzar el río Suchiate, con temperaturas de 35 a 40 grados, las y los migrantes centroamericanos inician una lucha constante contra las autoridades migratorias mexicanas, la policía, las redes del crimen organizado y un sinfín de inconvenientes para alcanzar la frontera con Estados Unidos. Sin embargo, otros factores también amenazan su integridad en su paso por México: la violencia sexual y el VIH.

Leonardo Bastida Aguilar


“Si muriera,?me gustaría que fuera en Honduras”, señala Octavio mientras mira sentado en su cama el patio del Albergue Jesús el Buen Pastor del Pobre y el Migrante en Tapachula, Chiapas. Desde enero se aloja en este lugar tras sufrir complicaciones a causa del VIH en su intento por cruzar a Estados Unidos. Aquí los migrantes enfermos pueden convalecer hasta recuperarse o tener un final. “En Nuevo Laredo me dio una diarrea muy fuerte y ya no pude pasar. Pensaba regresar a Honduras pero llegue muy enfermo (a Tapachula)”, indica. Desde 1996 fue diagnosticado e incluido en programas para personas que viven con VIH (PVV) en EU. Tras salir de prisión en Miami, donde purgó un año por robo, fue deportado.

Diez días en Honduras le hicieron ver que tras más de 20 años de trabajar en EU su vida no era la misma e intentó regresar de manera ilegal. “Me burlé de mi suerte”, admite con resignación. El uso de drogas intravenosas y las relaciones sexuales sin protección son el motivo de su “enfermedad”, como él la denomina. Su mal estado de salud le impidió regresar a su país, por lo que recurrió a los servicios de salud en México. “Me dijeron que mejor me entregara a Migración. Yo les dije que quería hacerme unos estudios pero me respondieron que no había fondos”.

Octavio decidió acudir a las casas para migrantes de esta ciudad. Al llegar le realizaron las pruebas de diagnóstico necesarias para acceder al tratamiento antirretroviral. Sólo espera el resultado de la prueba confirmatoria que fue enviada a Tuxtla Gutiérrez. “Llevo un mes y no hay contestación. Puede ser el último intento, a lo mejor tengo suerte”, indica el originario de Puerto Cortés mientras se recuesta en la cama.

El engaño de las redes de trata
Ciudad Hidalgo es conocida como “La Tijuanita”, al igual que su ciudad gemela en Guatemala, Tecun Uman. Chicas de entre 15 y 17 años, vestidas con diminutos shorts y camisetas escotadas, dan la bienvenida a los clientes de los “centros botaneros”, instalados al lado de la vía del tren. Semitransparentes cortinas permiten vislumbrar al interior del local a otras chicas que aguardan junto a la “rocola” a que algún caballero las invite a bailar, tomar una cerveza o perderse detrás de puertas que dan a los patios traseros de estos locales. La mayoría de ellas son víctimas de las redes de trata de personas, son hondureñas o salvadoreñas y llegaron sin un centavo a este lugar. Muchas practican el sexo por supervivencia e intentarán llegar a EU, algunas otras fueron engañadas y ahora forman parte de redes complejas de trabajo sexual.

“No iba para el otro lado sino a trabajar acá (México). Te traen engañada y uno viene a experimentar. Te dicen que vas a trabajar bien y te meten a otras cosas”, narra Fanny, hondureña de 29 años que trabajó en un centro botanero de La Concordia, Chiapas, y actualmente habita en el albergue. Su prueba de VIH resultó positiva.

“Nunca te dicen que te van a meter a un salón de prostitución y que vas a hacer muchas cosas. Eran personas que conocía”, recuerda con un dejo de tristeza en el rostro mientras realiza tareas de costura. El albergue requiere de fondos para medicamentos por lo que por medio de talleres se enseñan oficios como panadería, costura y computación. Fanny no desconocía las tareas, en Francisco Morazán, su localidad natal, trabajó en la industria maquiladora.

“Cuando no te gusta, protestas. Si él (el hombre que la engañó) quería que le pagara yo le decía que mejor me pusiera a meserear. Trabajé tres meses y me salí. Yo me entregué voluntariamente (a las autoridades migratorias) pero por mi estado de embarazo me quedé”, comenta y explica que fue su pareja quien le transmitió el virus. Meses después perdería al producto cuando se agravó su situación a causa del VIH.

“El 18 de diciembre me puse mal y el 27 me internaron porque tenía fiebre muy alta. Me tenían con los aislados. Pensé que algo estaba raro”. Al conocer los resultados de sus pruebas en el hospital, le indicaron que en este albergue podía hospedarse hasta que mejorara su salud. Le volvieron a realizar pruebas para poder acceder al tratamiento. “Estoy en espera de medicamentos, falta que manden el resultado de la carga viral”, señala mientras su mirada pone atención al trabajo que realiza en una máquina de coser. Ella asegura no haber sido víctima de violencia sexual.

Violencia contra migrantes, 30 por ciento mayor
Diez pesos o cinco quetzales es el precio por entrar a México en una balsa compuesta por cámaras de llanta de tráiler y tablas amarradas. El olor dulce a mango y la tibieza del agua del río Suchiate contrastan con el entorno agresivo de Ciudad Hidalgo, en México. A partir de ese momento empieza un calvario para las y los migrantes centroamericanos que pretenden llegar a EU. El tren no llega a la frontera, las vías fueron afectadas por el huracán Stan, y el ferrocarril sólo llega hasta Arriaga, Chiapas, a 200 kilómetros de la línea fronteriza. Muchos deciden caminarlos en medio de temperaturas de 35 a 40 grados, con poca agua y ningún alimento. La mayoría de estos “pollos”, como se les denomina aquí, provienen de El Salvador u Honduras y llegan a México sin dinero.

“Las violan, les pegan o las matan” señala José Luis, taxista local, sobre la suerte de las y los migrantes al intentar llegar a la terminal del tren. “Este es el camino más violento”, continúa el conductor, quien refiere que muchas chicas que ejercen el trabajo sexual para los traileros o en zonas de Tapachula son centroamericanas, en particular, las hondureñas tienen un alto valor en el mercado y, por eso, “son incluso secuestradas”.

La frecuencia de violencia contra estos migrantes es de hasta 30 por ciento más de lo habitual”, explica a Letra S René Leyva, investigador del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP). Esta situación se agravó desde el año 2000 y hasta la actualidad. “La violencia sexual se ha focalizado en grupos de la población migrante y también donde existe el sexo como un asunto de negociación en el tránsito por México. En esas condiciones ocurre la posibilidad de que los migrantes sean afectados por infecciones de transmisión sexual (ITS) y el VIH”.

De acuerdo con datos de la Encuesta sobre Salud Sexual y Reproductiva en poblaciones móviles y migrantes de Centroamérica y México (2009), dados a conocer por el académico, más de la mitad de las trabajadoras sexuales en la zona provienen de otros países. La mayoría de ellas carece de un estatus migratorio legal.

Este estudio realizado entre más de 200 trabajadoras sexuales muestra que muchas fueron víctimas de violencia sexual. “No hay una respuesta sistemática a estas mujeres. Ellas acuden a una revisión ginecológica periódica pero sin mayor atención. No se les sensibiliza ni les da información sobre ITS y VIH”, comenta Leyva.

Tras dos mediciones, una en Tapachula y otra en Nuevo Laredo, se concluyó que la probabilidad de ocurrencia de violencia sexual en los migrantes durante su paso por México es 3.1 más alta que en los que todavía están en la frontera sur. “En promedio tres o cuatro ataques. En el caso de las mujeres se incrementa a seis”, argumenta el experto.

Tratamientos accesibles para migrantes con VIH
“Hasta 2007 no había una norma explícita que facilitara el acceso a los servicios de salud, en particular a la atención del VIH en las poblaciones migrantes, sobre todo el acceso a medicamentos”, refiere el también asesor del Mecanismo de Coordinación Regional, organismo que forma parte del Proyecto Mesoamericano para el Abordaje Integral de las Poblaciones Móviles en VIH/sida.

A partir de la implementación de este proyecto, respaldado por los centros nacionales de sida de cada país de América Central e instituciones académicas como el INSP, es posible que todos aquellos migrantes que, en su paso por países de Centroamérica o México, requieran de tratamientos antirretrovirales puedan acceder a ellos en los centros de salud de Chiapas o de cualquier nación centroamericana.

El objetivo principal de esta iniciativa es fortalecer la capacidad de Mesoamérica de proveer un abordaje integral del VIH/sida en las poblaciones móviles y migrantes, disminuyendo su vulnerabilidad frente a la infección.

Todos los países (de Centroamérica) han definido a las poblaciones móviles y migrantes como estratégicas para la prevención. Existe un segmento de esta población que tiene el VIH pero no hay una situación de desastre. La prevalencia es entre el 1.5 y 3 por ciento, por lo que es mínima la cantidad de migrantes que viajan con VIH desde su país de origen”. Muchos de ellos son diagnosticados en México. “Como parte de la respuesta se estructuró un modelo de atención”, agrega Leyva, quien considera esta iniciativa como única en el mundo. Estados Unidos y Europa niegan la atención a las PVV inmigrantes y las deportan.

Es necesario desestigmatizar al migrante, el proceso de migración es lo que los enferma”, asevera el investigador, en espera de que el acceso a medicamentos y servicios de salud pública se extiendan a otros municipios del país.

Sala de espera
El 21 de enero Hernán Fuentes Ramírez, médico del albergue, tomó las muestras de sangre que las autoridades sanitarias solicitaron para comprobar que Octavio y Fanny viven con VIH y otorgarles medicamentos. El médico señala a Letra S que las envió aquel día y después de un mes no ha obtenido respuesta debido a que se envían a la capital de la entidad, Tuxtla Gutiérrez.
Sin embargo, el proceso no concluirá al llegar los resultados, “aún falta acudir al Programa de VIH del Hospital General de Tapachula” y cuestiona “¿por qué no se examinan las pruebas aquí en Tapachula, si sólo se envían en promedio 20 muestras al mes?”.

Por el momento, Fanny y Octavio no reciben antirretrovirales, sólo la ayuda que les puede proporcionar el albergue para que su condición de salud no empeore. “En ambos se requiere una prueba confirmatoria para poder tener acceso a medicamentos”, asevera el doctor.

De los cinco teléfonos obtenidos para contactar a las autoridades de la Jurisdicción Sanitaria 7, en ninguno se obtiene respuesta. “Están en un proceso de mudanza”, explica resignado Fuentes Ramírez.

SU B I R



Albergue mexicano atiende a migrantes de Centroamérica

El Albergue Jesús el Buen Pastor del Pobre y el Migrante brinda un hogar en Tapachula a hombres
y mujeres migrantes gravemente accidentados o enfermos.

Olga Sánchez Martínez fundó el Albergue y hoy es presidenta de la Asociación Civil que lleva el mismo nombre. En 2004 recibió el Premio Nacional de Derechos Humano, y en 2009, el Premio de los Héroes de Compasión, que le fue entregado por el Dalai Lama.

El tiempo de estancia en el albergue es ilimitado por lo que se requiere de ayuda económica para poder cubrir todas las necesidades de las personas y comprar medicamentos.

Para ayudar a su manutención, también se realiza la venta de diversos productos. Durante su alojamiento, las y los migrantes aprenden a elaborar cojines, juegos de sábanas, sobrecamas y cortinas. Además se vende café de una cooperativa regional y hamacas elaboradas por personas que se encuentran en reclusión. De igual forma, reciben donaciones en especie como ropa y calzado en buen estado, despensas, medicamentos o material de curación.

Si deseas apoyar económicamente al albergue puedes hacer un depósito a la cuenta de Olga Sánchez Martínez, del banco Banamex, sucursal 0552, cuenta 6999 454; Iban 002133 055206999 4547, con el asunto “Donación Albergue Buen Pastor”.