Opinión
Ver día anteriorMiércoles 20 de enero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Miseria, la normalidad en Haití

Infraestructura destruida

Emergencia sanitaria

D

esde Puerto Príncipe se difunde lo que intenta vestirse de buena noticia: se normaliza la situación en Haití... poco a poco retorna a la normalidad. Sin duda es alentadora, pero la nueva se funda más en el deseo que en la realidad, porque, de cualquier suerte, que Haití regrese a la normalidad no quiere decir más que volver al infierno previo, igual de drástico, pero sempiterno y sin ayuda internacional, que el provocado por el terremoto, es decir, poco a poco retorna a la brutal cuan cotidiana y normal pobreza y miseria en la que históricamente ha sobrevivido esa pequeña nación caribeña.

Se agradece la labor, el esfuerzo, la solidaridad y el ánimo de los organismos, gobiernos e instituciones, y de paso la colegiza internacional enviada a cubrir el terremoto en Haití, que intentan ese retorno haitiano, aunque regresar a la normalidad es permanecer igual que antes del sismo (70 por ciento de la población en la pobreza y la miseria), pero con buena parte del país en el suelo. Más allá del entusiasmo, la tarea de reconstrucción para alcanzar esa normalidad es descomunal. Y la ONU nos ofrece un adelanto de la titánica tarea, de la que, también poco a poco, la comunidad internacional se retirará para de nueva cuenta dejar a la mitad oeste de La Española y a sus pobladores a que se rasquen como puedan. Total, la emergencia ya pasó.

Así, la ONU nos ilustra que la prioridad es garantizar en lo inmediato la seguridad alimentaria de la población más vulnerable afectada por el terremoto (zonas urbanas, suburbanas y rurales), aunque también ver hacia adelante y restaurar la producción agrícola, pues en marzo próximo comenzaría la temporada de siembra. En este sentido, los informes preliminares (FAO) indican que el daño a los sistemas e infraestructura de producción agrícola en y alrededor del epicentro del terremoto fue generalizado.

Si bien la prestación de socorro constituye la prioridad para la asistencia internacional, el tiempo crítico para la recuperación también lo es, y debe empezar. Es urgente contribuir a la restauración de los medios de vida, a través de las actividades intensivas en mano de obra temporal y las actividades que generen ingresos, especialmente en el forma de dinero por trabajo y alimentos por trabajo, lo que reduciría las vulnerabilidades, contribuiría a la recuperación económica local y de las personas afectadas, y mitigaría el riesgo de un mayor deterioro de las tensiones sociales dentro de las comunidades afectadas.

La de por sí precaria infraestructura educativa se fue al suelo; muchos maestros murieron en el terremoto. De acuerdo con la información disponible, sólo 50 por ciento de la población en edad escolar asistía a la escuela antes del sismo. Ahora difícilmente se alcanzaría esa proporción. La destrucción de escuelas es altísimo. Con urgencia se requieren suministros y equipos para reanudar, en lo posible, el circuito escolar. De igual forma, rehabilitar el Ministerio de Educación

Se estima que tras el terremoto alrededor de un millón de personas (200 mil familias) se encuentran en necesidad urgente de vivienda e infraestructura y artículos no alimentarios, aunque la cifra tiende a aumentar. Cientos de edificios se derrumbaron. Los refugios temporales también necesitan de mejoras estructurales. Las familias cuyas casas fueron destruidas necesitan apoyo para vivienda nueva. El terremoto destruyó o dañó los edificios de oficinas de la mayoría de las agencias humanitarias. Además, la infraestructura eléctrica y de telecomunicaciones ha sido gravemente dañada en Puerto Príncipe y sus alrededores.

El terremoto tuvo un impacto enorme en la infraestructura de salud. La información preliminar indica que un elevado número de hospitales y centros de salud sufrió graves daños. La carencia de servicio eléctrico afecta severamente el servicio de atención médica. La interrupción de las fuentes de abasto y la contaminación del agua por la destrucción de la infraestructura de aguas residuales, empeora la situación. La diarrea es ya un factor importante en la tasa de mortalidad de menores de cinco años.

Los desastres naturales no sólo perturban seriamente el funcionamiento de una comunidad por causar numerosos daños humanos, materiales, económicos y ambientales, sino también por afectar los mecanismos establecidos, de manera formal o informal, para proteger la vida, la seguridad y los derechos fundamentales de la población. La experiencia ha demostrado que después de un desastre natural, es común el quebrantamiento de la ley y el orden público. Las situaciones de emergencia tienden a exacerbar las desigualdades existentes entre la población y la debilidad general del sistema de justicia.

De los 3 millones de afectados por este desastre, se espera que muchos más hayan sido desplazados, lo que dará por resultado mayores vulnerabilidades, incluidas las cuestiones relativas a la pérdida de documentación, acceso a servicios básicos, acceso a la vivienda y medios de vida. Habida cuenta de la magnitud de los daños a la infraestructura y los bienes, puede haber problemas relativos a la posibilidad de soluciones duraderas a largo plazo. Muchos de los desplazados han sido apoyados por sus familias, las cuales, de por sí, tienen escasos recursos. También es probable que muchos desplazados se trasladen a otras provincias en búsqueda de alimento, agua, vivienda, atención de salud, etcétera, lo que agregaría una presión adicional a la ya empobrecida población rural y a la que habita en las zonas urbanas. Con familias y comunidades separadas, se complicarán los sistemas de apoyo y los mecanismos de protección.

El abasto de agua, de por sí precario antes del terremoto, y los sistemas de saneamiento resultaron muy afectados, dejando a las poblaciones de barrios enteros totalmente privadas de agua potable. El colapso total del abastecimiento de agua promueve el riesgo de incidencia de enfermedades. La incapacidad de la población para el aseo debido a la falta de agua, jabón o espacios aislados, aumenta la vulnerabilidad de la población a las enfermedades infecciosas, y la diarrea afecta especialmente a los niños menores de cinco años. En cuanto al agua, el saneamiento y la higiene de casi 100 por ciento de las necesidades se deben cubrir con ayuda externa. Los niños menores de cinco años y las mujeres representan la mayoría de los grupos afectados. Las condiciones sanitarias en los albergues y campamentos de desplazados en todo el país ya eran muy pobres antes del terremoto. La eliminación de excretas será el mayor desafío en las próximas semanas y meses.

Las rebanadas del pastel

En fin, la normalidad regresa.