Opinión
Ver día anteriorSábado 12 de diciembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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L’Orfeo en Internet
Y

o sabía que, tarde o temprano, tenía que ocurrir: heme aquí, reseñando una revista musical que no existe. Al menos, no existe en el conocido y reconfortante mundo de las revistas de papel, sino que habita en ese elusivo, virtual y extraño mundo que es Internet.

Se trata de L’Orfeo (www.lorfeo.org), revista musical mexicana que este diciembre publica su número 15. Como es costumbre en el caso de L’Orfeo, el artículo de portada está dedicado a un personaje musical destacado, que en ocasiones ha sido un colectivo sonoro.

En esta ocasión se trata de la sobresaliente soprano mexicana María Alejandres, perfilada aquí en una extensa entrevista (enfocada sobre todo en lo biográfico) a cargo de Iván Martínez, director de la revista.

El otro personaje presentado en el decembrino número de L’Orfeo es Enrique Márquez, joven violista veracruzano entrevistado por Jorge Barradas. Se reproduce, también, el texto que José Antonio Alcaraz (y no Alcazar, como reza un pie de foto) dedicó al niño Albéniz, y se da noticia de la redición reciente de algunos de sus cuentos.

En L’Orfeo de diciembre se incluyen reseñas de conciertos diversos de noviembre, a cargo del ya mencionado Iván Martínez, quien también firma un resumen musical de 2009 con el título no muy original de El recuento de los daños, así como una muy incompleta agenda musical del mes y el anuncio de algunas actividades a realizarse en 2010.

Jorge Barradas hace un resumen de la escasa actividad operística del mes anterior, y en otro de los apartados de la cíber-revista se señala al contratenor Philippe Jaroussky como artista del año. Es en esta sección de L’Orfeo donde el concepto de una revista musical por Internet adquiere sentido: el navegante-lector encuentra diversos links (todos ellos a YouTube) que remiten a videos del cantante francés interpretando repertorios variados.

Este mes, en la Columna Invitada que L’Orfeo dedica a dar voz a los compositores, aparece una interesante reflexión de Alejandra Odgers. La lectura de esta columna en anteriores ediciones de la revista virtual me ha llevado a confirmar que no todos nuestros compositores han sido bendecidos con el don de la palabra escrita. Finalmente, en la sección titulada Partitura del Mes aparece el primer movimiento de la obra Moemi, concierto para marimba y orquesta de la propia Odgers.

Sin ser todavía un experto en publicaciones musicales cibernéticas, puedo decir que L’Orfeo representa una buena idea y un buen esfuerzo. Sin embargo, la calidad de su presentación visual y la organización de sus contenidos son elementos ciertamente perfectibles, sobre todo si se les compara con algunos productos editoriales análogos publicados en la web desde otras latitudes.

Sería deseable, por ejemplo, un mayor cuidado editorial en cuestiones de nomenclatura, redacción y corrección tipográfica, así como un poco de moderación de la frivolidad y el lugar común.

Entre las ventajas de este Orfeo ciberespacial está el hecho de que el sitio ha sido diseñado con sencillez y su navegación es, como se dice en el argot del medio, user friendly. El sitio facilita además, como debe ser, el acceso a los números anteriores de la revista, cuya revisión permite comprobar que al paso del tiempo L’Orfeo ha cambiado un poco la distribución de sus secciones. Queda pendiente saber por qué su consejo editorial ha preferido optar por el anonimato.

Si es necesario aceptar el hecho de que la publicación cibernética es el futuro, si no es que el presente, de muchas revistas culturales (sobre ello reflexioné ya en este espacio, en un texto titulado ¿Migrar al ciberespacio?), L’Orfeo puede ser considerada entonces como un punto de partida, en la medida en que se perfeccione, se apuntale con mayor solidez editorial y se diversifique. Dada la riqueza de los recursos tecnológicos de la red, me parece que una revista musical es un objeto editorial especialmente apto para habitar el espacio virtual. Yo, rústico y antiguo, confieso una vez más que sigo prefiriendo la experiencia sensorial del papel… y creo que pronto estaré en minoría.