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Premios Nacionales 2009

El escritor recibirá el reconocimiento en la categoría de Lingüística y Literatura

Rivas guarda fidelidad con la escritura, lectura y traducción

Los mundos recreados por Walcott, Perse y Césaire tienen un parentesco de fondo con lo que trata de hacer en sus poemas, dice

Comparte el galardón con Carlos Montemayor y Hugo Hiriart

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Me muevo animado por el deseo de hacer de esos poemas que inicialmente aparecieron en otras lenguas, la versión en castellano que restituye su intensidad, asevera José Luis Rivas a La JornadaFoto Sergio Hernández Vega
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 12 de diciembre de 2009, p. 3

Jalapa, Ver. Desde hace cuatro décadas el escritor José Luis Rivas mantiene una relación muy peculiar con los tres grandes amores de su vida de los que no puede dedicarse de tiempo completo a ninguno ni alejarse de manera permanente. Se va y siempre regresa, porque es una especie de relación de conveniencia, asegura.

No se trata de un amor tormentoso ni de una historia de infidelidad, aclara, sino más bien de fidelidad compartida entre tres féminas: la escritura, la lectura y la traducción.

Es una relación libre porque puedo dejar de escribir un tiempo y dedicarme a la lectura, disfrutarla o también dejar ésta y la escritura para traducir. No me puedo arrancar a ninguna, son necesarias para mi vida, admite.

Ganador del Premio Nacional de Artes y Ciencias 2009 en la modalidad de Lingüística y Literatura, el cual comparte con los escritores Carlos Montemayor y Hugo Hiriart, Rivas, poeta y traductor nacido en el puerto de Tuxpan en 1951, admite que vive envuelto en ese trío que ha regido su vida desde los 10 años cuando ingresó al mundo de las letras con sus primeros escritos y desde los 19 años cuando se volvió una pasión.

Desde entonces he embadurnado de un modo incesante infinidad de libretas con ese propósito: ser escritor, recuerda. Si bien tal pasión no es tormentosa, sí conlleva pausas temporales, alejamientos y retornos intensos. No soy una persona de tiempo completo, aunque hay largos lapsos que me entrego del todo.

Tiene varios premios por obras como Tierra nativa, que ganó el Carlos Pellicer; La transparencia del deseo, Aguascalientes de Poesía, y Río, por la que recibió el Ramón López Velarde.

Cuaderno y lápiz, las armas

En su experiencia como catedrático e investigador de la Universidad Veracruzana (UV), José Luis Rivas hace una revelación poco usual, pero cierta en todas las generaciones, como él mismo acota: Las universidades pueden dar o no escritores. Un escritor puede nutrirse de varios planos y uno es el académico, pero al final de cuentas sólo hace falta cuaderno y lápiz; ésas son las armas del un escritor.

Renuente a ceder ante las nuevas tecnologías, el escritor comparte que mecanografía sus escritos en una vieja Remington –que desde hace muchos años lo acompaña en esas jornadas de convulsión creativa. Esta máquina es la sobreviviente de muchas otras que sucumbieron al teclazo.

La pantalla digital de una computadora frena el flujo creativo, pues automáticamente señala errores que obligan a retroceder para corregirlos. En la máquina mecánica doy por hecho que he cometido algunas pifias a la hora de mecanografiar, pero no me importa; el ímpetu, el empuje me mueve, me hace seguir y no retroceder. Eso significa no detenerme y seguir la ilación, poner un aliento más amplio a lo que escribo, presume.

–¿Es una adicción al papel, sea con lápiz o mecanografiado?

–Es una pasión, todo. Me ha encantado siempre leer poemas, intentar escribirlos, traducirlos; no salgo de ese ámbito. Puede ser propiamente una adicción, aunque puedo despegarme de alguna de esas actividades.

–¿Le permite alejarse de manera temporal?

–Sí, pero nunca separarme. Es una relación libre, de pareja libre. Puedo estar meses sin escribir nada propio, pero entre tanto estoy traduciendo y cuando hay ocasiones que tengo algo por decir, me siento a escribir.

A veces, de un modo muy frecuente leo poemas y al margen de las páginas escribo algo que considero mío porque la lectura de ese libro me ha suscitado una serie de pensamientos que me sirven de apuntes para hacer alguna cosa propia después.

Navegar en el texto ajeno

Lector insaciable desde su juventud, el poeta tuxpeño José Luis Rivas llegó de manera inevitable al camino de la traducción literaria, a la cual define como un viaje por nuevos mares y cuyo retorno cambia la vida de quien los navega. Cuando uno, mediante el empeño de traducir se adentra en el texto de otro escritor, necesariamente regresa de ese viaje influido de tal manera que algo en el trayecto se queda, algo de esas astucias y trucos literarios para poder componer lo que uno desea expresar.

–¿Prefiere escribir o traducir?

–Las tres cosas, escribir, leer y traducir que con el paso del tiempo se han convertido para mí en algo que no me puedo arrancar, las tres son necesarias.

Mi fidelidad la comparto entre las tres, pero leer y traducir me alimenta precisamente a la hora de escribir cosas propias.

–¿Traducir es una forma de aprender a hacer poesía?

–Por supuesto, no hay una receta exacta de cómo escribir un poema, pero es necesario ver qué cosas se escriben en otras lenguas y cómo lo han conseguido.

Dominar el arte de armar y desarmar el poema ajeno, agrega, no es algo tan sencillo, por lo menos si uno ha hecho la aventura de adentrarse en el poema ajeno y se debe tratar de quedar impregnado con la fuerza expresiva del texto en que uno se sumergió.

José Luis Rivas ha traducido a autores como Joseph Brodsky, William Shakespeare, T.S. Eliot, Saint-John Perse, Georges Schehadé, Aimé Césaire, Derek Walcott, Jonh Donne y Les Murray; y por sus textos en castellano ha ganado varios premios. Sin embargo, sus preferidos son Walcott, Cesáire y Perse, originarios de las Antillas francesas y con los cuales comparte similitudes geográficas, sociales y ambientales.

Existe un parecido, digamos, del medio en el que se desenvolvieron, la gente con el mar, los pescadores, los ríos, la riqueza natural con la feracidad de los paisajes de Veracruz, de sus ríos y a orillas de uno de ellos, Pantepec, me tocó nacer. Entonces, el mundo que ellos recrean y lo que yo he tratado de hacer con mis poemas tienen un parentesco de fondo.

–¿Alguno de ellos al leerlo o traducirlo le ha dado la impresión de que se le adelantó en la idea o el poema?

–Me ocurre que muchos de los poemas que he traducido me habría gustado escribirlos, y ha sido tanto el disfrute de su lectura que he querido, he buscado, hacer una recreación de esas obras en mi propia lengua.

“Pero la emoción que me ha producido la lectura de sus libros también ha sido auténtica y he tratado lo más posible de poner en manos de los lectores de México el fruto de mi trabajo.

Me muevo animado por el deseo de hacer de esos poemas que inicialmente aparecieron en otras lenguas, la versión en castellano que restituye su intensidad.

Para José Luis Rivas la experiencia propia del traductor debe utilizarse para despertar en los lectores de su idioma la misma intensidad con el cual lo percibe en la lengua original.

Hay que sentir el poema y llevarlo al lector que también se acerca al poema de un modo distinto; vive de una manera distinta y lo recrea porque es un acto de recreación. Al final un libro existe realmente en la medida que es leído, de otra manera es un ente inerte.

José Luis Rivas publicó recientemente Un navío, un amor y en puerta está uno más sobre Cristóbal Colón, explorador del viejo mundo, además de que prepara la traducción de una antología de la poesía de Derek Walcott y un volumen de ele-gías eróticas del inglés Saint-John Donne.

Se trata de una agenda llena dictada por dos de sus tres grandes pasiones vitales, como el mismo Rivas presume.