Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de octubre de 2009 Num: 764

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El tono de la vida
ERNESTO DE LA PEÑA

Dos poemas
THANASIS KOSTAVARAS

Nicanor Parra: “Ya no hay tiempo para el ajedrez”
JOSÉ ÁNGEL LEYVA

Brandes y Nietszche: un diálogo en la cima
AUGUSTO ISLA

Treinta años de danza mexicana
MANUEL STEPHENS

Maestro Víctor Sandoval
JUAN GELMAN

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Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

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ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

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DE LOS SUEÑOS EN MANOS DEL TIEMPO

AGUSTÍN MONSREAL


Sombras de aquellos sueños,
Enrique Fernández Castelló,
Suma de Letras,
México, 2008.

Hay un momento crucial en la vida en que, ineludiblemente, se encuentra uno en la necesidad, en la urgencia de ser el blanco de la atención de uno mismo; un momento en el que, a veces a espaldas de lo que somos o creemos ser, al margen de nuestra intención o nuestra disposición, los recuerdos que han permanecido en la penumbra a lo largo de mucho años, conspiran a favor de salir a la luz para liberar el pasado de sus férreas ataduras.

De algún modo soslayado aunque seguro, es lo que le sucede a José Antonio Escandón, el protagonista de la novela de Enrique Fernández Castelló, Sombras de aquellos sueños, a quien inopinadamente, en medio de la vorágine imparable de su vida, de los aturdimientos, los titubeos y las certezas del hoy, su memoria lo pone cara a cara ante la fiebre incontestable del ayer y las obsesivas incertidumbres del mañana, y al desnudar su alma, lo deja sin falsos avales frente a lo único real que tiene.

Y qué novedad insospechada, qué asombro tan fructífero y refrescante resulta para José Antonio Escandón el toparse de nuevo con los diferentes escenarios significativos de su existencia: el recuerdo del gran amor, el paraíso del que fue expulsado sin posibilidad de retorno, el recuerdo al que se consagra en medio del desvelo y la devoción, el recuerdo en carne viva de Laura, ese anhe lo de paz, esa realidad esquiva. Laura, esa cifra oculta y vibrante del deseo, el deslumbramiento y la iluminación perdida, la atmósfera secreta. Laura, sombra inmodificable del sueño que perduró sólo en la fugacidad de una noche, pero el recuerdo inmaculado de esa noche es un astro que refulge para siempre.

Navegando entre el misterio y el suspenso, Fernández Castelló nos introduce en un primer gran enigma: Laura Aguilar y su relación inconclusa con José Antonio. La segunda gran incógnita es si José Antonio Escandón, secretario de Estado, llegará a la Presidencia de la República. Gradualmente se va esclareciendo el misterio del viejo amor que quedó en suspenso y cobra en la actualidad de la trama un nuevo e inusitado vigor, y el del tapiz político que asoma apenas sus finos hilos en la antesala mayor del poder.

Enrique Fernández Castelló mantiene atrapados nuestros sentidos envueltos en su magia mientras cuenta, con solvencia narrativa, con agilidad y versatilidad en el empleo de las herramientas estructurales técnicas y lingüísticas de que dispone, con malicia más que suficiente para que nunca sepamos dónde empieza la realidad y acaba la imaginación, o dónde da principio la imaginación y concluye la realidad. Asunto propio y asunto de todos, Sombras de aquellos sueños es una amplia novela que importa porque toca fibras humanas que nos son comunes y con las cuales nos identificamos sin remedio. Voz de muchas resonancias es la voz propia del autor. Voz de cercanías y distancias. De matices que nos hablan de un ayer más o menos reciente y de un hoy que jamás permanece con nosotros.

Sombras de aquellos sueños nos lleva a través de la historia oficial del personaje que se desenvuelve en un ámbito de poder que muestra, mediante el recurso literario poco frecuentado de la ficción política, diversos entornos sociales y culturales de distintas zonas y épocas, las pretensiones de clase de una porción de la sociedad mexicana enfrascada en los devaneos de lo nuevo sobre lo viejo, seducida por las falacias del desarrollo, por las coartadas del progreso, los cultos a lo moderno, los afanes de querer aparecer como ejemplos un tanto frívolos de primer mundo.

Es fácil mirarse de frente en el espejo de los protagonistas de esta historia y verse en sus circunstancias que desde múltiples puntos de vista todos conocemos. Es fácil observarse uno mismo en ese tiempo y ese espacio, aunque también advertir la singularidad anímica y emocional que hace de los personajes seres vivos, auténticos en su recio trazo literario y en su psicología, fieles Sombras de aquellos sueños que se suben con el autor en el carrusel del título y allá vamos todos juntos para aquellos años, por aquellas nostalgias, por aquellos sitios del amor, el amor que sigue siendo la mayor esperanza y la más grande verdad de este mundo.

Enrique Fernández Castelló nos regala una obra sencilla y profunda, narrada con soltura y amenidad, con dignidad y prestancia, con generosidad y con la cual se inscribe, por méritos propios e inocultables, en la nómina de los mejores narradores mexicanos contemporáneos.


EL DISEÑO ES UNA COSA

RICARDO GUZMÁN WOLFFER

 
 


El objeto insólito… o solito/ Una gruesa de colecciones/Encuentros con conocidos/ Recorridos con recordaciones,
Gonzalo Tassier, Bruno Newman, Jorge Cejudo y Vicente Encarnación,
La Gunilla Editores,
México, 2009.

Bajo el sello de La Gunilla (en claro homenaje a la Lagunilla, zona chilanga donde se comercia con chácharas: se chacharea) sale el primer paquete de cuatro libros de fotografía. Hechos por sendos diseñadores: Gonzalo Tassier, Bruno Newman, Jorge Cejudo y Vicente Encarnación (auxiliados algunos por el maestro Omar Salum) en donde, más allá de la propuesta fotográfica, los autores muestran que aún en estos tiempos de crisis de identidad, lo que tenemos a la mano, aquello que nos rodea, sigue dándonos sentido y filiación universal.

En un paquete de diseño, los libros cortados se intercalan para formar figuras que nos recuerdan a las maquetas de edificaciones monumentales, quizá porque la propuesta intrínseca de los cuatro libros, entendidos en conjunto, se cuela por debajo de la rendija de esos inmuebles inamovibles.

Gonzalo Tassier, el gurú, el del premio internacional que nomás él ha ganado en toda Latinoamérica, explica con paciencia y mucha ciencia por qué es útil al alma y a la existencia eso de coleccionar, eso de fijarse en lo aparentemente inútil, desechable. Al igual que los objetos de Newman, los de Tassier son vínculos con las mil y una noches personales. Cada pequeño objeto es motivo de evocación, de recuerdo personal y colectivo. Es una estampa, dice Tassier, del pasado que no queremos dejar ir, de ese libro que con cuidado y alegría repasamos en las noches. En las fotos que suponemos de la casa de Tassier, lo mismo conviven carísimos objetos art déco que corchos que dan sentido a estatuas doradas. También deja entrever que coleccionar lo impensable es una reminiscencia de la infancia, que se transporta a su niñez cada vez que obtiene algo nuevo que le gusta, y que su niñez está en todo lo que puede ver. En lugar de buscar la ficha, la descripción, de cada objeto, Tassier lo acomoda para más tarde, para cuando su propia existencia sea la ficha de ese pequeña referencia hecha de madera o del material que sea.

Al final, los múltiples objetos apilados en la vitrina multifacética tassierista son una extrapolación de la necesidad humana más esencial: la de explicación de la existencia. Invirtiendo los espejos interiores, Tassier asume que los objetos habrán de ver y sentir, pero porque él se pregunta qué pasará cuando muera“¿a quién le va a importar lo que vi? ¿qué veré?”. Como los robots de Philip K. Dick, Tassier se pregunta sobre lo efímero de la vida y dónde quedarán los momentos gloriosos, épicos, que transcurren por nuestros ojos, sin capacidad de fijarlos en papel o video para la posteridad. En el ánimo de asir lo etéreo, Tassier deja mil testamentos en cada uno de los objetos que pueblan su entorno y retorno, para recordarnos que nosotros mismos somos objetitos de Alguien Superior, de un Dios ocioso que ocupa la eternidad para apilarnos en su propio jardín místico. Y hasta puede que se ría, feliz como Tassier cuando compra uno más de sus objetos, cuando nosotros nos vamos de esta redonda caja de zapatos.

Luego de la explicación dada por Tassier en su libro El objeto insólito… o solito, Newman ataca con su libro Una gruesa de colecciones, donde lanza sus objetos, recortados como en una antigua fotonovela, pero sin diálogos definidos. Apenas una leve sugerencia para establecer la causa de su peculiar gusto por las manos, las cajitas y otras cosas. El libro de Newman avisa con gusto su propia museo grafía, donde lo inmediato puede ser una vitrina de muchas vidas, de épocas que no se pueden ir mientras los objetos sigan en nuestras manos. A pesar del nombre de la colección, donde uno supondría a Newman perdido en la Lagunilla, sorteando vendedores para comprar la manita de porcelana o la tijerita irrepetible, la manufactura de lo fotografiado trasluce las Pulgas en las que ha saltado Newman para afinar su colección, cerca del Pompidou, y refuerza el sentido de universalidad de esa necesidad de apilar lo que nos conecta con nuestra interioridad.

Luego de esos dos libros, Vicente Encarnación y su obra muestran que luego de beber de la sabiduría de los maestros, todo parece natural, sin explicación necesaria. Al final, las fotos del maestro Cejudo en Encuentros con conocidos, quien ha sembrado sus diseños y conceptos en las calles de muchos países, cosecha otra colección que todos hemos disfrutado alguna vez: los nombres y las calles. En un recorrido que no debió ser corto, Cejudo encierra en su cámara los nombres que aparecen en la calle. Como alquimista medieval, sabedor de que quien posee el nombre es dueño de la persona o del objeto, Cejudo se apropia de nuestros nombres para insertarlos en un diseño muy logrado que hace de este libro una pieza que contrapuntea y cierra brillantemente la primera colección de La Gunilla.

Que el diseño sea con ustedes.