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Inundaron el Auditorio de Minas de notas claras y juegos musicales

Franch-Ballester y Nieman brindaron jubiloso recital de clarinete y piano
Enviado
Periódico La Jornada
Domingo 25 de octubre de 2009, p. 5

Guanajuato, Gto., 25 de octubre. Recital de clarinete y piano: partituras de estreno, hondura, sentimientos elevados, obras de profundidad y altitud técnica. Diversión, mucho gozo. El clarinetista valenciano José Franch-Ballester y el pianista estadunidense Adam Nieman presentaron piezas del propio pianista, además de temas de Chopin, Brahms, Poulenc, el mexicano Arturo Márquez y el estadunidense Kenji Bunch.

El Auditorio de Minas se llenó de diversión, público entusiasmado y buen humor. Juegos musicales.

Inició con Dos elegías para clarinete y piano, de Nieman, quien enseguida rescató el esplendor chopiniano con una ejecución limpia y formidable de la Cuarta Balada del compositor polaco. Barrió a la mismísima Ingrid Fliter, que había flotado con un recital de Chopin apenas hace unos días en el mismo recinto con resultados contrarios a la brillantez que luce esa pianista argentina en sus discos, lo que acusa los trucos que estilan algunos intérpretes en sus grabaciones discográficas.

Genial en sus discos, Fliter flotó con empellones, tropezones, pifias mientras en sus discos demuestra lo contrario. ¿Así como hay suplentes que escriben libros que otros firman, hay negros también en la grabación de discos?

El recital de clarinete y piano culminó entonces su primera parte con la hermosa Sonata Dos, obra casi póstuma del gran Johannes Brahms.

La segunda parte fue pura diversión. Clarinotas en el clarinete. Claras las notas. Claras netas. Natas de cloro.

Primero el Sarandeo, partitura de Arturo Márquez, desde luego con su dosis de danzón y tango. Clarinete y tango. Claritango. Claro el tango. Sensual la música. La tanga de Clara. Enseguida de una obra de Poulenc, el estreno en México de La última noche en la casa del flamenco, obra de Kenji Bunch de su serie Libro de cocina. Flamenco con todo y palmas, a cargo del maestro Lázaro Azar, quien fungió como cambiador de páginas durante todo el recital y para culminar el programa se colocó una peineta española, al igual que el pianista, quien cerró la tapa del piano para aporrearlo cual cajón peruano. Delicia. La música es ante todo gozo.

Al final, la alegría del público fue bañada con cataratas de claveles rojos y ante al júbilo generalizado, como encore una milonga de Pablo Ziegler, el pianista del Quinteto de Piazolla. El rechinidito distintivo del violín del Negro Suárez, sonido emblema del estilo Piazzolla, estuvo a cargo de los chupetones en el clarinete, y el pasito deslizado de la milonga, y tuya también, mi longa, mi larga lonja. Gozo musical, alegría del público.