Opinión
Ver día anteriorMartes 14 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Proyecto pictórico tamaño mural
E

l empresario, coleccionista e ingeniero Sergio Autrey Maza continúa en cierto modo el ejemplo de otros ingenieros, como Marte R. Gómez o Pascual Gutiérrez Roldán, al proponerse como defensor del género pictórico.

Autrey ha amalgamado a unos 26 artistas vigentes en un proyecto que, por sus dimensiones en cuanto a medidas, no se antoja en primer término destinado ni al comercio ni al intercambio. Son cuadros tamaño mural (aunque no sean murales) que, según información recibida del propio Autrey, se exhibirán en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MuAC), posiblemente único recinto factible de albergarlo en esta capital, a partir de la primavera del año próximo.

El único requisito impuesto fue que los trabajos alcanzaran una dimensión promedio de unos 4 x 7 metros. Si esas medidas aproximadas se multiplican por 26, se cae en la cuenta de que los resultados podrían guardar cierta analogía con los llamados murales de Osaka, que otrora propició Fernando Gamboa. Nunca se exhibieron en la sede de su destino, pues el pabellón que habría de alojarlos no correspondió a los tamaños.

Felizmente encontraron su sede en el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez de Zacatecas, y constituyen uno de los puntos más alabados en el recorrido que allí se ofrece.

La ejecución de los trabajos actuales ha requerido y sigue requiriendo de los participantes no sólo de la ideación y la energía necesaria para abordarlos, sino también la disposición de recintos ad hoc, pues su elaboración, como es lógico, igualmente requiere de espacios aptos.

Algunos artistas han recibido cabida en el MUCA (Museo Universitario de Ciencias y Artes), de la Universidad Nacional Autónoma de México, y es allí donde he podido ver algunos, sea ya concluidos, a punto de alcanzar concreción o todavía en estado incipiente.

Otros autores han ideado recursos que les permiten la ejecución en sus propios talleres, y los hay que disponen por cuenta propia de espacios muy amplios en las afueras de ésta o de otras ciudades.

El poder de convocatoria de Sergio Autrey y de quienes primero se le adhirieron resulta incontestable, tanto que aún hoy día hay artistas que –conocedores de la situación– estarían dispuestos a sumarse al empeño, cuestión que quizá necesite de una clausura determinante, habida cuenta del espacio disponible en el MuAC.

Tiempo atrás, aunque a trasmano, algo supe acerca de este proyecto y me pareció desenfrenado. Pero todo cambia. Hay que tener la humildad de reconocer que uno se equivoca al no tomar en consideración tanto el carácter circunstancial de las situaciones como su potencial simbólico, que es aquí lo que mayormente cuenta.

Las ideas o mociones no se pueden ejercer en abstracto, pero si se alcanzan los medios de realización indispensables, es posible aplicarlas a situaciones concretas y así ha venido sucediendo.

Ninguno de los participantes es emergente; todos cuentan con trayectorias establecidas y aproximadamente todos pertenecen a la generación de artistas que el propio mecenas favoreció a través de la llamada Sociedad Mexicana de Arte Moderno, lustros atrás.

Ven su despunte hacia la segunda mitad de los años 70 consolidándose en tiempos sucesivos. No hay modalidades o tendencias favoritas; hay de todo, pero en cualquier caso, está abocado a la pintura, cuyas actas de defunción empezaron a correr a partir del artista académico Paul Delaroche (1797-1856), quien alcanzó fama con sus melodramáticas escenas, del tipo Oliverio Cromwell contemplando el cadáver de Carlos I, en el Museo de Nimes.

Cuando este pintor enfrentó las incursiones ya difundidas de Daguerre, Talbot, Niepce, etcétera, en fotografía, fue que emitió el primer veredicto sobre la defunción de la pintura, al que han seguido decenas más.

Es imposible avanzar vísperas respecto del efecto que esto producirá, pero pueden conjeturarse dos o tres resultados: atraerá mucho público, tanto entendido como amateur; se suscitarán críticas al por mayor, así como discusiones, cosa siempre positiva, y al mismo tiempo saltará a la vista que algunos artistas procuran guardar algún mensaje social, identitario, etcétera, mientras otros ponen de relieve en primer término la aptitud o las estrategias necesarias para trabajar formatos tan amplios como aquellos que fueron propios de los expresionistas abstractos.

El porcentaje de participantes varones es mayor que el de las artistas mujeres y eso corresponde no a discriminación alguna, sino a una cuestión generacional.