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Música

Luis Arcaraz hizo bailar a medio México y cantar a la otra mitad

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Portada de uno de sus discos recopilatorios
L

a orquesta de Luis Arcaraz, quien falleció hace 46 años, era una de las más renombradas de entre finales de los años 40 y mediados de los 60 del siglo pasado. Su música, bien puede decirse, puso a bailar a medio México.

No había baile en los ya desaparecidos salones de la capital mexicana en que Arcaraz no estuviese presente, ya con su orquesta, ya con sus canciones, pues, como es sabido, además de conducir a su agrupación también tuvo vena artística y, a la par de otros compositores, aportó canciones que, quizá la otra mitad de México que no las bailó, sí las cantó.

Una muestra es aquella que dice por vivir en quinto patio, me niegas tus besos, tema que trata sobre el desaire que sufre el galán de las vecindades de extensos patios y que le reclama a su amada que el amor cuando es sincero se encuentra lo mismo en las torres de un castillo, que en humilde vecindad.

Pues bien, aquí en México la orquesta de Arcaraz rivalizaba con la de Gonzalo Curiel y su Escuadrón del Ritmo, la de solistas de Agustín Lara y luego con la Juan García Esquivel, pero en Estados Unidos se hallaba entre las mejores bandas de la época, posición harto halagadora si se considera que sus pares eran agrupaciones con gran respaldo –de lo que ahora se llamaría marketing–, como eran las de Glenn Miller, Ray Anthony, Guy Lombardo y Benny Goodman, entre otras.

Los éxitos de Arcaraz, que entre su alineación de atrilistas contaba con genios de la talla de Héctor Hallal, a quien apodaban El Árabe, en el saxofón, incluyeron temas como Sombra verde, Bonita, Muñequita de Esquire –inspirada precisamente en la figura que aparecia en la portada de esa publicación estadunidense– y Prisionero del Mar, creaciones realizadas, como se apuntó, al alimón de otros grandes de la escritura melodiosa, como Ernesto Cortázar, Mario Molina Montes y José Zorrilla.

Prisionero del Mar fue traducida a 27 idiomas e interpretada por 27 artistas de variadas nacionalidades.

La fama de Arcaraz fue tal que otro grande del pentagrama el cubano Ernesto Lecuona plagió la música de Sortilegio y le cambió el nombre por el de Siempre en mi corazón, tema, diríase, que del hit parade de aquellos días.

Fue artista exclusivo de la XEW, en 1957, cuando el cha-cha-cha estaba en pleno apogeo. Su biografía dice que un año antes, esto es en 1956, su orquesta fue requerida para actuar en la Feria del Jazz, en Los Ángeles, California, adonde acompañó a figurones, como Louis Armstrong y Dave Brubeck. Años después abrió en Monterrey un barecillo, Cita con Arcaraz, que luego, ya sin su presencia, devino antro de casi ínfima categoría, instalado en los bajos de céntrico hotel cuyos huéspedes eran despertados en la madrugada por los reclamos de págame, cabrón, por parte de las damiselas.

Nacido en los altos de lo que el teatro Principal de la capital del país, en diciembre de 1905, recinto del que su padre y su tío eran administradores y presentaban un espectáculo de zarzuelas, Arcaraz prácticamente no podía ser algo más que no estuviera confinado al escenario.

Dotado de poca voz, ello no fue obstáculo para que al estilo de los grandes crooners hiciera memorables interpretaciones de Bonita, inspirada en su primera esposa.

Inquieto en asunto de amores, Arcaraz se casó seis veces y tuvo varios hijos; uno de ellos, Luis, quien heredó su musicalidad y la orquesta que, ocasionalmente, se presenta en algunos festejos.

Arcaraz falleció el sábado primero de junio de 1963, en un accidente carretero, cerca de San Luis Potosí, población en la que amenizaría un baile estudiantil. Conducía su Buick 59, acompañado de su cantante Carmen Silvia Vidal Esparza, quien también murió, cuando el automóvil de Fred Smith, un estadunidense que manejaba bajo los influjos del alcohol, se estrelló de frente con ellos