Opinión
Ver día anteriorMartes 24 de febrero de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ahora es el momento
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a lógica dice que sólo pensar en la posibilidad de que el presidente Barack Obama insista en plantearse seriamente una reforma migratoria es inverosímil. Es cierto que en días pasados tuvo una entrevista con el muy famoso conductor de radio Eddie Sotelo (Piolín) en Los Ángeles, California, donde Obama dijo que quería conocer las visiones y propuestas de aquellos grupos que han estado luchando durante años por una reforma migratoria. Y también es cierto que en la página de la Casa Blanca hay un conjunto de propuestas en relación con la migración, las que he analizado en colaboraciones anteriores. Sin embargo, las presiones y argumentos en contra son muchos, y los que más pesan tienen que ver con la situación económica por la que pasa Estados Unidos, una de cuyas consecuencias es la pérdida de miles de empleos y el cierre de gran cantidad de empresas. Por otro lado, no hay que olvidar que quien decide sobre la posibilidad o no de alcanzar la tan ansiada reforma migratoria es el Congreso y es lógico pensar que la mayoría de los republicanos, siempre renuentes a votar en favor, aun en tiempos de bonanza económica, acompañados de algunos demócratas, serían sus más graves opositores.

Sin duda, es un tema muy espinoso y frente a la gravedad del conjunto de asuntos ante los cuales el presidente Obama requiere del consenso del Congreso, la reforma migratoria no es prioritaria.

Si bien es cierto que hay argumentos muy convincentes en favor de un cambio en la política migratoria de Estados Unidos, lo que puede hacerse es crear la estrategia que permita ir revirtiendo las graves consecuencias que la crisis está teniendo para los migrantes. Mi propuesta es que Obama ponga en práctica un conjunto de decisiones, que no tienen por qué pasar por el Congreso, y que aliviarían la situación de muchos trabajadores extranjeros que se encuentran ahí, por necesidades propias sin duda, pero también para satisfacer los requerimientos de una economía que hasta hace pocos meses se encontraba en pleno auge.

Se trata de hacer efectivos los ideales que han permeado todos sus discursos en el interés de consolidar una política nueva, alejada de la de su antecesor, que le permita “rehacer una nueva América”. Y si bien, como señala Immanuel Wallerstein (La Jornada, 22/2/09), se trata de un término ambiguo, desde mi punto de vista puede determinar una importante diferencia porque se encuadra en una propuesta ética, de justicia y transparencia.

Barack Obama puede abonar hacia un cambio, partiendo de un nuevo discurso en relación con el fenómeno migratorio. Todos sabemos que en un contexto de crisis económica, tal como la que se vive, lo primero que se exacerba es el racismo y la xenofobia, sentimientos absolutamente inadmisibles que no sólo dañan a los que reciben tratos inhumanos, sino que lo único que logran es envenenar a la sociedad, que se manifiesta en forma abusiva en contra de un grupo minoritario y de enorme vulnerabilidad como son los trabajadores migrantes, y por supuesto, entre éstos, los más indefensos son los indocumentados.

El presidente Obama conoce el sufrimiento por el que debieron pasar los afroestadunidenses hasta que pudieron obtener reconocimiento en la sociedad. Por lo tanto, los primeros pasos que debería dar es fomentar un discurso en el que los migrantes sean reconocidos por su trabajo y como parte de esa sociedad por sus aportaciones. Por otro lado, debe prohibir que sigan llevándose a cabo las terribles e injustas redadas, porque destruyen a familias cuya única falta es haber trabajado en favor de Estados Unidos, cierto, sin papeles, pero no por voluntad propia, sino porque ese país se ha negado a darles legalidad, a pesar de que se ha reconocido el beneficio que aportan a las familias estadunidenses. Estos trabajadores han estado trabajando por cinco, 10, 15 años, así que resulta totalmente injusto que los niños se queden sin sus padres, como fue el caso de Elvira Arellano, a la que por cierto el gobierno mexicano no apoyó en absoluto. Lamentablemente, no es el único caso, sino que se ha repetido en tiempos recientes, más allá de lo que se puede tolerar, violando los más elementales derechos de esas personas.

Los migrantes están disminuyendo su flujos, pues es importante repetir una y mil veces que los trabajadores se desplazan porque van a trabajar ahí donde se les requiere, pero se repliegan en momentos de crisis. Por eso ahora se percibe un decrecimiento de trabajadores indocumentados. Pero no se confundan: no es por el muro o por la patrulla fronteriza, sino sencillamente porque no hay empleo. Esto es muy importante porque echa por tierra argumentos tontos como que van a aprovecharse de los servicios y programas sociales. Por supuesto que no: el objetivo es el empleo, y si éste escasea, como en épocas de crisis, los migrantes no se mueven.

Obama puede hacer mucho si su discurso es sincero. Puede cambiar la visión que se tiene de los migrantes impidiendo su discriminación y la violación de sus derechos humanos, e incorporarlo como una de sus estrategias de gobierno. Ahora es el momento.