jornada


letraese

Número 151
Jueves 5 de febrero
de 2009



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate



editorial

Joaquín Hurtado

Encuentro de familias

Lupe no supo qué hacer con su hijo moribundo y creyó que aquí podía salvarlo. Sabino tiene un microbio que se lo está comiendo desde adentro. Eso le informaron en Houston. No le dijeron más, no le dieron el nombre del microbio. Ella les perdió la fe a los médicos gringos porque no es posible que Sabino no responda a ningún tratamiento, que empeore. Por eso lo trajo acá, al rancho.

Después de catorce horas de viaje por carretera llegó Lupe con su pena a Terán, un pueblo perdido en el desierto de Nuevo León. Sabino llegó completamente deshidratado y cociéndose en fiebre. Una infección le había dañado los músculos de la cara, su mueca era espantosa. Sólo la abuela no le tenía ascos, no se le despegaba ni un momento, le secaba el sudor y las lágrimas de la calavera, le remojaba la boca con cucharaditas de agua de salvia. Las tías rezaban en el cuarto contiguo; los tíos, pelados bien plantados, miraban al vacío y no hablaban, nomás fumaban arremolinados en el patio, tragando saliva.

“Era de esperarse”
Por fin alguien opinó que sería mejor llevarlo de regreso a Estados Unidos. Otro dijo que eso ya no era posible, que ya no iba a resistir el viaje. Al fin se impuso la voz de Lupe: quería hacerle toda la lucha posible, le habían platicado de una curandera, de unas cápsulas, de unos imanes. Aunque su hijo era adulto y estaba en la universidad, y aunque se resistiera moviendo la cabeza y gimiendo, ya no contaba su voluntad. ¿Aquí en el rancho, qué le iban a hacer si un mal así nunca se había visto? Lupe le pidió al tío Julián que la ayudara, planeaba ir al día siguiente a Tamaulipas a ver a la virgen del Chorrito. Seguro ella haría el milagro. El tío Julián se negó: sus chivas estaban ahijando. Otro pariente les hizo el favor. Sabino no llegó ni a la guardarraya estatal.

Ahora que se corrió el rumor del nombre del microbio que mató al sobrino, Julián no halla cómo tranquilizar su conciencia, no sabe qué hacer con tanto remordimiento, ya se muere de miedo. En el sepelio se oyó esta plática: “Era de esperarse, a ese chamaco siempre le gustó la onda, todos aquí sabían. La bronca es que él y Julián estuvieron cotorreando varias veces cuando anduvo pasaporteado en Houston. Chingado, si se miraba tan decentito y limpio el cabrón jotito”.


S U B I R