Las chavas en la huelga de la UNAM

El activismo una "doble liberación"

  • La mentira institucional, ingrediente de rebeldía
    General
  • Tratar a jóvenes como retrasados mentales

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Cuando Mayra, activista de la Facultad de Química, dice que el paro que estalló el pasado 20 de abril en la UNAM --el más prolongado de las últimas décadas-- "¡ha sido como una doble liberación!" para las estudiantes que han participado en él de tiempo completo, las palabras son mucho más que una simple frase.
Efectivamente, las jóvenes universitarias han dado especial forma y contenido a la rebeldía que generaron las reformas al Reglamento de Pagos. No sólo en la representación que habla, argumenta y vota en el Consejo General de Huelga (CGH), sino especialmente en la composición de las bases que se organizaron para "botear", "volantear", y cuidar accesos, cubículos y escuelas.
Salvo en alguna escuela, en la mayoría -del bachillerato al posgrado- son mujeres la mitad o más de quienes integran las comisiones de Seguridad, Actividades Culturales y Deportivas, Enlace, Finanzas, Limpieza, Cocina, Análisis Político, Asesoría Académica, Prensa y Propaganda. Aunque esta presencia no se refleja aún en los órganos cupulares como en CNH, debe anotarse que, en su seno, las intervenciones de Marjorie González, Lizette Jacinto, Leticia Contreras o Norma Ortega, entre otras, han sido importantes.
Será que ahora alrededor del 55 por ciento de la población estudiantil de la Universidad (en el 68 eran cerca del 27) son mujeres. Será que ha cambiado la relación con los padres. Será...
Ya en el movimiento que, el 87, protagonizó el CEU contra las reformas del rector Jorge Carpizo, la participación de las mujeres en la organización estudiantil tuvo su propio peso.
Andrea González, quien a los 16 años formó parte junto con Leyla Méndez y Guadalupe La Pita Carrasco, de la comisión que entabló el diálogo público con la delegación de la Rectoría ("en la que no había mujeres, salvo una asesora") en el auditorio "Che Guevara", recuerda:
"Nosotros disfrutamos de la apertura de espacios para las mujeres. Muchas compañeras habían hecho un gran trabajo y nos abrieron el camino. Te puedo mencionar a Mireya Imaz, Claudia Sheinbaum, La Pita, Maru de la Garza, Rita Guerrero, Adriana Hernández, Irma, de la Facultad de Psicología y otras más".
"En el 86, en las preparatorias, las mujeres éramos las que llevábamos la responsabilidad. Gloria Manrique, Tania Barberán y Miroslava, en la 6; Leyla Méndez y Josefina Maravilla, en la 5; Ana González, en la 1, por mencionar algunas. Las chavas del CEU teníamos muy buenos promedios por lo que había más candidatas naturales a los consejos técnicos y al Consejo Universitario".
"El actual sentido de rebeldía de las (y los) estudiantes, ha sido provocado por un retroceso... Un paulatino, pero efectivo, cierre de los espacios de participación ligado a una feroz campaña de medios contra el movimiento, no sólo porque es de izquierda sino también porque es de jóvenes. Es una actitud general tratar a los jóvenes como retrasados mentales, observa los mensajes contra las drogas o el SIDA".
"Ahora, la actitud misma de las autoridades de la Rectoría es mucho más agresiva. En el 87, Carpizo reconoció casi de inmediato la interlocución del CEU, nombró una comisión de intelectuales y luego accedió al diálogo público. Ahora, sólo hay descalificaciones y eso tiene un efecto. La actual generación, la de después de Salinas, ha sido golpeada por la mentira, la corrupción, el descrédito de las instituciones y esto significa un ingrediente mayor para la rebeldía".
Hoy, la intensa actividad de las jóvenes en la huelga, será sin duda motivo de cuidadosos análisis. Y para muestra bastan unos botones:
Un funcionario medio de la UNAM recuerda el día que llegaron los muchachos a poner las banderas rojinegras y a desalojarlo. "Una adolescente los encabezaba. Me sorprendió su actitud. Me dijo: ´maestro, lo siento pero se tiene que ir´, ´oiga compañera deme un poquito de tiempo´ y sin más me preguntó ´¿cúanto necesita?´, ´pues como una hora´, ´Muy bien´, me dijo y dio instrucciones a su grupo para que nos ayudaran a sellar archivos, desconectar computadoras, cerrar puertas. Todo con una gran minuciosidad. Se puso a revisar conmigo lo que dejábamos y cómo lo dejábamos. Tomaba nota de cada cosa. Bajo sus indicaciones el equipo funcionaba como relojito y además, la situación fue muy suave, lejos del enfrentamiento. Acabamos y nos sacó en una hora como nos había ofrecido. ¡Caray! Me llamó mucho la atención, lo confieso".
En el acceso a Ciudad Universitaria por Cerro del Agua, Liliana Loyola y Luz María López, se acercan con sus botes y sus volantes a los automovilistas. Acaban contagiando su entusiasmo a los más escépticos. Luz María cuenta que diariamente llegan a colectar hasta 2 mil pesos. En la tardecita se dirigen a su Comisión de Fiscalización, ahí entregan el dinero que será distribuido para comida, papelería y sonido.
En la Facultad de Química, de donde es egresado y de la que fue director, el rector Francisco Barnés de Castro, Norma Ortega, estudiante del Posgrado, es una de las más connotadas activistas. Lo fue desde que llegó a la preparatoria 4, en donde compartió tareas con Andrea. La historia era otra, aunque parecida. Los muchachos se oponían al Plan Carpizo, crearon el Consejo Estudiantil Universitario (CEU), protagonizaron el diálogo público, hicieron la huelga y lograron la suspensión del Plan y la realización del Congreso. Hoy, Norma aporta su experiencia.
"Las compañeras son muy responsables para sacar el trabajo y, fíjate nada más, se quedan a hacer guardia por la noche".
--¿Esto no ocurría en el 87?
--Bueno sí, algunas veces, pero eran poquitas. A mí no me dejaban mis papás. Ahora, es distinto.
E invita a un recorrido por su facultad. Ahí están las muchachas de la Comisión de Reciclaje, separando de la basura el cartón, los periódicos, las latas que venderán para allegarse más fondos. Más adelante está Mayra. Cursa el séptimo semestre de su carrera. Ella colabora en la organización de actividades culturales. Con los chavos de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) han montado diversos talleres. Ya están haciendo un mural relacionado con el movimiento en uno de los muros adyacentes al edificio conocido como "La Perrera".
"En mi casa sólo les preocupa que el gobierno se venga contra nosotros. Están alarmados por la manera en que los medios de comunicación han deformado el movimiento. Siempre que salgo me dicen: ´nada más llama para que sepamos que estás bien´", resume Mayra que es hija de una enfermera y un empleado del Metro. Dos de sus hermanos están por ingresar a la UNAM, "te imaginas, si prospera lo de las cuotas, pues mis papás no podrán sostenerlos".
Más adelante, en el escritorio que, en un pasillo, ocupa la Comisión de Prensa, Cristina está atareada con un comunicado. Ella vive en Tláhuac. Le toma hora y media llegar a la Universidad usando dos microbuses y metro. Los fines de semana hace el aseo en casa de unos tíos para ayudarse con el pasaje. Otro de sus parientes le da cien pesos a la semana para que coma en Ciudad Universitaria. El movimiento -asegura- le ha dado otra perspectiva de las cosas.
Y estas son sólo algunas de las tareas que desempeñan las mujeres para quienes el movimiento y la huelga, en palabras de Mayra, han sido como "¡una doble liberación!".