Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 19 de abril de 2015 Num: 1050

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El doble según
Edmundo Valadés

Luis Guillermo Ibarra

Las sagas islandesas: la
segunda piel de Islandia

Ánxela Romero-Astvaldsson

Juan Antonio Masoliver,
un heterodoxo contemporáneo

José María Espinasa

El neoliberalismo
como antihumanismo

Renzo D´Alessandro entrevista
con Raúl Vera

La Venecia de hoy
Iván Bojar

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


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Luis Tovar
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El cine y la cifra (I DE II)

Hay que congratularse por la continuidad que el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) ha dado a la publicación del Anuario Estadístico de Cine Mexicano, que con la edición correspondiente a 2014 ha llegado a su quinta edición. Lo fue desde el principio, y conforme pasen los años es un hecho que seguirá siendo la principal fuente de datos duros a la cual acudir cuando quiera llevarse a cabo un análisis serio del estado que guarda el fenómeno cinematográfico nacional, tanto año con año como en un sentido comparativo.

La dureza del dato

Durante 2014, fueron 240 millones las veces que alguien asistió a una sala cinematográfica. Puesto que el país es habitado por unos 120 millones de personas, el promedio de asistencia anual por habitante fue igual a dos –desde luego, eso no significa que la totalidad de los mexicanos haya ido al menos dos veces al cine el año pasado–; es decir que no hubo prácticamente ningún cambio respecto del año anterior en este rubro.

Se registró un crecimiento de cineclubes y otras salas, ya sean institucionales o independientes, que de 300 en 2013 pasaron a 380 en 2014, para un aumento de casi veinticinco por ciento. El porcentaje suena alto, pero además de la concentración de dichos espacios en pocas localidades a lo largo del territorio nacional, no debe perderse de vista que, comparativamente hablando, las cifras son ínfimas: hay quince pantallas comerciales por cada cineclub, y sólo uno de éstos por cada 315 mil 789 habitantes.

Por su parte, la infraestructura comercial de exhibición creció a 670 complejos cinematográficos y alcanzó las 5 mil 678 pantallas, noventa por ciento de las cuales cuenta con tecnología digital. Con el tradicional formato 35 milímetros en franca y total retirada, todo indica que en el futuro inmediato la digitalización exhibidora alcanzará el cien por ciento.

Con un promedio de costo por boleto de 47 pesos, los dueños de las salas cinematográficas se metieron al bolsillo nada menos que 11 mil 237 millones de pesos, un cinco por ciento menos que en 2013. El Anuario Estadístico no lo indica, pero se sabe que ningún cambio ha habido, respecto de los años previos, en la distribución de estos dineros: los exhibidores continúan quedándose con la parte del león, mientras los productores reciben un porcentaje ínfimo de las ganancias que generan sus productos. El único cambio, todavía poco significativo pero creciente, es el retroceso de los distribuidores en la repartición gananciosa, debido a lo que tiene todo el aspecto de ser una lenta pero segura desaparición de la figura del distribuidor, cuyas tareas son asumidas cada vez más ya sea por los productores –sobre todo en el caso de las pequeñas producciones mexicanas–, o bien por los propios exhibidores.

Entre ficción y documental, la producción de largometrajes mexicanos alcanzó en 2014 la cifra de ciento treinta, muy cerca de las realizadas en el ya lejano 1959, que sigue ostentando el récord con 135. Las filmadas el año pasado fueron cuatro más que en el año previo, dieciocho más que en 2012, cincuenta y siete más que en 2011, sesenta y una más que en 2010 y más del doble que en 2009. Para no ir más lejos, anótese que en la última década esta producción fue casi triplicada y que, año tras año, el porcentaje más alto de la misma corresponde a filmes apoyados por el Estado –por ejemplo, noventa y cuatro de las ciento treinta producidas el año pasado.

Sin embargo, este auge en la producción continúa siendo acompañado por la ya inveterada anemia exhibidora: sólo sesenta y ocho filmes mexicanos fueron estrenados en 2014, es decir poco menos de cincuenta por ciento del total, a lo que debe añadirse el déficit de años anteriores. En términos comparativos los estrenos nacionales también disminuyeron, pues en 2013 fueron 101, lo que arroja una reducción de un tercio prácticamente.

A diferencia de lo que sucedió en 2013, cuando tuvieron lugar las atipicidades taquilleras No se aceptan devoluciones y Nosotros los nobles, en 2014 ni una sola producción mexicana figuró entre las diez películas con mayor asistencia a salas, dejándole esos lugares al habitual miasma estadunidense. Por lo que hace a número de espectadores de cine mexicano, la cifra reculó de 30.1 millones en 2013 a 24 millones en 2014. Empero, hay un dato relativamente positivo: si bien el porcentaje de estrenos totales se redujo de 27 a 21 por ciento, los estrenos nacionales registraron una asistencia promedio por película superior a la de 2013 y, en palabras del Anuario, “ninguna película superó los cinco millones de asistentes, pero ocho lograron más de un millón de espectadores”.

(Continuará)