Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 19 de abril de 2015 Num: 1050

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El doble según
Edmundo Valadés

Luis Guillermo Ibarra

Las sagas islandesas: la
segunda piel de Islandia

Ánxela Romero-Astvaldsson

Juan Antonio Masoliver,
un heterodoxo contemporáneo

José María Espinasa

El neoliberalismo
como antihumanismo

Renzo D´Alessandro entrevista
con Raúl Vera

La Venecia de hoy
Iván Bojar

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


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Germaine Gómez Haro
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Jeff Koons ¿genio o ingenio?

El artista estadunidense Jeff Koons (Pensilvania, 1955) ostenta el título del artista vivo mejor pagado de la historia al haber alcanzado la suma de 58.4 millones de dólares en la venta de su escultura Balloon Dog (Orange) en una subasta en 2013, superando así el récord anterior obtenido por una obra del alemán Gerhard Richter. Esta noticia sacudió al mundo del arte y dejó perplejos a sus seguidores y detractores quienes, por un lado, lo consideran el genio de nuestro tiempo y, por el otro, un impostor. En toda suerte de foros se ha cuestionado su verdadera contribución al arte, mientras que en otros tantos se lo ha colocado en el pedestal más alto del Olimpo contemporáneo. Lo cierto es que Koons no ha llegado hasta donde está por sí solo: se dice que fue el primer artista en contratar un agente de relaciones públicas que lo ayudó a escalar velozmente los primeros peldaños hacia la fama y muy pronto se convirtió en un genio de la autopromoción que consiguió las mejores alianzas con los galeristas más destacados –Gagosian, Sonnabend, David Zwirner–, voraces y audaces promotores con poder de convertir a sus artistas en una marca a través de la publicidad: aquí predomina el ingenio sobre el genio. Es el vivo ejemplo de la especulación triunfante en el escenario teatral del mercado del arte contemporáneo, a su vez vivo ejemplo de la  “civilización del espectáculo” que tan brillantemente describe Mario Vargas Llosa en su libro del mismo nombre, donde habla de la propensión de nuestras sociedades a convertir el entretenimiento banal en el bien supremo, a favor de la frivolidad y el fraude artístico. Escribe Vargas Llosa: “La literatura light, como el cine light y el arte light, da la impresión cómoda al lector y al espectador de ser culto, revolucionario, moderno, y de estar a la vanguardia, con un mínimo esfuerzo intelectual.” Esa sensación me provocó la exposición retrospectiva de Jeff Koons en el Centre Pompidou de París, el evento más visitado de la primavera, donde hordas de turistas de todas las nacionalidades se daban codazos para abrirse espacio y hacerse selfies frente a los “juguetes” monumentales de acero inoxidable pulido, esculturas en porcelana, aluminio, bronce y madera que ostentan imágenes kitsch provenientes del imaginario popular estadunidense. La exhibición resulta “divertida” en el sentido vargasllosiano del término: la moda es pasearse por los museos y galerías como quien visita un parque de diversiones, para pasar el rato sin ánimos de reflexión o cuestionamiento y, lo que resulta más perturbador, sin la menor intención de buscar un arte que toque las fibras de la emoción.


Antiquiti 3

Estoy con el escritor peruano: lo de hoy es el arte light; el de Jeff Koons divierte y arranca sonrisas, pero me asalta la pregunta una y otra vez: ¿será capaz de conmover a quienes se declaran sus admiradores? La duda se multiplica: ¿Los coleccionistas de Koons realmente experimentan una emoción gozosa ante sus obras o les mueve puramente el ánimo especulativo y el ego de poseer una pieza del artista más caro del mundo? Concuerdo con el escritor español Manuel Vicent quien afirma, en referencia a Balloon Dog, que “un coleccionista sólo estará dispuesto a pagar esta cifra si con ello experimenta la pulsión erótica que se produce cuando el arte entra en contacto con el dinero y le ofrece ante el mundo la marca oficial de hombre rico y caprichoso.” “¡Tiene usted que tener un Koons en su colección!”, machacarán los asesores de arte a los grandes coleccionistas que puedan pagarlo. Poseer un Koons es símbolo de poder económico y estatus social. En esas esferas, la emoción estética es un término totalmente desechable.


Balloon Dog

Hay que reconocer que la factura de sus esculturas es impecable, pero el aspecto de lo novedoso me sigue pareciendo cuestionable. Desde mi punto de vista, el rey del pop kitsch no ha cortado el cordón umbilical con su ascendente Warhol. Éste fue un auténtico enfant terrible, mientras que Koons es un enfant gâté que no consigue una provocación genuina ni con sus escandalosas pinturas de coitos explícitos con su exmujer, la porno star Cicciolina. El tiempo ha mostrado que la genialidad de Dalí –alter ego de Koons– estaba más en la creación de su personaje que en su obra. El propio tiempo mostrará si la obra de Koons sobrepasa la genialidad de su marketing. Por el momento, Jeff Koons es una marca que se cotiza en la bolsa de valores del arte contemporáneo. Sólo el tiempo definirá si se mantiene al alza.