Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 19 de abril de 2015 Num: 1050

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El doble según
Edmundo Valadés

Luis Guillermo Ibarra

Las sagas islandesas: la
segunda piel de Islandia

Ánxela Romero-Astvaldsson

Juan Antonio Masoliver,
un heterodoxo contemporáneo

José María Espinasa

El neoliberalismo
como antihumanismo

Renzo D´Alessandro entrevista
con Raúl Vera

La Venecia de hoy
Iván Bojar

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 
 
Ánxela Romero-Astvaldsson
La talla de Ramsund en Ramsund, Suecia

Narraciones históricas que relatan vidas y
enfrentamientos de personajes y familias

La palabra “saga” significa “lo dicho, lo contado”, y se puede traducir genéricamente como “narración”; sin embargo, el sentido fundamental del término ha pasado a referirse a un tipo específico de obra literaria producida en Islandia de los siglos XIII hasta mediados del XIV, y considerada un género único. Se trata de narraciones de carácter épico producidas por autores individuales centradas en personajes islandeses que vivieron entre el descubrimiento del país (874) y la primera generación de islandeses cristianos –1020 aproximadamente–, cuyas acciones se desarrollan en los siglos IX y XI, cuando los vikingos procedentes de Noruega luchaban en una tierra inhóspita plagada de conflictos entre líderes regionales y campesinos libres. Pero al tiempo que se producían esas tensiones, florecían las letras.

Desde el siglo XI se había comenzado a componer obras islandesas y a traducir obras extranjeras, pues los centros islandeses de enseñanza desarrollaban una actividad superior a la de otros países escandinavos. Islandia produjo una literatura original, formada por los distintos tipos de sagas, obras historiográficas, recopilaciones de leyes, traducciones, al tiempo que se ponían por escrito poemas orales de época pagana como la Edda, o se compilaban antiguos poemas mitológicos o poesía escáldica. Fue en esta época, considerada la época heroica de Islandia, cuando se fundó el carácter peculiar de lo islandés frente al resto de Escandinavia. Se conservaban las características de la sociedad germánica primitiva, aunque en proceso de cambio, con cierta igualdad social, sin que existiera una nobleza destacada del resto de la población, compuesta mayoritariamente por hombres libres propietarios de tierras y de esclavos de origen céltico; instituciones democráticas como el Thing, donde se reunían los hombres libres para impartir justicia, tomar decisiones políticas y modificar las leyes o dictar nuevas; o la costumbre arraigada de viajar a la península escandinava y a las Islas Británicas para hacer comercio, participar en expediciones vikingas, conseguir favores de los reyes o ver mundo y, sobre todo, guiada por unos principios éticos y morales netamente paganos, en los que primaban la idea de destino, del valor personal como medio de alcanzar la posteridad, la hospitalidad, la fidelidad y la amistad, pero, igualmente, con aspectos que actualmente consideraríamos antivalores, como una desmedida crueldad. Un rasgo que ayuda a entender las sagas es conocer lo que hoy llamaríamos el sistema penal. Cuando se producía un delito con resultado de muerte, los familiares de la víctima podían optar entre pedir una compensación económica o vengarse con el culpable o con sus familiares. En este caso, podía producirse una cadena de venganzas sangrientas. Igualmente, se podía acudir a la asamblea y juzgar al asesino, allí se podía decidir la promoción de un acuerdo entre las familias afectadas estableciendo compensaciones económicas o condenar al asesino al destierro; término éste que no implicaba la expulsión de la región o del país, sino la indefensión absoluta del condenado, de forma que cualquiera podía matarlo sin incurrir en responsabilidad, y todos sus bienes podían ser incautados.

Para los islandeses medievales, la saga era una narración estrictamente histórica que trataba de temas diversos, por lo que se las clasificaba en “sagas de reyes”, “sagas de obispos”, “sagas de santos”, pero las más interesantes por su valor literario son las denominadas Íslendingasögur o “sagas de los islandeses”, que relatan las vidas y enfrentamientos de personajes y familias enteras durante la denominada Edad de las Sagas, entre 930 y 1030. Dentro de éstas, las hay de carácter histórico, mientras que otras unen realidad histórica y ficción; otras en las que predomina lo ficticio e incluso algunas que son obras de ficción sin base histórica comprobable. Podrían compararse en cierta medida con novelas históricas o con biografías noveladas en las que el autor sitúa la acción en un tiempo pasado documentándose bibliográficamente, y compone una narración en su mayor parte inventada en la que entrevera elementos históricos. Los personajes pueden ser variados, aunque predominan los poetas o los guerreros vikingos, que a veces también eran poetas, como Egil Skallagrimsson, héroe de la saga del mismo nombre; pero podía tratarse de campesinos o jefes territoriales. Lo fundamental era que el personaje fuera una personalidad destacada e islandés.

Respecto a su estilo, son las sagas de islandeses las que generan lo que se conoce como “estilo saga”, por los rasgos comunes de estructura y expresión que presentan, como el empleo de la expresión oral, conversacional, reflejo de la lengua hablada, o la presentación del material y el tratamiento de los personajes que se definen por lo que hacen o dicen, nunca por la información proporcionada por el autor, y la simplicidad sintáctica. Todos estos recursos favorecían su memorización y su lectura en voz alta.


La muerte de Baldrs es representada en esta ilustración
de un manuscrito islandés del siglo XVIII

Cabría preguntarse: ¿cómo y por qué se escribieron las sagas? La tradición de estudios literarios e históricos comenzó en el siglo XVIII con el interés de los eruditos daneses: en Islandia, provincia danesa hasta 1914, seguían copiándose y leyéndose las sagas medievales y muchos manuscritos cayeron en manos de sabios daneses que los estudiaron y publicaron. Desde entonces, la investigación sobre las sagas ha pasado por numerosos avatares. El islandés siempre ha sido un pueblo aficionado a las historias. Desde la colonización gustaban de componer historias en verso sobre personajes de su país, especialmente de la época de la colonización. Estas historias tenían un carácter exclusivamente oral. Su función era múltiple: servían de entretenimiento, al tiempo que salvaguardaban los hechos históricos, las genealogías familiares, los acontecimientos destacados de cada región y de sus principales familias. Para los partidarios del estudio romántico de las sagas, predominante en el siglo XIX y principios del XX, y que aún cuenta con defensores, en esta costumbre oral radica el origen de las sagas. El proceso de su creación sería como sigue. Determinados personajes y familias destacadas tenían numerosas hazañas que se transmitían oralmente. Cada vez que se recitaban se recodificaron, pues el narrador las aprendía de memoria ayudado por las características del estilo literario propio de la transmisión oral, como las repeticiones o las fórmulas fijas. Como era previsible, pese a los intentos de fidelidad a la versión inicial, los errores de memoria o los gustos del narrador generaba variantes, aunque siempre dentro de ciertos márgenes. Estas historias orales se conservaban a lo largo de los siglos, puesto que se originaron después de la muerte de los personajes. Esto explicaría la predominancia de los rasgos estilísticos de las sagas más propios del lenguaje hablado que del escrito, además de las variaciones entre los diversos manuscritos. Finalmente, explicaría en buena medida el carácter histórico que se puede asignar a las sagas; un carácter histórico que llega al extremo de que en una de las más mejores sagas, la de Njál, se narra la quema de la casa de uno de los principales personajes, Gunnar de Hlidarendi, indicando en qué punto exacto del país se produjo. En los años veinte del siglo pasado, los arqueólogos descubrieron el lugar, incluso hacen mención de los restos de una casa quemada que coincidía con la descripción de la saga. Todo ello apunta a cierta confiabilidad histórica, lo cual no sería extraño si las sagas no fueran sólo historias contadas oralmente, sin modificación desde la época en que sucedieron los hechos. La saga es, para los partidarios de esta teoría, un género de literatura oral puesto por escrito por escribas sobre pergaminos siglos después de acaecidos los hechos. Lo que explicaría por qué son anónimas. Hasta aquí la teoría tradicional. Actualmente, la mayoría de los estudiosos la refutan: no se trata en su origen de un género oral, sino escrito, obra de autores individuales que las crearon del mismo modo que un novelista actual compone una novela. Esta teoría, ahora predominante, tiene variantes. Algunos llevaron esta idea de creación personal al extremo, pero la explicación más plausible es una combinación de factores. Sin duda, existían narraciones orales, pero eran escuetas y no articuladas creativamente. Sólo existía entonces el alfabeto rúnico, que nunca se utilizó para componer textos extensos. Sin embargo, con el cristianismo se adoptó el romano y se estableció relación con los centros europeos de la ciencia medieval y de su producción literaria. Así, los islandeses conocieron historias de santos, de la Virgen, narraciones bélicas y demás, incluyendo obras de ficción. Los islandeses tenían un considerable interés por la literatura reflejada en la poesía, sobre todo la escáldica, de los siglos IX al XII, y todos estos factores acentuaron su gusto. Se empezó, como en otros lugares de la Europa medieval cristiana, a redactar historias de personajes sagrados; primero en latín, luego en islandés. Este paso a la lengua vernácula se vio favorecido por la asentada tradición literaria oral, y por dos peculiaridades islandesas: la conservación de la lengua, sin cambios y sin apenas variaciones dialectales, y el orgullo nacionalista, representado en las sagas. Comenzó a generarse una considerable actividad literaria en lengua islandesa en los géneros de la época. A veces traducciones, pero, sobre todo, creaciones propias. Querían contar su historia y, como ésta era muy reciente, tenían dos posibilidades: contar la breve historia de Islandia o narrar la historia de Noruega, país del que procedían la mayor parte de los colonizadores. Dado que la historia de un país es la historia de sus gobernantes, la historia de Noruega, primer capítulo de la de Islandia, se convirtió en las historias de los reyes de Noruega. Los islandeses adoptaron esa vía: compusieron historias de sus obispos, de los reyes noruegos y de la colonización de su propio país. Estos libros se escribían recurriendo a las fuentes, que en su caso eran casi exclusivamente orales al principio. Cuando hubo un corpus literario e histórico, se le sumaron las escritas, no sólo islandesas, sino extranjeras. Surgieron el Libro de los Islandeses, del sabio Ari Thorgilsson; luego los sucesivos Libros de colonización, anónimos algunos, otros de autores conocidos, Se escribieron historias como las Sagas de obispos, resúmenes de la historia de Noruega, y otras más. Una tradición que culminó con una soberbia obra historiográfica: Historias de los reyes de Noruega o Heimskringla, de Snorri Sturluson, político y escritor islandés de entre siglos siglo XII-XIII. Un elemento que llama la atención en toda esta literatura es la ausencia, comparativamente con la europea, de elementos fabulosos. Los islandeses, pragmáticos, sometían sus fuentes a una criba crítica en la que rechazaban lo que no parecía creíble.


Ilustración de The Flatley Book

Y en este proceso es donde tal vez es más plausible encontrar el origen de las sagas: del mismo modo que escribían vidas de excelsos personajes extranjeros, componían biografías de los islandeses. Como en Islandia no había nada comparable a las aristocracias europeas, se otorgaba la grandeza al personaje en virtud de sus obras. Consistía, por tanto, en escribir vidas de islandeses notables del mismo modo que se escribían las de extranjeros sobresalientes, lo cual realzaba la nación islandesa. Además, en la época en que se escribieron las sagas, había tensiones con los reyes noruegos, que deseaban convertir la isla en un Estado vasallo, privándola de su secular independencia. La lucha contra los afanes expansionistas noruegos prosiguió hasta la definitiva absorción en el siglo XIV, por lo que la literatura servía de arma política. Las sagas de islandeses transcurren en la época heroica de la isla, pero también hubo sagas de contemporáneos que trataban los acontecimientos de la misma época de redacción o de poco antes. No se trataba de crónicas, sino de historias noveladas donde es posible discernir qué es real y qué inventado.

Su modo de composición debió de ser paralelo al que se empleaba en otros lugares de Europa en la época: un autor, a menudo un monje o alguien relacionado con un monasterio, escribía la historia de un personaje del pasado o que había vivido en su región. Para confeccionarla utilizaba todas las fuentes a su alcance, tanto de tipo histórico, como genealogías, libros de la colonización u otras sagas, como las transmitidas oralmente de generación en generación. En el proceso de examen de la documentación se rechazaba o pulía lo que resultaba no creíble para los lectores de la época. Al tenor de este procedimiento, puede afirmarse que las sagas no son narraciones orales meramente transcritas al pergamino, sino obras literarias confeccionadas por individuos con conciencia creativa y no sin valor histórico, dado que se apoya en fuentes que lo son. El autor actuaba con libertad para inventarse peripecias o personajes, pero podía tomarlos prestados de otras sagas o de las convenciones literarias de la época.

Por otra parte, aunque la cronología de las sagas no está del todo clara, parece que las primeras contenían un número mayor de estrofas escáldicas y que, con el paso del tiempo, iban siendo más escasas, hasta llegar a aquellas que no tienen ninguna. Es decir, parece que según fue pasando el tiempo predominó el elemento de ficción y perdió importancia el histórico. Esto sería una evolución lógica a partir del origen de las obras de carácter historiográfico: las sagas empiezan como historias noveladas para acabar en novelas de ambiente histórico. De manera que las sagas pueden utilizarse como fuentes históricas, pero no se pueden considerar como historias verdaderas íntegramente, como pretendía la interpretación romántica.

Los manuscritos de las sagas que se conservan, algunos completos, otros fragmentarios, y de diverso carácter y antigüedad, no son los de su época de redacción, es decir, no se trata de los manuscritos originales autografiados de los autores. Tomando en cuenta que se copiaban reiteradamente desde su redacción hasta el siglo XIX, es razonable que presenten variantes. Y este aspecto guarda relación con la autoría, pues si se conocen algunos autores de la mayoría parece lógico que su nombre no se recogiera de un manuscrito a otro, puesto que no le diría nada al campesino islandés siglos después de que la saga se hubiera redactado.


Monumento Barco vikingo, Reykjavik, Islandia

En cuanto a sus centros de producción, coinciden con las regiones de desarrollo de las mismas, ya que son básicamente regionales, tanto por su historia como por sus autores; de hecho, se pueden establecer grupos de sagas por la región en que se desarrollan, que suelen coincidir con las regiones donde se encontraban los centros de enseñanza en torno a los cuales se escribieron. Se compusieron ciclos de sagas de las grandes familias de cada región de Islandia, muchas de ellas actualmente extraviadas. Islandia no fue excepción al tener en los monasterios los centros literarios, si bien, a diferencia de otros lugares de Europa, en ellos no se redactaban sólo obras de carácter religioso, sino que se prestaba atención a las obras profanas, como prueban las sagas. Centros islandeses de erudición, enseñanza y religión a la vez que de producción literaria fueron los obispados de Skálholt, en el sur de la isla, y de Hólar, en el norte.

Las sagas permearon durante siglos el alma de los islandeses, pues eran leídas a la luz del fuego para paliar la soledad y el aislamiento en los largos inviernos, y transmitidas de viva voz de generación en generación. Por ello, los islandeses contemporáneos recitan fragmentos enteros de memoria, y cuando se visita la isla señalan con certeza lugares reales donde se sitúan episodios centrales de las mismas. Su importancia para la colectividad nacional la resumía Halldór Laxness al decir: “Las sagas son nuestros cimientos culturales.”

Sagas traducidas al español

Saga de los Ynglingos de Snorri Sturluson (edic. S. Ibánez, Miraguano), de Snorri Sturluson; Saga de los volsungos (edic. de J. Díaz Vera); Saga de los habitantes de Eyr (edic. de María Pilar Fernández Álvarez y Teodoro Manrique Antón, Tilde); Saga de Gisli Sursson, (edic. de José Antonio Fernández Romero, Tilde Ediciones); Saga de Bósi (edic. de Mariano González Campo, Miraguano); Saga de Odd Flechas y Saga de Hrölf Krak, (edic. de Santiago Ibañez Lluch, Gredos); La Saga de Egil Skallagrímsson, de Snorri Sturluson, (edic. de Enrique Bernárdez, Miraguano Ediciones); Saga de Eirík el Rojo (Nórdica) y La Saga de los groenlandeses, de la que puede encontrarse la editada por e. Bernárdez o ambas en edición de Antón y Pedro Casa-riego (Siruela); la Saga de Fridthjóf el Valiente y otras sagas islandesas (edic. de Santiago Ibáñez Lluch, Miraguano); la Saga de Hervor (edic. de Mariano González Campo, Miraguano); Saga de Nial (edic. de Enrique Bernárdez, Siruela); Saga de Ragnar Calzas Peludas (edic. de Santiago Ibáñez Lluch, Miraguano).