Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de octubre de 2011 Num: 866

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El sexenio sangriento
Amalia Rivera entrevista
con James D. Cockcroft

El documental, ventana
de ventanas

Jaimeduardo García entrevista
con Raúl Fajardo

Diálogos entre Joyce, Boulez, Berio y Cage
Carlos Pineda

Daniel Sada: el resto
es coser y cantar

José María Espinasa

Fraternidad, la idea olvidada de Occidente
Fabrizio Andreella

La piel de la palabra
Luis Rafael Sánchez

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Hugo Gutiérrez Vega

Avatares de la democracia cristiana (II Y ÚLTIMA)

La democracia cristiana prosperó en Alemania e Italia. En los otros países europeos tuvo un éxito más bien modesto. En la España franquista, el maestro Ruiz Jiménez fundó un movimiento afín al pensamiento democristiano que no fue del agrado del espadón, pero que lo toleró para no tener conflictos con El Vaticano. Ruiz Jiménez fue un pionero de la democratización de España y su habilidad le permitió navegar en las aguas de la represión y del fundamentalismo. Franco lo miraba con recelo, pero la jerarquía eclesiástica tampoco simpatizaba con las “veleidades democráticas” del escurridizo catedrático.

En América Latina, la democracia cristiana creció y se hizo del poder en varias ocasiones en dos países: Venezuela y Chile. En El Salvador tuvo un momento de relativa fuerza social. Me refiero a la etapa dirigida por un líder cristiano, Guillermo Ungo, mientras que en Belice (todavía Honduras Británicas) tuvo un fiel compañero de viaje, el primer ministro George Price. Frei y Tomic fueron los líderes y los teóricos de la democracia cristiana chilena. Frei fue un presidente de la República lleno de buenas intenciones que no se plasmaron en la realidad debido, en buena medida, a su timidez ante los señores de la oligarquía nacional y las compañías transnacionales. Esta indecisión le impidió cumplir sus promesas de reforma social. En Chile la democracia cristiana se ubicó en el centro-derecha y olvidó los proyectos de cambio que, de acuerdo con los ideales de De Gasperi, deberían culminar con la creación de un Estado de bienestar y con la consolidación de una democracia respetuosa de los derechos humanos, tolerante, moderna y partidaria de un sistema laico que incluyera en sus esquemas la educación laica y gratuita. Frei se rindió muy pronto y pactó con los oligarcas (los terribles “momios” de la vida socioeconómica de Chile). Años más tarde, la democracia cristiana actuó con culpable ambigüedad en los acontecimientos que provocaron la caída y la muerte de uno de los grandes y más limpios políticos del siglo XX, Salvador Allende. Utilizo la palabra ambigüedad para hacerles un favor a los democristianos, pero estoy seguro de que algunos de sus líderes fueron más allá de la pasividad ante los horrores desatados por los espadones y sus cómplices locales y transnacionales. Al salir Pinochet, la DC, encabezada por Frei Jr, participó en el vacilante retorno a la democracia.

El líder del Copei venezolano, Rafael Caldera, llegó varias veces a la presidencia. Era un orador notable y, en algún momento, se pensó que iba a avanzar en su programa de reformas y que su preocupación por los habitantes de los numerosísimos “ranchos” de la precariedad era verdadera. Hizo muy poco; como Frei, pactó con la oligarquía y agachó la cabeza ante la prepotencia del Departamento de Estado del imperio. Caldera se interesó en el PAN mexicano e hizo amistad con Alejandro Avilés, director de La Nación e intercambió cartas con González Luna. Caldera le insistía en la necesidad de que el PAN se acercara a la internacional democristiana que estaba en pleno proceso de formación en América Latina y que recibía apoyos de Italia y de Alemania. González Luna le hizo ver que, de acuerdo con lo estipulado en la Constitución, los partidos políticos mexicanos no podían tener una denominación religiosa y tampoco les era posible ligarse a un movimiento internacional. Por esas razones el Estado podía cancelarles el registro. Caldera no insistió, pero siguió manteniendo una estrecha relación con Avilés. Los jóvenes panistas (en esa época, el que esto escribe era líder juvenil nacional) buscamos una relación más estrecha con la democracia cristiana, formulamos un programa inspirado en los principios de la izquierda cristiana de Chile; apoyamos la huelga de Vallejo y Campa y viajamos a Cuba para entrevistarnos con Fidel y con el Che. La directiva nacional nos sugirió educadamente que teníamos que presentar nuestra renuncia. Así lo hicimos Manuel Rodríguez Lapuente, uno de los mejores oradores que he conocido, hombre inteligentísimo e ingenioso; Carlos Arriola, joven muy preparado y talentoso, y este bazarista. Manuel siguió insistiendo en la fundación de la democracia cristiana mexicana hasta que se vio totalmente derrotado. Unos años más tarde ingresó al PRD. El que esto escribe se convirtió en un estudiante del pensamiento marxista y Carlos se ubicó en el PRI. Granados Chapa, Paoli Bolio y otros compañeros de la aventura democristiana, tomaron diversos caminos: Miguel Ángel se dedicó a su brillante carrera periodística y Paoli fue subsecretario de gobernación en el sexenio del ignorante y frívolo señor Fox.

En fin... la democracia cristiana tuvo sus luces y sus sombras. Ahora languidece en una penumbra llena de confusiones, complicidad, corrupción e ineptitudes.

[email protected]