Al salir de las instalaciones subterráneas de la estación Hidalgo del Metro, el transeúnte se encuentra con el Jardín urbano, mural construido con piedra volcánica y cantera mexicana por Vicente Rojo. El paisaje mexicano, claro, preciso y limpio, que simula el follaje con elementos circulares, es una de las últimas obras de arte público del artista mexicano fallecido a los 89 años.
“No me gusta hacer en la calle nada vistoso, tampoco que lleve mi nombre. Todo lo que se hace urbano, si los viandantes lo ven y les gusta, que lo hagan suyo. Creo que el autor debe desaparecer en cualquier obra pública”, afirmaba el escultor al hablar sobre el proceso de creación.
La obra, ubicada en la fachada oeste de lo que fue el hotel de Cortés, ahora Museo Kaluz, se inauguró en octubre pasado. Los elementos que asemejan un arbolado sobre Paseo de la Reforma fueron labrados con una paleta de tonos grises que respeta el espíritu del edificio antiguo que alguna vez fue el hostal de Santo Domingo de Villanueva. Desde las alturas se divisa la Alameda Central y la Torre Latinoamericana.
“No sabía si hacer algo muy barroco. Hasta que me di cuenta de que necesitaba hacer algo mucho más limpio, más claro, más preciso”. Describe el resultado: una atmósfera urbana muy delicada y sutil a pesar del tamaño y la fuerza de la piedra. “No me gustaría que se impusiera a los paseantes”.
El mural de piedra y el vitral Versión celeste para el edificio del Nacional Monte de Piedad, también en el Centro Histórico, son las últimas obras monumentales de arte público que realizó el artista mexicano de origen español.
“Siempre pensé que en mi parte que trabajaba como diseñador cumplía una función cultural y educativa. Mientras hacía pintura o escultura no cumplía con esas necesidades. Cuando editaba o diseñaba tenía los pies en la tierra. Mientras pinto o hago otra cosa, trato de volar. No sé si lo logro, pero trato de volar”, declaró en un video en el que describe la obra construida con 10 paneles de 1.5 por cinco metros.
Parado en la acera, entre el puesto ambulante de sombreros de palma y el de tortas, se encontró con el muro desnudo para comenzar a revestirlo desde la imaginación, el dibujo de las figuras geométricas y el trabajo artesanos que cubrieron con una paleta de ocho gamas de color en la piedra, todas de México.
De manera modesta, su presencia acompaña el camino de quienes transitan por Paseo de la Reforma.