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Desde otras ciudades

En Teherán, un pequeño local hace honor a los colores de madera con los que crecimos

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▲ La tienda de Mohamad Rafi en la capital iraní tiene miles de colores de madera, que ya no se consumen como antes, pero aún hacen la delicia de los pequeños artistas.Foto Afp
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n un rincón de tenue iluminación dentro del bazar de Teherán, Mohamad Rafi se encuentra rodeado de todos los tonos del arcoíris en su pequeño puesto en el que desde hace 35 años vende únicamente lápices de colores.

Aunque el mundo se ha vuelto digital, Rafi permanece fiel a su pasión en medio de miles de lápices de madera de todos los tonos y matices imaginables. Amontonados del piso al techo, su diminuto cubículo se ha convertido en una fotogénica explosión de colores oculta en lo profundo del mercado.

No sé cuántos lápices hay, pero tengo unos 200 colores disponibles, dice orgulloso el hombre de 50 años, propietario de la tienda Medad Rafi (lápices de Rafi). Hallarla es una auténtica búsqueda del tesoro por el laberinto de callejuelas de este bazar en el corazón de la capital iraní.

Situado en medio de un pasaje estrecho y mal iluminado, su tienda es minúscula. Alrededor de tres metros cuadrados en la sección de artes y artesanías del bazar son suficientes para Rafi, quien acoge a los clientes detrás de un mostrador.

Disfruto cada vez que llega un cliente, incluso si no compra nada, sonríe el comerciante. Una mañana dedicó 10 minutos en aconsejar a una niña que buscaba dos lápices, uno azul y otro naranja, que pudo probar los diferentes tipos sugeridos haciendo dibujos sobre un cuaderno.

Dependiendo de lo quieran hacer aconsejo a los clientes sobre el color, la textura o la marca, explica Rafi, quien únicamente vende lápices individuales y no por caja. Dice estar orgulloso de adaptarse a todos los presupuestos, con colores fabricados aquí y otros importados de Europa o Estados Unidos. El más caro cuesta 100 mil tomanes (unos dos dólares), pero es uno de los mejores.

Enamorado del dibujo desde su infancia, Rafi siempre amó los lápices y después de realizar estudios técnicos en los 80 comenzó su vida profesional en una fábrica de estos artículos antes de abrir su propio negocio.

Sabe que actualmente la alta tecnología y las pantallas táctiles ya dejaron atrás la época dorada del humilde lápiz de color, pero recuerda con nostalgia el siglo pasado, cuando todos los niños los llevaban en sus bolsas de útiles escolares.

A diferencia de muchos otros vendedores del bazar, Rafi no heredará el negocio a su hijo, un médico a quien no le interesa este trabajo. Pero hasta que se jubile, planea atender a sus clientes, incluso si algunos lápices ya no son fabricados. Afortunadamente tengo un inventario grande acumulado a lo largo de los años, y muestra el más antiguo que posee, el cual fue fabricado hace 72 años.

Afp