Opinión
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La guerra de Irak y sus comparaciones
1. P

ensando en el vigésimo aniversario (bit.ly/3lXJbtC) de la invasión estadunidense –¡ejem!, de la coalición internacional– a Irak, conviene recordar que no sólo la verdad fue manipulada para lanzarla (¡sí, don Colin Powell, le hablan!) −siendo ella una de sus primeras víctimas y algo que inició la era de posverdad y Fake News (bit.ly/3M5eZrk) −, sino también la historia. Igual que su padre una década antes, Bush Jr, para justificar su invasión, tildó a Saddam Hussein de Hitler, asegurando que el terrorismo era como el fascismo, nazismo y totalitarismo (y mentía sobre conexiones entre Irak y ataques de 11-S). Hablando del Eje del Mal –en clara alusión al Eje formado por Alemania, Italia y Japón–, que amenazaba al mundo libre, decía que éste tenía que defenderse como en la Segunda Guerra Mundial (véase: Bruce Kuklick, Fascism Comes to America, 2022). Del mismo modo que los medios y opinadores mainstream repetían y amplificaban las mentiras gubernamentales, repetían y amplificaban también sus narrativas históricas. Aseguraban que la analogía entre Hitler y Saddam era muy adecuada y que no había que esperar para ver de qué era capaz él (bit.ly/42Wh0M7). Había que actuar. Ya.

2. Nada de esto era nuevo. Los políticos estadunidenses tienen una larga historia de usar/abusar de las comparaciones y supuestas lecciones de la historia para llevar a su nación a las guerras. No sólo para justificarlas, sino también para llevar a cabo tareas cognitivas y de procesamiento de información esenciales para la toma de decisiones políticas por el público (véase: Khong Yuen Foong, Analogies at War: Korea, Munich, Dien Bien Phu, and the Vietnam Decisions of 1965, 1992). Tanto las guerras de Corea y Vietnam, como la primera y segunda de Irak han sido justificadas con el uso engañoso de las analogías de Hitler y ”Múnich”: la necesidad de no apaciguar a los tiranos y prevenir futuras atrocidades (como las que Saddam iba a cometer en cualquier momento con sus inexistentes armas de destrucción masiva). Frente a un nuevo Hitler, siempre había algún nuevo Churchill. En Vietnam, Ho Chi Minh era el primero, mientras Washington tildaba de segundo al presidente de Vietnam del Sur, Ngo Dinh Diem, comparación que no evitó que Diem fuera derrocado y asesinado en un golpe facilitado por la CIA (algo que igual marcó el principio de la debacle).

3. Respecto a Irak, las comparaciones compartían el propósito de empujar por la guerra y ocultar lo que realmente ocurría sobre el terreno. Los belicistas −como, por ejemplo, el columnista Max Boot– usaban con predilección las analogías con la Blitzkrieg de Hitler, asegurando que lo mismo sucederá en Irak (bit.ly/3zi5o8K). Así, paradójicamente no sólo se ponían... en lugar de los nazis (sic), sino olvidaban añadir qué sucedía después de que pasaba la aplanadora militar de Hitler (represiones, exterminio) o como acabó él mismo. Posteriormente, tanto Condoleezza Rice como Donald Rumsfeld comparaban la resistencia iraquí con Werwolf (bit.ly/3M84u6q) –analogía de lo que hoy llamaríamos la falsa historia (Fake History), que a la vez agrandaba la propaganda nazi y minimizaba la insurgencia antiocupación en Irak, mientras la realidad allí no tenía nada que ver con la Alemania de la posguerra (bit.ly/40Rm2aS).

4. Parecía que sólo el cielo era el límite. David Frum, comentarista y redactor de discursos de Bush Jr, antes de la invasión comparaba a Estados Unidos con imperios que históricamente gobernaban la región: una vez derrotado Saddam, Estados Unidos gozará de poder sin precedentes desde los tiempos otomanos, quizás romanos (no, no lo estoy inventando). De hecho, fue el mismo Frum quien acuñó la noción del –inexistente– eje del mal (bit.ly/3lSEpNW). No todo salió como se planeaba, y dos décadas después, sin haber podido festejar triunfos al estilo romano (je, je), Frum –incapaz a la vez de (auto)criticarse– continúa rescribiendo la historia. En un texto reciente, aunque admitía que la guerra salió mal, aplaudía la decisión. Insistía en que no se trató de una invasión no provocada (sic) y que al final benefició enormemente al pueblo iraquí, ofreciéndole muchas oportunidades nuevas (tal vez, de estar entre los 300 mil muertos directos, un par de millones fallecidos por pobreza y enfermedades y 9 millones de desplazados). Lo único lamentable –no, no lo estoy inventando– era que... el tropiezo en Irak apagó el entusiasmo público por nuevas guerras en otros lados (bit.ly/3G5FvNi). De veras. Lástima.

5. Quién sabe si sentirán alguna disonancia cognitiva, pero es gracioso observar al komentariat liberal –conservador, comparar a Putin con Hitler, a Zelensky con Churchill (¿o mejor, de una vez, con Ngo Dinh Diem?), hablar de lecciones de Múnich o del verdadero [sic] Eje del Mal Rusia-China y a la vez irritarse ante cualquier comparación de Irak con Ucrania (¡le hablan, Mister Frum!). Las razones de Bush Jr para su invasión fueron igual de falsas que las de Putin para la suya (desnazificar y desmilitarizar a Ucrania), y ambas venían de otro impulso: la geopolítica (bit.ly/3G5RwlJ). Pero admitirlo sería no sólo comparar a Bush Jr con Putin o admitir errores pasados en el seno del orden liberal, sino tener que reconfigurar las narrativas del presente. Si incluso para Timothy Snyder, el famoso historiador estadunidense –conocido sobre todo por sus comparaciones alarmistas y debatibles y uno que en su momento... se opuso a la guerra de Irak (bit.ly/40v1chM)– posverdad y Fake News han sido inventadas por Rusia y retomadas por Trump, no hay que esperar mucha (auto)reflexión.

Ni ahora. Ni en el futuro.