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Dos de tres caídas
El lado oscuro del ring: ídolos de generaciones con dolorosos desenlaces

La edad y las lesiones dejan en el desamparo a los luchadores que no tienen ahorros ni seguro médico, una triste realidad que hay que revertir, consideran

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▲ En 2017, Octagón decía a este diario: Antes de dar lástima hay que irse, pero es difícil, porque esto es nuestra vida. Para el Fantasma, la seguridad social sólo es responsabilidad de cada peleador, aunque suene muy crudo. Imágenes captadas en la catedral de la lucha libre, la Arena México.Foto Pablo Ramos
 
Periódico La Jornada
Martes 21 de marzo de 2023, p. 3

En noviembre de 2016, una nota consignada en La Jornada describió el abandono que padecen algunas viejas glorias de la lucha libre que acudieron a la Cámara de Diputados para exponer su situación. La imagen era el reverso marchito de este espectáculo luminoso y acrobático.

Hombres y mujeres encorvados, sostenidos por bastones y con las miradas clavadas en el piso. Todos con evidentes estragos por la edad, con lesiones severas y sin fondos para rehabilitarse.

¿Cómo es posible que terminemos así? Si fuimos ídolos de tantas generaciones, no puede ser que haya desenlaces tan tristes, reclamó indignado Octagón, luchador asombroso que fue célebre a principios de los años 90, en una entrevista con este diario en enero de 2017.

Cuando un luchador se hace viejo queda desamparado, no tiene seguro y pocos cuentan con ahorros para sobrevivir; eso fue lo que se vio ante los diputados. Por eso es necesario revivir el antiguo sindicato nacional de luchadores, para que podamos amparar y proteger a los compañeros y a las nuevas generaciones, agregó.

La urgencia de una fuerza colectiva en un negocio en el que se trabaja al borde del accidente impacientaba a Octagón en aquella entrevista, y relató que los luchadores deben enfrentar con sus recursos cualquier accidente laboral y que la convalecencia representa un quebranto financiero. Sólo el Consejo Mundial de Lucha Libre asume la responsabilidad de sus trabajadores, aclaró.

Fuera de ellos, si un compañero se lesiona en una función, el promotor desaparece y lo deja a su suerte, expuso.

Cuando hablaba de luchadores viejos, desde luego no pensaba en sí mismo, aún activo, aunque ese fue el argumento por el que lo despidieron de la Triple A a los 55 años –hoy tiene 60–, empresa de la que fue fundador. Se refiere a esas personas mayores que ya no pueden ocultar el abdomen abultado y se mueven sin gracia en el cuadrilátero.

Hombres y mujeres que dieron sus mejores años para divertir a una audiencia que es al mismo tiempo comparsa, pero que llegado el momento no les perdona el deterioro.

Hay que prepararse para el retiro. Antes de dar lástima hay que irse, pero es difícil tomar esa decisión, porque la lucha libre es nuestra vida. La fama, el público, aunque uno debe estar consciente de que nos hacemos mayores, que perdemos la agilidad, pero no es fácil aceptarlo; es una decisión que nadie puede tomar, sólo el propio luchador, asumió.

El Fantasma, presidente de la Comisión de Lucha Libre de la Ciudad de México, relata en este 2023 la situación de los trabajadores del pancracio desde su experiencia como dirigente y trabajador.

En este oficio, si luchas, comes; si no luchas, no comes, resume de entrada.

El luchador, como todo trabajador, debe administrar sus ganancias pensando en sus imprevistos y en el retiro. Sabemos que no existe seguridad social, más allá de lo que contrata el promotor que cubre sólo durante las funciones, explica.

Las empresas grandes cubren los accidentes y apoyan en la rehabilitación de los luchadores, afirma; pero el riesgo está en las funciones con promotores improvisados y luchadores novatos, porque ahí se exponen a verdaderos percances sin protección, asegura.

La seguridad social en este oficio no es responsabilidad de gobiernos, sino de los luchadores. Esa es la realidad, aunque suene muy crudo. Pero eso lo sabemos todos desde que llegamos por primera vez a un gimnasio; a nadie se le engaña, expone.

Todo depende de cómo administremos nuestra carrera, porque muchos compañeros y compañeras se retiran en la miseria, y cuando mueren, algunos no tienen ni para el entierro.