Opinión
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Haciendo el oso
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▲ Fotograma de la película Oso intoxicado de Elizabeth Banks
A

lgún director famoso –¿Truffaut quizás?– decía que nadie hacía voluntariamente una mala película. Ese aforismo se desmiente con productos como Oso intoxicado (los españoles tuvieron más ingenio al llamarlo Oso vicioso), que pretende ser un churro de serie B, sin la legitimidad ni la sinceridad de un verdadero churro.

Lo que la directora (y también actriz) Elizabeth Banks ha intentado reproducir son las cualidades chafísimas de algo como Grizzly, garras de muerte, un subproducto de 1976 cuya intención fundamental era sumarse a la ola de imitaciones suscitadas por el éxito extraordinario de Tiburón (Steven Spielberg, 1975). Dirigida por un tal William Girdler, cuyo nombre el tiempo ha olvidado con razón, ese churro inconfundible lo poseía todo para ser un churro disfrutable: humor involuntario, diálogos inanes, actuaciones ineptas de un reparto B y mucha violencia gore. Literalmente, ya no las hacen así.

En su lugar, tenemos algo como Oso intoxicado que, como los telefilmes de la serie Sharknado, es producto de una especie de cinismo: sí, sabemos que la película es mala, pero igual ustedes ya compraron su boleto. Definitivamente es algo perverso e innoble.

Supuestamente basada en hechos reales –en 1985 un narcotraficante llamado Andrew Carter Thornton II murió al caer de un avión que transportaba una fortuna de paquetes de cocaína; varias personas se dispusieron a recuperar los paquetes caídos en un bosque de Georgia y encontraron a un oso negro que había muerto tras ingerir un paquete de la droga–, la película imagina que el animal sobrevivió, convertido en una furia homicida dispuesta a descuartizar a cualquier humano que cruce su paso. Eso es todo.

Ahora bien, en lugar de los ineptos actores segundones, Banks ha contado con un reparto nada despreciable que incluye a Keri Russell, quien demostró talento histriónico sobre todo en la serie The Americans; a Margo Martindale, una estupenda actriz de carácter aquí obligada a la sobreactuación; a Alden Ehrenreich, ya ascendido por otra parte a ser Han Solo; a Brooklyn Prince, la niña traviesa de El proyecto Florida (Sean Baker, 2017); y, sobre todo, a Ray Liotta, aquí reducido a una caricatura de narco cuya humillación final es ser eviscerado por un par de oseznos. Todo el mundo tiene derecho a cascarear, pero no deja de ser triste ver a Liotta haciéndola de payaso en el que sería el último papel de una filmografía digna. (La película está dedicada a su memoria. Pobre).

Sin ritmo ni ingenio, Banks se limita a escenificar los contados ataques del oso digital –u osa, según se revela después– mediante efectos gore de escasa inventiva. Quizá la única secuencia rescatable es aquella donde la osa rabiosa persigue a una ambulancia y sus ocupantes al ritmo de I Just Can’t Enough, de Depeche Mode.

No se dejen engañar. Oso intoxicado no es otra cosa que un producto desesperado, que intenta llenar el vacío de principios de año, una vez agotadas las opciones del Óscar.

Oso intoxicado

( Cocaine Bear)

D: Elizabeth Banks/ G: Jimmy Warden/ F. en C: John Guleserian/ M: Mark Mothersbaugh/ Ed: Joel Negron/ Con: Keri Russell, Alden Ehrenreich, O’Shea Jackson Jr, Ray Liotta, Isiah Whitlock Jr / P: Brownstone Productions, Lord Miller. Estados Unidos, 2023.

Twitter: @walyder