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De recesiones y cambio climático: la sexta
A

propósito de insistir en la necesidad de capacitarse para identificar tendencias de larga duración de nuestra vida material, preguntan mis estudiantes de la Facultad de Economía de nuestra UNAM, si algo nos enseñan los clásicos y su crítica en Marx. No les resulta trivial reconocer lo que serían –de nuevo Braudel– las grandes líneas de larga duración a reconocer e impulsar.

En este contexto, cuestionan si éste u otro gobierno han planteado a la sociedad su visión de largo aliento y sus objetivos, más allá del hoy. Y si, en consecuencia, han formulado con nitidez a la sociedad –sin cuyo consenso no hay nada– las acciones requeridas para lograrlos. ¿Qué objetivos? Nos aconseja Perogrullo que por obvios no debemos olvidarlos: abatir la desigualdad, superar la pobreza, impulsar la justicia y –hoy más que nunca– combatir el cambio climático.

¡Preguntas difíciles de responder a estudiantes de primer año de licenciatura! En realidad, a cualquiera que las formule, por la complejidad de identificar esas enseñanzas solicitadas. Y de atreverse a ingresar en la lectura directa de los autores, insistiendo –desde el primer día y siempre– la necesidad y la responsabilidad de superar el famoso copy paste. ¡Hoy más que nunca! Sí, es un gran riesgo, pero una vez superado, resulta altamente satisfactorio. ¿Cuál? Enfrentar directamente –también desde el primer día– los textos de brillantes autores que nutren su formación teórica crítica. En nuestro caso para identificar los fundamentos teóricos de la reflexión sobre la marcha material de la sociedad.

¡Algunos autores iniciales? Entre otros Aristóteles (polis y crematística), Tomás de Aquino (precio justo), Bodino (movimiento de precios), empiristas ingleses (experiencia en el conocimiento teórico), Quesnay (reproducción, en su Tableau Economique), Smith (naturaleza y causas de la riqueza de las naciones), Malthus (controversia: crecimiento de la población y de la capacidad de sostenerla), David Ricardo (valor, precios y renta del suelo) y Marx (valor, plusvalor, acumulación de capital, concentración y centralización).

Y les aseguro, si algo nos enseñan estos autores son algunos principios esenciales para analizar y caracterizar esa marcha de la vida material de la sociedad y así entender las formas asumidas no sólo para vivir, sino para vivir bien, insistencia de Aristóteles a propósito de la crematística necesaria para darle viabilidad a la comunidad suprema, la polis.

Sobresalen dos principios: 1) descubrir las partes del todo y ver más allá de lo que se ve y 2) desentrañar las características del movimiento social, desde su origen y en su desarrollo. ¡Maravillosas recomendaciones aristotélicas!, recogidas por los clásicos y –en continuidad y ruptura– por el mismo Marx.

Una vez persuadidos de esto, los estudiantes reclaman formarse para discernir impulsos progresivos de impulsos regresivos, para profundizar los primeros y abatir los segundos. Con el ánimo de acceder a ese desarrollo de largo aliento que destierre desigualdad, pobreza, injusticia, inseguridad y daños climáticos, hoy más que nunca urge fortalecer una formación teórica que permita disolver lo compuesto, ver el movimiento social en su desarrollo, identificar tendencias. Además, con el mayor rigor posible, examinar e identificar las formas sustentables –sí, sustentables– de garantizar la provisión de la nación.

Nuestro reto es –parafraseando a Aristóteles– desplegar una adecuada crematística, para adquirir lo que la nación requiere para vivir bien y lograr una reproducción continua y ampliada de ese vivir bien, superando miseria y explotación. Siempre tenemos la oportunidad de trascender la visión empirista, según la cual –George Berkeley dixit– pobreza y miseria son resultado natural del dinero fácil, imprudencia, corrupción y decadencia moral. Compartir esto con los estudiantes –como lo hacen cotidianamente muchísimos profesores e investigadores– es una de las formas privilegiadas de fortalecer una visión crítica no doctrinaria, científica y con profundo compromiso social. Sí, objetivos nítidos de nuestra UNAM. De veras.