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El poeta apache: John Trudell
 
Periódico La Jornada
Sábado 21 de enero de 2023, p. a12

En realidad, escribe Bob Dylan, lo único que realmente nos une es el sufrimiento. Todos hemos tenido alguna pérdida, ricos o pobres, porque no se trata de ser poderoso o tener privilegios, sino de tener corazón y tener alma, y hay personas que no tienen ni corazón ni tienen alma.

Carecen, sigue Dylan, de un punto de referencia que les indique a la orilla del río qué tan rápido van navegando ni hacia dónde quieren ir. Y lo más triste para ellos es que, siendo como son, no tendrán jamás la capacidad de escuchar la música y la poesía de John Trudell.

John Trudell (1946-2015) fue un poeta, actor, músico y activista apache, quien logró publicar en 2008 el libro monumental Words of John Trudell, a Collection of 25 Years of Poetry, Lyrics and Essays, pero nunca tuvo éxito como músico, porque nunca quiso ser rico ni tener privilegios, sino luchar por los derechos de los desprotegidos.

Hizo giras con Willie Nelson y grababa álbumes en caset, que luego repartía en sus conciertos, como hacía la banda Grateful Dead; todos ellos, John Trudell, Willie Nelson y los Grateful Dead, cercanos al corazón y al alma de Bob Dylan.

En su nuevo libro, The Philosophy of Modern Music, Dylan nos cuenta la historia de John Trudell: Fue un apache Santee Dakota, nacido en las borrosas fronteras con Nebraska.

Bob Dylan nació en Duluth, Minnesota. Conoce la historia de la gente que nadie quiere conocer. La gente de la que habla en sus canciones.

Cito: The Santee Dakota Indian Territory corría desde las planicies de Minnesota hasta Montana. A regañadientes, el gobierno toleró que habitaran una franja mínima de tierra en los años 40 en Nebraska, donde John Trudell creció, estudió la primaria y luego se fue a la Marina; cuando regresó, vio cómo el gobierno había hecho pedazos los tratados con los indios, pero él tenía los conocimientos, la sensibilidad y la moral para actuar en consecuencia.

Se convirtió en activista. Durante una manifestación frente al Capitolio, fue fichado por agentes secretos y unos días después intentaron asesinarlo. Desconocidos prendieron fuego a su casa y pusieron un candado por fuera en la puerta. Trudell se salvó, pero en el incendio que provocaron los anónimos atacantes murió toda su familia: su esposa embarazada, la mamá de su esposa y sus tres hijos. El crimen nunca fue aclarado.

Esto nos da una idea de lo que hay en lo más profundo del corazón y el alma de muchas de las canciones que John escribió después, escribe Dylan.

Con su estilo literario portentoso, el premio Nobel de Literatura Bob Dylan se dirige así al lector de su libro: Tómense un tiempecito para investigar y leer sobre John Trudell más allá de lo que aquí les estoy diciendo.

Lo hicimos. Investigamos y el resultado fue: Su familia murió durante un incendio involuntario. Pasumecha. Contrario a la versión oficial, la que escriben los del poder, Bob Dylan, que es más poderoso, lo dice claramente en su libro: fue un crimen de Estado.

El maestro Dylan nos toma de la mano y nos conduce: “Si ya se pusieron a investigar sobre John Trudell, ahora busquen su música. Un buen lugar para empezar podría ser el álbum AKA Graffti Man; tenemos en ese disco interpretaciones en vivo de John acompañado por su hermano del alma Jesse Ed Davis”.

Pusimos a sonar el disco que nos recomendó Dylan y es fascinante, sencillamente fabuloso. El guitarrista Jesse Ed Davis también es apache, descendiente de una mezcla comanche, seminola, muscogui y kiowa. Su sonido es poderosísimo: relámpagos de la divinidad irrumpiendo en el cielo azul y en el cielo estrellado. Fue músico de sesión; a él le deben mucho, en sus discos, los mismísimos Eric Clapton, John Lennon y George Harrison.

La música de John Trudell, nos ilustra el maestro Dylan, es poesía. Toca con una banda de rock que domina muchos géneros musicales. Durante sus conciertos abundan los cánticos apaches en coro y lo que hace John Trudell es recitar sus poemas ante el micrófono, como hizo en 1993 durante una gira con Peter Gabriel en el proyecto Womad.

Luego de AKKA Graffiti Man nos pusimos a escuchar otros discos de John Trudell y se los recomiendo mucho, bajo la consigna de que se trata de una variante del género spoken word, que practican otros gigantes, entre ellos Laurie Anderson y Patti Smith: decir poemas en el micrófono mientras su banda de rock suena junto al poeta en cuestión.

Nos pusimos, con ese espíritu, a disfrutar los siguientes álbumes, que recomiendo: Heart Jump, Bouquet, Blue Indians y Descendant Now Ancestor.

John Trudell es como un poeta de la antigua Grecia, califica el profesor Dylan: “Sabes exactamente qué está diciendo y a quién se lo está diciendo. John enfrentó al mismo gobierno que encaró Toro Sentado –un gobierno que intentó matarlo ya fuera con armas o con enfermedades. Ese gobierno que le quitó todo: su territorio, su familia. Y se quedó solo, y ahora muerto está todavía más solo, porque nunca buscó ser un éxito de ventas”.

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▲ El músico y compositor John Trudell en una imagen tomada del sitio de Internet montado en su homenaje

El músico apache John Trudell nunca formó parte del mainstream, señala Dylan. No tocó los temas que dejan dinero: drogas, cosas, materialismo. Nunca glorificó, como otros, nada de eso. Su música te eleva.

Suelta su típica ironía Bob Dylan: “Quizá no haya un lugar para él, porque no era un tipo de indios listo para ser maquillado y convertirse en estrella en el Buffalo Bill’s Wild West Show. Quienes brincan de causa en causa por derechos civiles, deberían voltear a ver lo que han hecho con la gente que estuvo en Estados Unidos desde antes que nosotros”.

En su canción titulada Crazy Horse, en homenaje a ese jefe siux, John Trudell predica: la tierra se cuida, no se vende, es como si vendieras a tu madre, si vendieras el humo, es como si vendieras las estrellas que te techan.

Su poesía tiene un destinatario identificado: los pobres, los desposeídos. Es difícil entonces que lo entiendan (como escribió Dylan en su libro: hay gente que no tiene corazón) quienes solamente quieren dinero, bienes materiales, privilegios, corrupción, un gobierno represor, de derecha, y aman el neoliberalismo y a sus héroes, a quienes admonizó el poeta apache: los Trump, los Bolsonaro:

Hay gente enferma que lo único que quiere es el poder. Quieren llevar al mundo hacia la violencia y la represión. Y muchos entre nosotros no se quieren dar cuenta de que las víctimas de esa violencia y esa represión que siembran esos gobernantes enfermos, somos nosotros mismos.

Esa canción, Crazy Horse, está en el álbum Bone Days, de John Trudell; entre sus versos figuran gemas como la siguiente: Cada ser humano es una gota de agua. Una gota en la lluvia. Y cuando se junta el número suficiente de esas gotas se hacen más claras y coherentes y cobran el poder de la tormenta.

Habla el maestro Dylan junto al pizarrón: “Mientras más profundizas en la obra de John Trudell, ya podrás entender a plenitud el álbum Bone Days y en ese disco está la canción Does’t Hurt Anymore (Ya no duele). El espacio entre esa canción y la de Hank Snow titulada I Don’t Hurt Anymore es profundo. La primera es una suerte de declaración sobre el acto de enjugarse las lágrimas, de lágrimas secándose, pero la otra te hará romper en llanto”.

Y llega así el maestro de filosofía, don Robert Allen Zimmerman, quien en la lista de profesores universitarios firma como Bob Dylan, al siguiente silogismo:

Lo que verdaderamente nos unifica es el sufrimiento porque todos por igual hemos tenido pérdidas, seamos ricos o seamos pobres; no se trata de tener privilegios o poder. Es una cuestión del alma. Es un asunto del corazón.

Y he aquí que hay personas que no tienen alma. Que no tienen corazón.

Son personas sin parámetros, no tienen llenadera en lo económico, en la cosificación, en lo banal, en lo que los dejó vacíos de alma, precisamente. No tienen, o si las tienen no las escuchan, personas que les digan: Oye, la realidad no es así, la vida se trata de otra cosa, piensa en las personas que sufren, piensa en los que no tienen para comer hoy, los maltratados, los condenados solamente por ser pobres. Son personas que ni siquiera saben lo que quieren.

¿Y saben qué es lo más triste?, pregunta el profesor Zimmerman en el estrado, frente a todos los pupitres. Lo más triste, se responde, es que una persona como esas que no tienen corazón ni tienen alma, nunca podrá escuchar, porque no la entendería, la música del poeta apache John Trudell. Salimos del salón de clases, pensativos.

Lo único que queremos es llegar a casa y escuchar la música del poeta apache. Y seguir leyendo el nuevo libro de Bob Dylan, de quien presentamos en este texto un nuevo ejercicio del formato reseña, simple y humildemente siguiendo sus enseñanzas, porque ese libro es, entre otras muchas cosas, un arsenal de nuevas maneras de contar historias, de recomendar caminos, nuevas formas de escribir reseñas de discos y de libros.

Volteamos hacia el ventanal que da hacia el salón: el profesor de la clase, Robert Zimmerman, sigue ahí, de pie, sonriendo.

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