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Penultimátum

La polémica que Ratzinger dejó tras su muerte

S

obre el féretro con los restos de Benedicto XVI uno de los asistentes a su funeral colocó un mensaje agradeciendo su lucha contra la pederastia clerical. Cuando una multitud lo despidió en la Plaza de San Pedro, entre las pancartas que llevaron los fieles había una con la leyenda: Santo súbito.

El cardenal Raymundo Damasceno Assis, arzobispo emérito de Aparecida, Brasil, afirmó que el ex pontífice será canonizado muy pronto. Por su parte, el cardenal italiano Angelo Bagnasco, pidió que lo proclamen Doctor de la Iglesia. Algunos de sus cercanos lo compararon con San Agustín. Se trata de un reconocimiento que sólo tienen 36 personalidades del catolicismo y que necesita un largo procedimiento y una canonización. Pero el Papa lo puede conceder por su propia iniciativa.

Hasta el momento no se le atribuye milagro alguno ni llevar una vida de santidad para ser proclamado Doctor de la Iglesia. Al contrario, quien en sus escritos defendió la ortodoxia cristiana y fue prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (antes Santo Oficio) silenció las voces que clamaban la intervención del Vaticano para poner fin al abuso sexual que cometían integrantes del clero en diversas partes del mundo y sancionar de forma ejemplar a los culpables. Menos lo hizo durante su largo papado Juan Pablo II, quien tuvo a Ratzinger de fiel colaborador.

Abundan los ejemplos. Entre ellos, cuatro: el de Marcial Maciel, amadísimo Padre y fundador de los Legionarios del Cristo; el del arzobispo de Boston, Bernard Law, obligado a renunciar en 2002 luego de confirmarse que protegió por lustros a curas pederastas; el de Fernando Karadima, formador de sacerdotes y obispos en Chile y guía espiritual de quienes integran el poder económico y social de ese país, y la Iglesia Católica de Irlanda, que ocultó durante décadas los abusos contra menores cometidos por sacerdotes de la Arquidiócesis de Dublín. Un devastador informe de una comisión independiente reveló en 2006 los casos de más de mil 300 curas pederastas.

Si durante su pontificado Ratzinger condenó algunos de los abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia, fue porque ya era imposible ignorar la valiente denuncia que en los medios hicieron las víctimas, como en La Jornada. Quizá por eso, y por muchos otros motivos, Francisco guarda silencio sobre la posible santidad de quien no, según la opinión de algunos, no la merece.