Opinión
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Infancia y sociedad

Juego y desarrollo humano

E

l potencial creativo de los adultos, sean futbolistas, poetas, obreros, científicos o políticos, tiene como matriz el ludismo de su infancia: el-niño-que-juega. Custodiar el juego de los niños, asegurarse de que jueguen y de que lo hagan juntos es tarea cultural de primer orden. Aunque para ojos adultos el juego infantil parezca irrelevante, cuando los niños juegan hay posibilidades de que el mundo sea transformado.

A diferencia del juego de adultos que busca diversión, el jugar de los niños plantea problemas y estrategias para solucionarlos mediante la imaginación, el ensayo y el error. Esto se puede ver cuando, por ejemplo, intentan construir una torre y evitar que se caiga, buscan el equilibrio y un orden físico necesario. Lo intentan una y otra vez hasta lograrlo.

Cuando los niños juegan fabrican hipótesis, las ponen a prueba, enriquecen su afectividad y reinventan la realidad para comprenderla. Una de las cosas que no hay que enseñar a los niños es a jugar, pues los humanos nacemos lúdicos. Pero hay que poner atención en los juguetes que favorecen el juego libre y en otros que son para contemplación pasiva. Aunque un iPad puede hacer buen papel de nana, es penoso ver nenes muy pequeños absortos en su iPad mientras los adultos conversan y comen tranquilos, sin reflexionar que los aparatos cibernéticos son objetos antijuego.

Los niños que no juegan suman al subdesarrollo: la desnutrición produce baja de energía en su organismo y reduce su interés por lo que le rodea, y por interacciones con objetos y personas. Por este camino se produce también desnutrición sicológica, intelectual y afectiva, que de adultos se manifiesta en reducción de la capacidad creadora. Las consecuencias de este proceso se transmiten cada generación y constituyen una de las causas de marginación y subdesarrollo de los países. Sin creatividad, sin imaginación y sin convivencia sana es imposible salir del subdesarrollo, y la creatividad compartida, que es el más noble paradigma humano, tiene sus raíces en el juego infantil. Competir no constituye un ludismo pleno.

PS: La historia del futbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, se ha desterrado la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí: Eduardo Galeano.