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Despertar en la IV República

Seis décadas de abogado

C

ompletar seis décadas como abogado despierta en mí una nostalgia. En 1955, cuando llegué a estudiar a la Escuela Libre de Derecho (ELD), México estaba en plenitud de crecimiento, una especie de apogeo que duraría otras décadas más. Comencé a estudiar derecho bajo la influencia de mi tío y padrino Enrico Pinchetti y también porque en el curso de los apartados de leyes no había matemáticas.

Los jóvenes que no tenían padrinos o conexiones trabajaban en notarías, como meritorios en juzgados y en puestos menores en la burocracia. Mi padrino, que me había aconsejado estudiar en ELD, me invitó a trabajar con él en el despacho donde practicaba, uno de los mejores de la ciudad. Tuve oportunidad de hacer múltiples gestiones en el Centro Histórico, que aprendí a conocer y a querer. Cerca del despacho había magníficos restaurantes y uno al que acudí invitado por los abogados de más edad fue el Prendes, que tenía en sus paredes un enorme mural con los mejores clientes de su larga vida. Para merecer el honor de un lugar en esa pintura, uno tenía que estar muerto.

En el despacho aprendí a trabajar en equipo y, por supuesto, las reglas de cortesía y urbanidad propias de nuestra profesión. Mi formación como profesionista y de mi propia personalidad estuvo vinculada a la ELD para la formación teórica, pero en gran medida al despacho, donde se combinaban los conocimientos jurídicos con el desarrollo de las astucias y del sentido de oportunidad, característicos en nuestra vieja y nada justipreciada profesión. Había un gran interés por los acontecimientos políticos, y mis compañeros que venían de la Universidad eran los más activos y apasionados, generalmente de izquierda, que suscitaban con los abogados mayores (muy conservadores) feroces discusiones, en las que campeaba la libertad de expresión.

En diciembre de 1959 terminé mis estudios formales en la ELD y me recibí el 21 de octubre de 1960 con una tesis dirigida por el maestro Jorge Castañeda de la Rosa sobre derecho internacional de las Américas. Dos días después, el licenciado Han Haussen me invitó a ser asociado. Mi interés en la política era más bien de un aficionado observador. Mi mente y corazón estaban alineados para trabajar en cuestiones jurídicas donde ya empezaba a tener una precoz prosperidad. Ni en la más exaltada fantasía pude pensar que terminaría hacia la política y la participación en acontecimientos significativos históricos.