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Napoleón Gómez Sada: un liderazgo que trasciende
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l pasado 11 de octubre se conmemoró el 21 aniversario luctuoso de mi padre, don Napoleón Gómez Sada, uno de los más grandes y trascendentales líderes sindicales mexicanos del siglo pasado. Su legado es un ejemplo real y cercano de cómo la lucha por los derechos laborales, sindicales y humanos rinde frutos, que no sólo nos benefician en el presente, sino que traspasan las barreras del tiempo y permiten mejorar las condiciones de vida y de trabajo de las generaciones del porvenir.

La historia de Napoleón Gómez Sada atravesó y resistió tiempos difíciles para el empleo y la industria que presentaron retos fuertes para los trabajadores, los sindicatos y sus dirigentes; por ejemplo, la quiebra y el cierre definitivo de la compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey en 1986, en su momento la empresa siderúrgica líder en México. La similitud con los grandes líderes sindicales de la historia se refleja en el carácter y la perspectiva que tenía para superar los desafíos; sus cualidades son aquellas que todo buen líder debe atesorar para sacar adelante una lucha como la sindical, que busca siempre fortalecer la democracia y aumentar la justicia social frente a difíciles y poderosos adversarios.

Napoleón Gómez Sada consolidó la lucha por el bienestar de la clase obrera mexicana gracias a su visión vanguardista, estratégica y transformadora. Su entrega a la labor sindical apoyó enormemente el desarrollo de la minería, del sector industrial y de las empresas en todo nuestro país. Su liderazgo cercano, honesto e íntegro inspira a perseverar en los grandes ideales; su generosidad hacia sus compañeros mineros, su familia y la nación mexicana marcó una pauta en su organización. Desde muy joven mostró una inquietud política. En 1935, a los 21 años, ingresó a la sección 64 del Sindicato Minero, desempeñándose en múltiples puestos hasta llegar a ser secretario general. Posteriormente sirvió a la nación con varios cargos de elección popular como regidor, senador, diputado federal y fungió también cuatro veces como presidente del Congreso del Trabajo, representando íntegramente la reivindicación de los derechos de la clase trabajadora. Tiene el gran mérito de haber sido uno de los líderes que conservaron el poder y la fuerza de uno de los sindicatos independientes más democráticos y progresistas que existen actualmente.

Gómez Sada se sobrepuso ante el difícil periodo de la década de 1980 para la industria siderúrgica, gracias a su enorme capacidad de dirigir con justicia y su innovación sin precedentes. Jugó un papel crucial en el desarrollo de nuevas estrategias y técnicas de negociación colectiva, a diferencia de muchas empresas y políticos de su tiempo, que desconocían e improvisaban decisiones y medidas para rescatar y restructurar la industria de transformación del acero. Encuentro en su liderazgo un idealismo visionario e inspirador, que resistía cualquier embate en su búsqueda de mayor equidad y bienestar compartido; y un interés por la cercanía con los miembros de su sindicato, pues era consciente de que la lucha se basa en la unidad y consideraba como un profundo privilegio servir y apoyar a los trabajadores y a sus familias, de quienes recibía hermandad de clase, lealtad y apoyo. Vivió con absoluta rectitud, siempre bajo su precepto, el que no vive para servir no sirve para vivir.

Probó una y otra vez su integridad, su fuerza e inteligencia al enfrentarse a los directores, políticos y accionistas corporativos más conservadores. Perseverando en su exigencia de mayor responsabilidad social en las compañías, buscó un crecimiento conjunto que permitiera el mayor desarrollo de sus industrias y de los trabajadores. Con un instinto impecable, permitió visualizar el rumbo a seguir en un tiempo de incertidumbre para la clase trabajadora y sus aliados.

Napoleón Gómez Sada fue, sin duda, uno de los mejores dirigentes sindicales que ha visto México. Siempre supo mantenerse a la vanguardia para adaptarse y tomar la mejor estrategia frente al constante cambio. Su solidaridad era profunda y nunca dudaba en ayudar a quien lo necesitara, apostó por apoyar las demandas justas y genuinamente edificantes para la sociedad. Nunca perdió de vista su compromiso con sus compañeros y, por ello, todos en el mundo sindical saben quién fue don Napoleón. Su legado incluye su historia, su experiencia, sensibilidad y conocimientos que, hoy, nos impulsan a seguir firmes en la reivindicación de la lucha sindical por el respeto, la dignidad, la libertad y la justicia de todas las personas.

Frente a los grandes retos que aún tenemos para lograr la prosperidad compartida y el cabal cumplimiento de los derechos laborales y sindicales que tanto necesita nuestro país, volver a las enseñanzas de quienes nos preceden nos inspira y nos reafirma el valor inmedible de nuestra lucha. Sabemos que alguien es un líder de la talla de Gómez Sada, cuando su presencia resuena y vence el paso del tiempo, pues su obra perdura y transforma el futuro. Esa clase de líderes es la que tanto necesita el país y el mundo sindical actual: personas que mediante el trabajo constante, la integridad y la resistencia se conviertan en dirigentes sabios, visionarios y siempre dispuestos a ayudar a los demás.

La herencia de mi padre parte de reconocer y revalorar el trabajo de las y los mineros, quienes con sus manos han impulsado y permitido el crecimiento del sector industrial; siendo, además, parteaguas y referentes en las luchas sociales más importantes de nuestro país. Hoy, nos corresponde seguir honrando los logros de esta historia que está del lado de la justicia. Mi labor frente al Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Siderúrgicos y Similares de la República Mexicana, y desde el Senado, continúa este legado, que se ha convertido en un estandarte de lucha y progreso en los derechos sindicales y laborales. Como en tiempos pasados, nos enfrentaremos a quienes buscan frenar nuestros avances porque prefieren ver por sus intereses egoístas, a costa de la seguridad y dignidad de quienes verdaderamente producen la riqueza: las y los trabajadores. Pero como hicieron Napoleón Gómez Sada y otros gigantes del sindicalismo, seguiremos transformando la cultura del trabajo en México con visión, innovación y solidaridad para aumentar el bienestar de todos.