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Larga duración: la novena
L

os estudios que fundamentan perspectivas de largo aliento, de larga duración son imprescindibles. No deja de ser importante la coyuntura, pero es necesario reconocer las tendencias a largo plazo para –sin duda– abrigar esperanzas de cambio ante la desigualdad, así como de la suciedad y la depredación de la naturaleza.

En este marco, no puedo menos que reconocer los trabajos de investigación de diversas escuelas, institutos, universidades y centros. Uno de ellos –me honra disfrutar su cercanía– es el Centro de Investigaciones Socioeconómicas de la Universidad Autónoma de Coahuila, el prestigiado CISE. Pues bien, Ylsel Areli Gutiérrez Alonso ha defendido brillantemente su tesis de grado de doctora. Sí, brillantemente. Con la asesoría de los prestigiados investigadores nacionales del CISE, Miriam Valdés y Alejandro Dávila, desarrolló un modelo sectorial basado en matrices de contabilidad social. ¿Para qué?, ella misma lo indica en su tesis, para realizar el análisis económico y ambiental del sector eléctrico en México.

Sí, en su rigurosa tesis, la hoy doctora Gutiérrez ofrece algunos de los lineamientos para impulsar a largo plazo –larga duración, subrayo– una mayor limpieza del ambiente, un mayor bienestar social y una menor desigualdad.

Primero que nada, impulsar firme y decididamente la penetración de energías limpias en la matriz de generación de electricidad. A su decir, para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), resulta imperativo aumentar la penetración de las fuentes de energías limpias en la matriz de generación eléctrica. Y presenta el camino tortuoso que han recorrido esas tecnologías limpias.

Atrás de ese impulso –se comentó en su examen de grado, con Alejandra Elizondo, brillante investigadora del CIDE, y Édgar David Gaytán, notable investigador del Colegio de la Frontera, a más de sus asesores– debe estar el largo aliento de la penetración de la electricidad en el balance final de energía.

Sí, no sólo se debe limpiar la matriz de generación de electricidad sobre la base, por cierto, de una impecable estimación de sus costos de instalación, respaldo e integración a la red, también urge electrificar al máximo posible el balance de energía final, esa que bajo formas útiles da vida a hogares, comercios, agricultura, industrias, alumbrado y bombeo de aguas potables y negras. Y, marginalmente por desgracia, al transporte.

Acaso la mayor urgencia es electrificar el transporte, al menos con lo que ya se ve es el nuevo negocio del auto individual eléctrico. Más con la ampliación de medios eléctricos de transporte masivos en el marco de una renovada movilidad de personas y mercancías.

Sí, es imperativa la penetración eléctrica en hogares y sectores productivos y es que dada la tecnología actual –con la ayuda creciente del hidrógeno verde– lograr la máxima penetración de la electricidad en las diversas formas de energía final útil es imprescindible para abatir la depredación ecológica y lograrlo al menor costo para colaborar en el abatimiento de la desigualdad social.

Sí, es urgente una electrificación creciente en la vida social. Respaldada, precisamente, por la sociedad que lucha por una electricidad que también crecientemente proviene de fuentes limpias, integradas limpiamente al sistema eléctrico, con la evaluación rigurosa de su huella de carbono y estimación pulcra de sus costos de instalación, respaldo e integración a las redes.

La tesis de la hoy doctora Gutiérrez y los ricos comentarios de su jurado nos permiten imaginar, justamente, estos lineamientos de largo aliento, de larga duración. De veras.