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Morena, entre claroscuros
E

l pasado fin de semana, Morena realizó asambleas electivas distritales a lo largo y ancho del país para elegir a quienes deberán fungir como coordinadores distritales, consejeros estatales y congresistas nacionales. Al mismo tiempo, llevó a cabo los procesos de afiliación y reafiliación, con miras a integrar un nuevo padrón de militantes.

Se avanzó de esta manera hacia una renovación de la dirigencia que, por diversas circunstancias, desde los atorones causados por conflictos internos hasta la pandemia de covid-19, se ha ido difiriendo y realizando por partes desde 2019.

El proceso ha estado lleno de claroscuros. Por un lado, el esfuerzo desplegado para organizar 300 asambleas en los otros tantos distritos electorales del país habla de una progresiva consolidación institucional del partido en el gobierno, en tanto que la copiosa e intensa participación de adherentes y simpatizantes que accedieron a la condición de militantes refiere un interés sin precedente de incidir en los asuntos públicos. Por el otro, proliferaron las denuncias de prácticas que Morena ha repudiado desde su origen, empezando por la del acarreo de votantes, la inducción del sufragio e incluso la compra de votos.

En la gran mayoría de los casos los encuentros pudieron realizarse en paz, lo que contrasta con el intento de 2019 de llevar a cabo asambleas distritales, que se frustró por la cantidad de riñas reportadas y de recursos de inconformidad promovidos desde el interior del partido, y que a la postre fue anulado por decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. En esta ocasión, los conflictos y conatos de violencia sucedieron principalmente en el sur del país –Guerrero, Chiapas, Tabasco, Veracruz– y sólo de manera excepcional en el centro y en el norte.

Un fenómeno reiteradamente señalado fue el de la llegada a las asambleas de grupos organizados, no sólo de Morena, sino también de otros partidos –sobre todo de agrupaciones vinculadas al Revolucionario Institucional–, en lo que ha sido descrito como un intento de segmentos de la vieja clase política de apoderarse del instituto político al que pertenece el Presidente de la República o, cuando menos, de encontrar acomodo en el instituto político que desde 2018 ha tenido el mejor desempeño electoral y que ganó dos tercios de las gubernaturas en juego en los comicios locales de 2021 y del presente año.

No es fácil ponderar el contenido real de tales señalamientos, porque no es fácil convertir indicios de posibles irregularidades en elementos probatorios inequívocos. Por ello, no será sino hasta la realización del tercer Congreso Nacional Ordinario –previsto para el 17 de septiembre– que podrá verse en qué medida incidieron las prácticas denunciadas en la integración del partido guinda.

Se ha observado en estos días un proceso extraordinario e inédito de apertura de un instituto político a la sociedad en general, lo que no sólo implica la incorporación de causas sociales populares y de personas y tendencias afines al movimiento y al ideario de la llamada Cuarta Transformación, sino también, inevitablemente, el contagio de vicios y remanentes de la subcultura política hondamente enraizados en México.

Por ello, el gran desafío del partido gobernante será superar en su interior mentalidades y prácticas que antes le eran principalmente externas. Para bien y para mal, hoy Morena se ha convertido en una representación política del país.