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En Atliaca la milpa es tradición, subsistencia, ritual y resistencia
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Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 11 de julio de 2022, p. 29

Tixtla, Gro., El campesino Antonio Encarnación Cortés ara su parcela con la yunta; tras él van cuatro mujeres depositando semillas en los surcos que él va abriendo. Por cada cuatro semillas de maíz, ellas echan una de calabaza y una de frijol con la finalidad de aprovechar al máximo el terreno y el fertilizante.

Entre los nahuas de Atliaca, ese instrumento de labranza sigue siendo un apero muy importante. Los labriegos que no la tienen la alquilan por 700 pesos al día; a los peones les pagan 200 pesos por una jornada de las nueve a las 16 horas.

La semilla así plantada germina en ocho días y entonces se cuida que las aves, especialmente de los zanates (un ave similar al cuervo, pero más pequeño) no extraigan los granos ni se coman los brotes. Algunos agricultores utilizan repelentes químicos que ahuyentan a los pájaros cuando cavan para extraer la semilla.

Veinte días más tarde se fertiliza la planta y se le limpia de arbustos y de plagas para que éstos no les resten nutrientes ni se las coman. En agosto la milpa comienza a espigar y se vuelve a fertilizar con una mezcla de sulfato y granulado.

Rituales

No sólo de nutrientes crecen las plantas y producen alimentos, también de agua; para los campesinos los rituales para pedir lluvias son muy importantes y por ello preservan las costumbres prehispánicas heredadas de sus padres.

Atliaca tiene tradiciones arraigadas. La más destacada es la del pozo de Oztotempan. Los lugareños creen que éste es el centro de la Tierra, donde viven los dioses. Cada primero de mayo se reúnen en el centro del pueblo e inician una peregrinación a ese sitio para pedir que no falte agua y agradecer las cosechas obtenidas.

El 14 de septiembre los agricultores celebran el Xilocruz o fiesta de los jilotes (elotes tiernos). Colocan cruces de palma decoradas con flores de pericón en las esquinas de sus parcelas, detonan cohetes y preparan alimentos con elotes tiernos, que degustan en el sembradío para agradecer a Xilonen, o Chicomecóalt, la diosa del maíz.

La pizca se inicia en noviembre y las bestias que tiraron de la yunta ahora cargan con el grano. En una hectárea se pueden cosechar hasta tres toneladas de maíz; gran parte de la producción es para autoconsumo.