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La subjetividad sustituye al dios cristiano
O

ctavio Paz afirma que la ruptura de la analogía es el comienzo de la subjetividad. El hombre entra en escena y desaloja a la divinidad y enfrenta la no significación del mundo. Doble imperfección: según Paz, las palabras han dejado de representar la verdadera realidad de las cosas y las cosas se han vuelto opacas, mudas. El hombre debe dar la cara a una realidad cerrada sobre sí misma, incomunicable e incomunicada.

¿No es ésta la patología representada en las neurosis traumáticas?

¿No son los homicidios, desapariciones, feminicidios, violaciones, enfrentamientos entre bandas y grupos políticos, expresiones de las mismas neurosis traumáticas?

Cada vez más el temor avasalla.

La negación de la no significación del mundo, la transformación en sentido de la historia, de la edad moderna podría llamarse una novela de caballería.

Las hazañas de la subjetividad o la conquista del mundo por la negación del mundo.

Los libros santos de don Quijote no eran los de la Biblia, sino unos cuentos en que la fantasía aparecía sin razón. La edad moderna escogió la segunda versión y por eso don Quijote muere en su lecho. Curado de locuras y devuelto a la realidad de Alonso Quijano. Al expulsar a don Quijote paradigma del lenguaje y la realidad se desterró a lo que dice llamarse imaginación, poesía, palabra sagrada, voz de otro mundo, subraya nuestro poeta.

Estos nombres tenían un reverso; incoherencia, enajenación, dependencia: neurosis traumáticas.

Con otras palabras, pero el pensamiento de Octavio Paz explicita, y con claridad, el fenómeno de la vida de las neurosis traumáticas que padecemos los mexicanos en diferentes etapas de nuestra historia, siempre lastimados por la muerte por delante y las familias destruidas.

Seguramente por eso, la poesía sufrió sentencia de desierto, de locura, de entierro.

Los lugares entre unas y otras se volvieron tenues y se encerró a los poetas y a otros se les trató como locos inofensivos a la mutilación de la palabra, nos dice Paz. Una mitad racional y la otra irracional corresponden –los signos errantes– la mutilación de la realidad no verbal.

La subjetividad sustituyó al dios cristiano, pero los hombres son criaturas corporales, no espíritu.