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Ver día anteriorSábado 7 de mayo de 2022Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Dependencia alimentaria en tiempos de guerra
L

a turbulencia en los mercados agrícolas internacionales, provocada por la guerra de Rusia en Ucrania, ha ocasionado ya un fuerte aumento de precios en los cereales y oleaginosas que impacta a todos los países, pero que en el caso de aquellos como México, que tienen fuerte dependencia de las importaciones, pueden poner en riesgo su capacidad para alimentar a la población.

Desde la firma del viejo Tratado de Libre Comercio de América del Norte, muchas voces, entre ellas las de organizaciones campesinas e investigadores de economía agrícola argumentaban la importancia de no dejar al arbitrio del libre mercado la alimentación de los mexicanos. El presidente López Obrador se propuso alcanzar la autosuficiencia alimentaria, cuando la producción nacional sólo cubría 75 por ciento del consumo de alimentos (2018), pero para 2020 el problema había empeorado, pues el indicador se había reducido a 73.2 por ciento.

La invasión rusa a Ucrania coloca a México en una situación muy vulnerable. En el mundo, los precios de los granos básicos, principalmente maíz y trigo, de los que Rusia y Ucrania son importantes productores y exportadores, han subido desde el inicio del conflicto, y hasta el pasado 5 de mayo, en 21 y 33 por ciento, de acuerdo con datos del Grupo Consultor de Mercados Agrícola (GCMA). La Federación Rusa ha prohibido las exportaciones de cereales hasta junio de 2022, en tanto que las exportaciones de Ucrania han disminuido considerablemente y se ha reducido su capacidad de siembra para el próximo ciclo. Así, parece inminente el mayor aumento en los costos de tortilla y pan en el país, productos esenciales.

El año pasado, México ocupó el primer lugar en el mundo como importador de maíz, con 18 millones de toneladas –según datos del GCMA, pues no existen cifras oficiales–, que equivalen a 39.6 por ciento del consumo, con una producción de 27.492 millones de toneladas. Estas importaciones récord superaron los 17 millones de 2018, máximo volumen alcanzado en el sexenio anterior, y ascendieron en valor a 5 mil 147 millones de dólares, 2 mil millones más que lo gastado un año antes, debido al aumento del volumen y el valor del grano en el mercado externo, pero que aún no reflejaba el aumento de precios provocado por la guerra.

En el gobierno actual, la producción de maíz simplemente se mantiene arriba de 27 millones de toneladas, pero por debajo de los 28.2 y 27.7 millones de toneladas alcanzados en 2016 y 2017.

Aunque las importaciones de maíz de México provienen casi en su totalidad de Estados Unidos, el aumento de la demanda de grano de ese país por naciones como China, que eran abastecidas por Ucrania, disminuye las existencias y ya provocó un aumento de precios sustancial.

El caso del trigo no es mejor, ya que para 2021 tanto la producción como las importaciones se mantienen a niveles muy similares a los de 2018, con una producción de 3.280 millones de toneladas e importaciones por más de 5 millones, que cubren 61 por ciento del consumo. En 2021 se pagaron por ellas cerca de mil 700 millones de dólares. Ucrania es el tercer proveedor de trigo a México, aunque sólo representa cerca de 5 por ciento del volumen.

Quizá uno de los efectos más graves que aún no se muestra en toda su crudeza es la disminución de la oferta de fertilizantes y el aumento de sus precios. Rusia es uno de los primeros exportadores de fertilizantes y el primer proveedor de México. El GCMA calcula que el año pasado México consumió 5.4 millones de toneladas de fertilizantes, pero únicamente produjo 2 millones y Rusia aportó un millón. Desde finales de marzo se notaba una fuerte escalada de los precios respecto al año previo, de entre 120 y 187 por ciento, según el producto de que se trate (datos de GCMA).

El uso de los fertilizantes químicos empezó a mediados del siglo pasado como una pieza de la Revolución Verde, y se fue generalizando y extendiendo a casi todas las regiones del mundo. La agricultura industrial es altamente dependiente del uso de estos insumos. En México, 70 por ciento de los agricultores los utilizan, inclusive los pequeños; 40 por ciento usan abonos orgánicos y algunos emplean ambos. Así, el aumento de los precios de los fertilizantes químicos afectará al conjunto de la agricultura mexicana y puede provocar una disminución de la ya débil producción nacional si éstos escasean o son inaccesibles por sus costos.

La toma de dos tráileres cargados de fertilizante por los campesinos guerrerenses esta semana muestra la conflictividad social que puede explotar en este escenario.

* Directora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano