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Venezolanos se endeudan y rasguñan para asistir a conciertos que se reanudan en su país
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▲ En Caracas, para entrar al concierto del cantante mexicano Alejandro Fernández se aplicaron medidas sanitarias.Foto Ap
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▲ También hubo venta de objetos conmemorativos.Foto Ap
 
Periódico La Jornada
Martes 5 de abril de 2022, p. 8

Caracas . El suelo tembló cuando la voz de Alejandro Fernández chocó con los vítores ensordecedores de fanáticos reunidos para su primer concierto en Venezuela en más de una década.

Después de una pausa inicial de sorpresa al ver al artista finalmente aparecer en el escenario, la multitud, armada con teléfonos celulares, se unió a él para cantar Sin tantita pena.

Es hermoso estar en Venezuela, dijo Fernández ante los gritos y silbidos del público que agotó las entradas, algunos de los cuales habían pedido préstamos para verlo actuar en un teatro con capacidad para cinco mil personas en la capital del país. Venezuela linda, querida, que siempre llevo en mi corazón.

Artistas destacados regresan este año a los escenarios del país sudamericano que durante años no incluyeron en sus giras. Il Divo y Kany García se encuentran entre quienes tienen conciertos programados.

Sin embargo, con precios que van desde 55 hasta más de 600 dólares por boleto, esos recitales son símbolo de la gran desigualdad en la empobrecida Venezuela.

Los Backstreet Boys una vez llevaron a los fanáticos a acampar durante días afuera de un estadio de Caracas mientras hacían fila para comprar boletos. Guns N’ Roses y Shakira llegaron a la capital al igual que Juanes, cuya gira de 2008 incluyó varias ciudades venezolanas.

Los grandes conciertos, sin embargo, se volvieron más esporádicos a partir de 2010. Desaparecieron casi por completo unos años más tarde, cuando el país cayó en una crisis política, social y económica que eliminó empleos y cuando la inflación hizo colapsar el poder adquisitivo de millones.

Menos de dos dólares al día

Hoy, alrededor de tres cuartas partes de la población de Venezuela vive con menos de 1.90 dólares al día, pero para aquellos que han encontrado buenos trabajos en el sector privado, ingresaron a la economía informal o tienen un negocio, particularmente en Caracas, las cosas están mejorando.

El cambio se debe en parte a la decisión del gobierno de renunciar a sus largos y complicados esfuerzos para restringir las transacciones en dólares a favor del bolívar local, cuyo valor ha sido arrasado por la inflación.

Esto significa que los promotores una vez más sienten que el público tiene dinero para gastar en música, y las reglas modificadas hacen posible nuevamente financiar los conciertos.

Van a reservar ciudades y lugares en función de las entradas que podrían vender, dijo Jeffrey Dorenfeld, profesor de la industria musical en el Berklee College of Music en Boston. Los artistas no van a querer tocar en recintos medio llenos. No les gusta ver sillas vacías. El objetivo es llenar la sala de asistencia pagada.

Édgar Villanueva, administrador de empresas, asistió al concierto de Fernández con su esposa, dos hijas y un yerno. Una de ellas se había enterado del concierto por Instagram e inmediatamente compró las entradas.

Mientras esperaban para entrar al teatro, Villanueva reconoció los desafíos de su país, pero dijo que él no es político y que simplemente quería pasar un buen rato con su familia. Esperaban que Fernández cantara A qué sabe el olvido.

Bueno, nosotros decidimos resolver nuestros temas, y de vez en cuando, nosotros como familia nos organizamos y decimos vamos a disfrutar este concierto, dijo Villanueva. Siempre hemos sido fans de Alejandro. Nos apasionan sus canciones.

Una seguidora igualmente entusiasta, Mileydi Villamizar, fue con amigas que eran todo sonrisas mientras hacían fila. Le encanta la música en vivo y antes de la crisis iba a conciertos aproximadamente cada dos meses, pero lograr asistir a este no fue tan fácil.

Sí, es costoso. Hay una parte de la población que todavía puede y hay otra que, como nosotras, nos ha tocado rasguñar y reunir hasta un préstamo, dijo Villamizar, quien pagó unos 75 dólares por su entrada. Tenemos muchos años que no nos toman en cuenta para conciertos ni para nada de ese estilo, entonces el que se puede dar el gusto, pues se lo da.

Espera ver a los Backstreet Boys regresar a Venezuela algún día. La banda de rock mexicana Maná también está en su lista.

Por estos días, más de 60 por ciento de las transacciones en Venezuela son en dólares, así que los empleados del sector público, a quienes se les paga en bolívares, tienen dificultades para ganarse la vida. Su salario mínimo mensual aumentó de cerca de 2 dólares a unos 30 dólares este mes, pero eso aún es insuficiente para comprar comestibles y la inflación, aunque más lenta, todavía erosiona constantemente sus ingresos.

Promotores afectados

El cambio de política monetaria también ha ayudado a hacer realidad los conciertos al hacer posible que los promotores obtengan nuevamente los dólares necesarios para pagar a los artistas.

El gobierno solía subsidiar las tasas de cambio oficiales con los ingresos del petróleo, pero obtener dólares a una tasa preferencial se volvió cada vez más difícil para los promotores cuando los ingresos del Estado comenzaron a colapsar con la crisis económica, alrededor de 2012-2013, dijo Asdrúbal Oliveros, socio y director de la firma Ecoanalítica con sede en Caracas.

Entonces, es un proceso que incluso comenzó antes de la hiperinflación y tiene que ver más con la desaparición paulatina del subsidio cambiario, agregó.

Claramente, algunos venezolanos al menos todavía tienen dinero para gastar.

En el concierto de Fernández, una botella de whisky Johnnie Walker Blue Label costaba 500 dólares, mientras los más ahorrativos podían gastar 180 en una de Buchanan’s Special Reserve. Una hamburguesa costaba 10 dólares y el agua dos.

Fernández actuó durante más de dos horas mientras la multitud coreaba canción tras canción. Los que estaban al frente ocuparon mesas y detrás de ellos, en el estacionamiento de un centro comercial, sólo había espacio para estar de pie. También había gente que miraba desde las ventanas de los edificios de oficinas cercanos.