Opinión
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Tiempo de blues

Rumbo a Memphis II

P

rimera llamada. Y en el Génesis del Viejo Río todo estuvo dispuesto: una inconmesurable naturaleza, una cuenca de 3 millones 238 mil kilómetros cuadrados que contiene al Gran Padre de las Aguas: el Misisipi con una longitud de 3 mil 734 kilómetros que aunado al río Misouri alcanzan los 6 mil 275 kilómetros. Flora y fauna variada y abundante, numerosas especies de aves, gran variedad de mamíferos, algunos descendientes de los animales prehistóricos que ocuparon estos territorios durante millones de años, extensas praderas, bosques que la naturaleza fue formando y permaneció prístina, hasta que termina la última edad del hielo y poco a poco –alrededor de 13 mil a 20 mil años– aparecen los primeros seres humanos –una nueva especie desconocida en esos dominios y ya nada volvió a ser igual.

Las pequeñas y tímidas huellas se multiplicaron y estos espacios se convierten en el hábitat de múltiples poblaciones, que por senderos terrestres y marítimos –descubrían un inmenso continente bautizado miles de años después como el Nuevo Mundo.

Segunda llamada

Después vendrían otras migraciones que llegaron del continente europeo y se inicia la conquista del segundo continente más grande del mundo un poco más de 43 millones de kilómetros cuadrados, en el que se habían desarrollado varias civilizaciones con diferentes estados de progreso y logros sorprendentes en la arquitectura, medicina, astronomía, en su organización social, logrado por los nativos americanos. En la región andina y en Mesoamérica se forman dos de las seis civilizaciones originarias de la humanidad.

Se dice que un buen o ¿mal día? pequeñas islas se le atraviesan al navegante genovés que andaba en busca de una ruta a Catay, pero un tal sevillano de nombre Rodrigo originario de Triana desde el palo mayor de La Pinta grita: ¡Tierra¡ y así, en sólo unos segundos se estremecieron los aires y la tierra misma pues ese grito premonitorio habría de cimbrar, agitar y cambiar la historia del mundo.

La tierra de este continente con una longitud de más de 15 mil kilómetros fue explorada, excavada y removida en busca –principalmente de oro y plata– y sus habitantes que eran millones caminaban, en su recién descubierto Nuevo Mundo, sin saber lo que se les venía encima, la destrucción de sus culturas, de todo lo que habían logrado acabaría en forma dramática.

Hoy sabemos que el 12 de octubre no es una fecha para celebrar, pues la llegada de los españoles-conquistadores al continente americano dio inicio a uno de los genocidios más grandes de la historia de la humanidad, al menos 40 millones de los nativos americanos fueron exterminados por las epidemias, la violencia, la cruz y el hierro y enfermedades desconocidas para los naturales.

Tercera Llamada

Pueblos enteros y grandes centros ceremoniales fueron destruidos, sometidos por el poder de la espada a una nueva religión de un dios misericordioso que en su nombre y en el de los monarcas de España y Portugal los conquistadores se adjudicaron. Todo un continente (que aún en esas fechas no sabían de la inmensidad del mismo) tierras, fauna, aguas, lagos, ríos, litorales y todos sus pobladores por el poder que les otorgaba –como mediador– el papa Alejandro VI en un pequeño pueblo llamado Tordecillas el 7 de junio de 1494 las dos grandes potencias de la época, Castilla y Portugal, llegaron a un acuerdo para repartirse las zonas de navegación del océano Atlántico y los territorios del Nuevo Mundo.

Mientras todo esto ocurría más de 50 millones de seres humanos, los nativos americanos nunca se enteraron, nadie les avisó que a partir de esa fecha habían sido repartidos, que, por ése tratado pertenecían ahora a los reinos de España y Portugal.