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Pandemia
El lunes en Moscú, 11 mil 557 infectados en sólo 12 horas
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 21 de enero de 2022, p. 10

Moscú. Nada detiene la rápida propagación de la variante ómicron del coronavirus ya presente en 55 entidades federales de Rusia y, de forma especial, en Moscú, su capital, donde el pasado lunes se registraron, hasta la una de la tarde, 11 mil 557 nuevos casos de personas con resultado positivo en pruebas de laboratorio, cifra que establece un preocupante máximo absoluto para contagios confirmados en un solo día. La mayoría de estos nuevos enfermos no están vacunados, agravando los estragos que causa el patógeno.

Y no deja de ser una amarga ironía que el nefasto récord se haya alcanzado el mismo día que el Centro Gamaleya y el Fondo Ruso de Inversiones Directas –que son, respectivamente, los encargados de producir y comercializar la vacuna Sputnik en sus dos variantes, la V y la Light– hayan convocado a una conferencia de prensa para celebrar que un estudio comparativo de varios biológicos, realizado en Italia, demostró que el suyo es más eficaz que los fabricados en otros países.

En Rusia sigue siendo muy bajo el número de inoculados con esquema completo, en torno a 47 por ciento de la población, por varias razones: la ancestral reticencia de los habitantes a cualquier tipo de vacuna; la incapacidad de las autoridades de generar confianza en la población (no son pocos los rusos que no se creen la versión oficial y todavía están esperando ver a su líder recibiendo el pinchazo de una jeringa en un brazo); el efecto bumerán de la propaganda del Kremlin (a través de prensa, radio y tv) que se propuso convencer a sus compatriotas de que las vacunas de los fabricantes extranjeros provocan infinidad de consecuencias y daños colaterales; la intolerancia de sacerdotes que, contra lo que dice la jerarquía de la Iglesia ortodoxa rusa, inculcan a su parroquia que es pecado vacunarse, entre otras.

En ese contexto, el Kremlin quiso motivar a los reacios a ponerse un biológico (de los cuatro que tiene Rusia con registro oficial) con un proyecto de ley que pretendía hacer obligatorio en todo el país tener un certificado de vacunación orgullosamente local, mediante un código QR, para poder usar el transporte público desde un autobús hasta el Metro, subirse a un avión o un tren, entrar a cualquier sitio público (centros comerciales, museos, gimnasios, restaurantes, etc.). Después de ser aprobado en primera instancia por la mayoría oficialista de la Duma, se produjo tal rechazo en la sociedad que hace unos días se retiró el borrador de manera indefinida.

El biológico ruso que se exporta, el Sputnik V y el Light, no ha podido resolver su inicial escasa capacidad de producción y, de acuerdo con varias estadísticas, el año pasado entregó poco más de 10 por ciento de las dosis prometidas.

Los casos de ómicron en Moscú, de acuerdo con datos oficiales, casi se triplicaron en las dos semanas recientes y no es posible tener una idea del número real de contagios, aunque se presume que probablemente sea bastante mayor, dado que muchos rusos –aun con síntomas evidentes– prefieren no hacerse la prueba PCR.

Esto debido a las estrictas reglas impuestas por las autoridades, que presuponen que el contagiado, sus familiares y todas las personas que haya contactado en los últimos días, a menos que no quiera delatarlas, figuran de inmediato en una base de datos que obliga no sólo a guardar cuarentena y recibir hoja de baja laboral, sino a ser parte del llamado monitoreo social, el cual consiste en hacerse una selfie con el celular y mandarla varias veces al día –en horas aleatorias y hasta impropias de la madrugada– para demostrar que el paciente no ha salido de la habitación en que se supone debe estar confinado. Si no se manda la imagen solicitada en el momento indicado, hay que pagar una elevada multa, la cual va aumentando con cada infracción.