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¿Lograrán los ambientalistas mexicanos desayunar con AMLO?
C

omo parte de su capacidad de diálogo el Presidente de México suele desayunar con empresarios, líderes políticos, dirigentes de sectores y de organizaciones diversas, etcétera. Hasta donde tenemos conocimiento, hasta la fecha el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no ha invitado a desayunar a ningún grupo ambientalista o a sus representantes. El hecho llama la atención por dos razones: porque conforme pasa el tiempo el Presidente se hace más consciente y se involucra más en las problemáticas de carácter ambiental y porque, si algún sector lo apoyó para alcanzar la Presidencia, este fue el de un ambientalismo aguerrido, honesto y bien plantado en el contexto social del país, que se fue madurando en las últimas dos o tres décadas. Esto se hizo explícito el 21 de marzo de 2011, cuando el candidato presidencial AMLO asistió como invitado de honor al Foro sobre Regeneración Socio-Ambiental realizado en Cuetzalan, Puebla ( Regeneración, 16/4/11: https://es.slideshare.net/tercote/ regeneracion16). A ese acto asistieron unos 300 participantes, incluyendo las principales organizaciones ambientales del país.

En México, el ambientalismo comenzó en la década de 1980 como un movimiento esencialmente urbano y ligado a las luchas antinucleares. Su mayor expresión fue el Pacto de Grupos Ambientalistas. Esa primera generación quedó debilitada y casi desaparecida con la fundación en 1986 del espurio Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que fue un invento perverso del sistema dirigido a impedir el nacimiento de un partido auténtico, y posteriormente por la creación de la Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap, 1994) que convirtió a numerosos militantes en funcionarios públicos. Por fortuna, en los siguientes años se fue desplegando un nuevo ambientalismo fundamentalmente rural ligado a la defensa de los territorios, que hoy es el que predomina. Y también de ahí se fue desmarcando un ambientalismo de élite que convivió con los gobiernos neoliberales y les hizo el juego, que fue omiso ante sus abusos, simulaciones y relajamientos. Ese ambientalismo fue el que signó la carta de 24 ex funcionarios en contra de la 4T en junio de 2019 y que desenmascaré y denuncié en un artículo en La Jornada (https://www.jornada.com.mx/2020/06/ 16/opinion/014a2pol). Ese ambientalismo circunscrito a la capital del país es al que se refiere reiteradamente el Presidente y es a todas luces minoritario. En décadas, ese ambientalismo nunca ha hecho un solo señalamiento en favor de las luchas por los bosques, las selvas, el agua, la biodiversidad, las costas y los territorios, ni por quienes dieron la vida en esas batallas. Por el contrario, ese ambientalismo se mueve en las altas esferas, anclado en sus despachos y en sus relaciones con los mayores corporativos, los gobiernos y las instituciones internacionales de todo tipo. Podría escribir un libro entero señalando personajes y grupos.

El verdadero ambientalismo está organizado temática y geográficamente. Hay organizaciones contra la minería (REMA), de afectados por las presas y en defensa de los ríos (Mapde), de género y ambiente (GEMA), contra los plaguicidas (Rapam), por el derecho al agua (Comda), de turismo alternativo (RITA), en defensa del maíz, y de tianguis y mercados orgánicos (Retmor). Existen, asimismo, organizaciones de escala estatal en Veracruz (Riaaver), Puebla (Parlamento por los Derechos de la Naturaleza), Guerrero, Michoacán (Redam), Baja California, Jalisco (Colectivo Ecologista Jalisco), La Laguna, San Luis Potosí y más.

Todos estos movimientos realizan, muchas veces sin saberlo, acciones de ecología política. La ecología política es una propuesta de vanguardia que combina el pensamiento complejo que concibe la realidad de manera integral, con el pensamiento crítico que busca la emancipación de los seres humanos. Persigue a la vez la justicia social y ambiental. Desde la ecología política se defienden la naturaleza y los territorios, se reivindica lo femenino (la Madre Tierra), se reconoce la importancia de los pueblos indígenas y sus cosmovisiones, y se asume una posición no sólo antineoliberal, sino anticapitalista. Lo anterior explica por qué México es el tercer país del mundo con más ambientalistas asesinados: más de 160 desde 1995 con el máximo número (30) en 2020. Urge que la nación y el Estado reconozcan a estos héroes ambientales.

¿Lograrán los ambientalistas desayunar con el Presidente? Se ve difícil por dos razones. Porque, obsesionado en su cruzada contra el ambientalismo de élite, el Presidente ha descuidado su relación con los movimientos legítimos. Y segundo, porque el ambientalismo mexicano sigue fragmentado y no tiene un medio de interlocución unitario. Hoy se requiere la formación de un frente verde de escala nacional que aglutine de manera representativa a todos los que luchan por la defensa de la vida, en el que se considera el segundo país biológica y culturalmente más rico del orbe. (Continuará)